Fue noche de salsa en el Bowl

Eddie Palmieri y Rubén Blades ponen a bailar al público en el popular anfiteatro de Los Ángeles

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Foto: Cortesía Crédito: J. Emilio Flores / La Opinión

No puede ser mala noche si termina con Rubén Blades cantando una selección de sus mejores temas salseros, pero algo faltó en la presentación del cantautor panameño la noche del miércoles en el Hollywood Bowl.

No es que Blades, a sus 64 años, no se encuentre en excelente forma. La madurez le sienta bien al poeta de la salsa, que cerró el segundo concierto del festival Las Américas y los americanos tratando, a duras penas, de completar su docena de temas antes de que encendieran las luces del anfiteatro. Eso significó, como él mismo dijo desde la tarima, que no pudo ser tan parlanchín como de costumbre y quizás por eso, no hubo una conexión palpable con gran parte del público.

Acompañado de la Orquesta de Roberto Delgado, un sólido conjunto panameño que suele acompañarlo en sus giras internacionales, Blades incluyó temas tan esenciales de su discografía, como Plástico, Juan Pachanga, Decisiones y hasta Ojos de perro azul.

A su infaltable Pedro Navaja le dio una aire novedoso comenzando la canción con estrofas en inglés de Mack the Knife -el tema es un guiño de Blades a un tema de Bertolt Brecht popularizado en EEUU por Bobby Darin- y el artista consiguió que sus más fieles seguidores corearan con él el famoso estribillo de “la vida te da sorpresas…”

En una muestra de gran generosidad, incluyó en su repertorio tres temas de otros autores -una cuarta parte de su programa- entre ellos dos que suelen estar en sus conciertos: Todos vuelven del “poeta peruano” César Miró (así lo identificó Blades) y Muévete, el maravillo canto contra el racismo del cubano Juan Formell.

La rareza del programa fue La palabra adiós, un tema del puertorriqueño Tite Curet Alonso que Blades dijo no había interpretado en muchos años.

Pero fue evidente que las incomparables letras de Rubén Blades no llegaron a muchos en el público, especialmente aquellos que decidieron abandonar sus asientos, cargando sus canastas de picnic, mientras él intentaba terminar su emotivo tema Patria.

Nada parecido sucedió en la primera parte de la noche a cargo de nada menos que de la Orquesta de Eddie Palmieri.

El maestro del piano trajo una invasión de ritmos con un programa corto pero muy satisfactorio, cada uno de sus cinco temas una descarga.

El mejor momento de la noche fue durante Pa’ la ocha tambó, cuando las cámaras se enfocaron en el rostro de Palmieri detrás del teclado y sus gestos fueron proyectados en las pantallas del recinto. Sin mencionar el sensacional solo del trombonista invitado Jimmy Bosch.

El vocalista Hermán Oliveras demostró su talento como sonero en temas como Mi lindo yambú, La malanga y Azuca’ pa’ ti, que hicieron que muchos se levantaran a bailar tal y como lo sugirió Palmieri.

Y aunque el Hollywood Bowl no es el lugar idóneo para un concierto de salsa, la histórica reunión de Palmieri y Blades cumplió con creces con el propósito del festival -un concepto del director de la Filarmónica de Los Ángeles, Gustavo Dudamel- de romper las barreras entre la música clásica y popular producida por los mejores autores del continente. El pianista puertorriqueño y el cantautor panameño definitivamente pertenecen a esa lista.

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