Cada vez hay más mujeres en pandillas

En California, según un nuevo estudio del Consejo Nacional sobre la Criminalidad y la Delincuencia (NCCD), ellas componen hasta el 38% de la membresía de las bandas.

Guadalupe  tomó la decisión de dejar la pandilla y darle un giro a su vida.

Guadalupe tomó la decisión de dejar la pandilla y darle un giro a su vida. Crédito: Ciro Cesar / La Opinión

Tercera parte de una serie

A la edad de once años, “Pita” aceptó ser golpeada por tres chicas mayores durante trece segundos. Era el ritual para ingresar a la pandilla “East LA 13” y recibir la protección que en su seno familiar le habían negado.

“Yo le dije a mi mamá que había sido violada por un señor y no me creyó. De ahí en adelante todo me valió madre”, cuenta Guadalupe Montellano, ahora de 33 años y con un largo historial en prisión. Hace cinco años, al salir de la cárcel por tercera vez, decidió abandonar la ‘clica’, las adicciones y la vida loca.

Por ese modo de vivir, Montellano perdió la custodia de sus dos hijos, de 15 y 2 años. Cuando nacieron, a uno le encontraron residuos de cocaína en la sangre; al otro, de metanfetamina.

“A veces buscamos atención de la familia; como uno no sabe agarrar esa atención, el cariño y todo eso, lo buscamos de otra manera”, explica sobre su paso por el grupo con la cual solía “tirar party“, entrar a territorios de otras bandas para buscar pleito, defender el barrio a balazos y consumir drogas.

Ella robaba y distribuía narcóticos en Boyle Heights para mantener su adicción. “Vendía para mi propio vicio, no ganaba nada de dinero porque ya estaba bien prendida”, recuerda Montellano.

En sus tiempos como pandillera, “Pita” calcula que el 30% de los afiliados a la “East LA 13” eran mujeres, pero afirma que en los últimos años este porcentaje no ha dejado de crecer, una percepción que coincide con la de expertos, catedráticos y organizaciones civiles de Los Ángeles.

“Las jovencitas también son la población carcelaria de mayor crecimiento”, asegura Kaile Shilling, directora de la Coalición para la Prevención de la Violencia en el área de Los Ángeles (VPCGLA).

Hasta que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) observó un aumento extraordinario de niñas arrestadas por diferentes delitos de 1991 a 2000, el pandillerismo dejó de ser percibido como un fenómeno masculino.

En California, según un nuevo estudio del Consejo Nacional sobre la Criminalidad y la Delincuencia (NCCD), ellas componen hasta el 38% de la membresía de las bandas, con concentraciones tan altas como el 51% en Oakland y el 42% en el oeste del condado Contra Costa, ambos en el norte del estado, muy por encima del promedio nacional, que es del 32%.

No existen cifras oficiales sobre qué porcentaje de los 45,000 pandilleros en Los Ángeles son mujeres y ningún experto se aventura a calcular ese número. Podría usarse como referencia a Homeboy Industries, que ofrece capacitación laboral y empleo a expandilleros. Ahí, el 40% de sus beneficiarios son mujeres. Sin embargo, no todas eran integrantes activas, ya que les tienden la mano si, por ejemplo, sólo tienen hijos de pandilleros.

El Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) niega que haya más pandilleras en la ciudad. “Sucede con muy poca frecuencia que una mujer sea una homicida, casi por regla general, los asesinatos son cometidos por hombres; es lo mismo que pasa en las pandillas, donde la gran mayoría son hombres y muy pocas son mujeres”, dijo Rigo Romero, capitán de la corporación.

“A veces las mujeres son muy activas, son respetadas, a veces están en la dirigencia”, señala Thomas Ward, antropólogo de la Universidad del Sur de California (USC) y autor del libro Pandillas sin Fronteras.

En la Mara Salvatrucha y Calle 18, que han sido su objeto de estudio, el profesor notó una fuerte membresía femenil que llegaba al 33%, pero una baja participación en peleas callejeras o delitos graves.

El reporte del NCCD precisa que las chicas en pandillas cometen más crímenes que los varones que no lo están. Otro riesgo para ellas es que suelen ser explotadas sexualmente y ser presentadas como un incentivo para reclutar a nuevos varones, cita el estudio de referencia.

El análisis dice que los programas de ayuda no son totalmente compatibles con sus necesidades. “Ellas reciben menos atención, hay menos programas que se enfocan en las mujeres”, coincide Shilling.

Guillermo Céspedes, el zar antipandillas de Los Ángeles, indicó que el municipio se ha enfocado en brindar mayor asistencia a las muchachas, quienes pueden involucrarse en actividades ilícitas sin haber pasado por el rito de iniciación.

“Si andas en un carro con un revolver, te detiene la Policía y estás con tu novia, es posible que le pases el revólver a ella, porque podría ser que a ella no la registren”, explicó el funcionario.

La colaboración de las novias y esposas de pandilleros en el trasiego de droga, armas y dinero sucio, el lavado de dinero, fraudes tributarios y otros delitos es una creciente preocupación de las autoridades.

“Debido a que las mujeres suelen evitar las detecciones de las agencias del orden, los pandilleros las usan para continuar sus actividades criminales”, menciona un informe estatal de inteligencia.

“También ocurre en las diferentes prisiones donde hay mujeres que van a visitar a los reos y transportan droga y substancias ilegales en diferentes partes de sus cuerpos”, agrega el capitán Romero, del LAPD.

Las adolescentes, como fue el caso de “Pita”, entran a la vida pandilleril cuando arrastran historias de abusos y quieren ser protegidas por alguien, explica Jorja Leap, profesora de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). “Ninguna jovencita ingresa a una pandilla porque se siente fuerte”, recalcó.

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