Pequeño gran pretexto

El fanatismo religioso es un caldo de cultivo para los conflictos

La fragilidad de la paz mundial se patentiza ante la encolerizada reacción del islamismo por la película La inocencia de los musulmanes, donde se caricaturiza al profeta Mahoma.

Esta mediocre cinta no es nueva. Fue exhibida una sola vez hace muchos meses, pero se le comenzó a dar publicidad en las últimas semanas con un fin: generar odios en momentos apropiados para el mal.

Los orígenes del director son oscuros y más sombríos quienes financiaron la producción que habría costado 5 millones de dólares. Ellos lanzaron la piedra y después se escondieron cobardemente.

Como se ha visto en las noticias fueron incendiadas sedes diplomáticas de Estados Unidos, asesinaron al embajador en Libia, Chris Stevens, y a otros tres funcionarios y, además, hay muertos en las protestas.

La rabia no se propagó sola. Grupos extremistas lo planearon todo. Primero, no fue coincidencia que ocurriera en los días del onceavo aniversario de las torres gemelas en Nueva York. Segundo, de acuerdo a la Casa Blanca, hay evidencias que en Bengasi estuvieron involucrados terroristas de Al Qaeda.

El sospechoso creador de la película se hace llamar Sam Bacile y es identificado como judío israelí-estadounidense, residente en California, pero otros aseguran que es egipcio y lo habrían contratado grupos mercenarios internacionales.

El fanatismo religioso es un caldo de cultivo para ese tipo de organizaciones que pretenden generar conflictos mundiales con el fin de sacar provecho económico.

Mientras existan esa mafias, por ejemplo las que venden armas, habrá pirómanos encargados de prender fuego en los lugares más inflamables del planeta, aprovechando el tema que ha enfrentado a la humanidad en toda su historia: la religión.

Este tipo de seres (¿humanos?) no arman guerras para acabar con el hambre y la pobreza. Solo lo hacen por ambición y poder. Aunque el director de la película insiste en que la cinta es política, el trasfondo es indudablemente religioso y malévolo.

Esos fanatismos son el peor dolor de cabeza de la tierra. En mucho casos los usan para beneficio personal, como sucede con el pastor fundamentalista Terry Jones, en Gainesville, Florida, quien, sacando provecho del escándalo, resolvió difundir la cinta por Internet y proyectarla en su culto. Jones, hace un año quemó el Corán para hacerse notar más allá de las fronteras de su pequeña comunidad.

Estos actos irresponsables y egoístas generan revanchas que llevan al caos. Estas personas no tienen perdón al instigar la violencia y a la vez propagar la palabra de Dios. Es como el papá que castiga a su hijo por golpear al hermano pero a la vez le pega a la esposa.

El mundo tiene que prepararse para nuevos brotes de violencia y la generación de conflictos más graves porque, quienes están detrás del negocio del terrorismo tienen un poder inmenso al poseer la maldad de lanzar pequeños fósforos al combustible de la inconformidad social, política y religiosa, en los momentos apropiados y en los lugares precisos.

La película de marras ha sido un pequeño gran pretexto para revivir el antiimperialismo y alimentar odios de los radicales islamitas, lo cual nos recuerda la inestabilidad mundial.

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