El viaje de Romney

La estrategia de mostrar al mundo un estadista no da el resultado anticipado

La expectativa era que la gira internacional de Mitt Romney le iba a dar un respiro al virtual candidato republicano a la presidencia para enfocar su atención en la política exterior y promover una imagen de estadista. Los resultados no están siendo los esperados.

Los Juegos Olímpicos de Londres eran el escenario perfecto para que la campaña de Romney recuerde a los votantes que el candidato tuvo un papel fundamental en convertir en un éxito los Juegos Olímpicos de Invierno Utah-2002, cuando parecían destinados al fracaso.

La estrategia cayó en problemas cuando Romney dijo en una entrevista estar “desconcertado” por problemas que surgieron en las últimas semanas antes de la inauguración, desencadenando duras criticas de políticos y medios britanicos.

Ese era el momento para mostrar las dotes diplomáticas y el candidato no estuvo a la altura.

Fue decepcionante también ver que en otra entrevista para CNN, Romney se negó a hablar de su proyecto de política exterior aludiendo a la tradición de que ningún candidato habla mal del presidente en el exterior. ¿Será que Romney no tiene un plan de política exterior estadounidense, que pueda ser explicado positivamente en vez de ser una plataforma para atacar a Obama?

Ante este silencio, la noticia la dio una fuente anónima de la campaña la cual dijo que la Casa Blanca “no comprende por completo” la herencia anglosajona de Estados Unidos y la historia de esa relación. Este comentario no es solamente tonto, sino que -en el contexto de un presidente afroamericano- es peligrosamente provocativo por un implicación cultural y racial.

Si el paseo olímpico de Romney por Londres no salio como se esperaba, la próxima escala en Israel iba a proyectar la deseada imagen de estadista. La idea es contrastar un fuerte respaldo del republicano al Gobierno de Netanyahu con el que Obama no ha tenido una buen relación. Sin embargo, esto no ha impedido que Obama haya firmado una ley que fortalece la alianza militar entre Estados Unidos e Israel un día antes de la llegada de Romney al Medio Oriente. De nuevo aparece el contraste desfavorable entre las palabras de un candidato y la acción de un mandatario.

Es cierto que la metida de pata de Romney en Londres no fue tan grave, que los medios y algunos políticos ingleses maliciosamente aprovecharon para burlarse del candidato y que el poder de la Casa Blanca -en función de la reelección- es arrollador.

Pero esto no justifica los errores de la campaña republicana, que sale al exterior para librarse del debate sobre Bain Capital, para caer en problemas nuevos. Ahora se pondrá en duda si Romney es capaz de conducir la política exterior estadounidense cuando se ofende a tanta gente en una visita de cortesía.

Para eso, mejor se hubiera quedado en casa.

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