Una crisis de identidad

El no hablar español no significa ser un latino falso

Déjenme presentarles mis falsos hijos latinos. No, no, son mis hijos de verdad -es su identidad latina la que está en cuestión hoy en día.
Hasta hace cuatro años, cuando asistían a una escuela privada en donde todos eran blancos, mis dos hijos -que son en parte ecuatorianos y mexicanos, en parte blancos y estadounidenses- siempre se consideraron a sí mismos, blancos.
En 2008, escribí una columna sobre hasta qué generación futura los latinos nacidos en Estados Unidos podían considerarse hispanos, citando la manera en que los muchachos se describían. “Soy blanco,” dijo mi hijo mayor, que en ese momento tenía 9 años, señalando que a pesar de los antepasados de su mamá, él se consideraba caucásico debido a su papá y: “No sé, porque parezco más blanco – Soy blanco, quiero ser blanco”.
Mi hijo menor, de 7 años en aquel momento, declaró: “Me parece que me veo más color melocotón”, y a pesar de mis explicaciones de que ser hispano era una etnia y de que su raza aún era blanca, se rehusó, amablemente, a ser clasificado como latino. “Creo que aún así, me gustaría ser blanco”.
Oh, cómo cambian los tiempos. Justo el otro día, esos dos muchachos reaccionaron enérgicamente conmigo cuando me referí a ellos como blancos.
“No somos blancos”, dijeron orgullosamente, prácticamente al unísono y mirándome como si me hubiera crecido una segunda cabeza. Aparentemente, tras haber pasado tres años como estudiantes considerados algo así como mitad-y-mitad en una escuela predominantemente mexicano-americana, han recurrido a ser “otro”.
Aparentemente, esa categoría de “otro” viene con una pequeña cantidad, muy manejable, de críticas, en ciertas partes de nuestro pueblo, por no ser un latino “real”, que habla español. Sin embargo, también son el único componente de diversidad en grupos en su mayoría blancos, como su clan familiar.
Les dije que el péndulo oscilaría dependiendo de en qué grupo se encontraran, y que simplemente se acostumbraran al absurdo de las etiquetas que la gente aplica.
Sin duda, no hay grupo que se deleite más en las guerras de etiquetas que los hispanos, quienes pelean constantemente sobre si debería llamárseles hispanos o latinos y sobre si el Censo de Estados Unidos debería considerar esos términos como una nueva clasificación racial -aunque, en realidad, no lo es.
Recientemente, la cuestión sobre quién es un latino “real” se ha centrado en el tema del lenguaje. En la sección de comentarios de un artículo sobre por qué Ted Cruz, candidato republicano de Texas para el Senado federal, no habla español, alguien escribió: “Si quieres conectarte con los latinos, aprende a hablar español -la lengua es cultura.”
Irónicamente, al mismo tiempo en Twitter, otro comentarista se quejaba diligentemente sobre el salpicado de palabras en español en los discursos de las convenciones: “¿Piensan todos los republicanos latinos que hablar español mejorará las cifras en las encuestas con ese grupo demográfico?”
Pero no crean que se trata de un tema partidista. Cuando el alcalde de San Antonio, Julián Castro, estaba listo para encender el escenario de la Convención Nacional Demócrata, aparecieron múltiples artículos indicando que Castro no habla español. Sí, aunque se convirtió en el primer latino en pronunciar un discurso de destaque en la Convención Nacional Demócrata, lo vapulearon de arriba abajo por ser un “falso latino”.
Y, a propósito, algunos de los que criticaron a Cruz y a Castro por no hablar español también han despreciado con entusiasmo los avisos de Craig Romney en nombre de su padre, para la campaña, hablados en español, sobre la base de que hablar español no acerca a los Romney a los hispanos.
Son grandes momentos de asombro, especialmente a la luz de investigaciones recientes que ilustran la pobre reputación que tienen los hispanos con los no-latinos. Qué triste es que -al menos en la cuestión del idioma- parezca que no nos salvamos de la venenosa animosidad de “ustedes son diferentes de nosotros”, incluso entre nosotros mismos.
Quizás por no tener la ventaja de poder hablar dos idiomas mis hijos, y ambos lados de su diverso clan familiar, comprenden claramente que es ridículo reducir toda una herencia cultural a la mera adquisición de una lengua.
Ya fuera por el deseo de asimilarse de una familia que adoptó el inglés, o por una familia de lenguas mixtas como la mía, o porque los fonoaudiólogos recomendaron limitar a un idioma a un niño con dificultades lingüísticas, ningún hispano que no hable español debe sentirse inauténtico.
Y para aquellos que necesitan un acento o vocabulario que sirva como barómetro de legitimidad cultural: Una encuesta de Fox News Latino recientemente confirmó, por enésima vez, que el tema más importante para los hispanos es la economía. ¿Qué tal si nos limitamos a hablar sobre ese asunto?

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