Obligados a salir de México

Crece el número personas que cruza la frontera para salvar su vida y la de su familia

Muchas de las familias lo han perdido todo.

Muchas de las familias lo han perdido todo. Crédito: Gardenia Mendoza / La Opinión

EL PASO, Texas.- Al caer la noche, algunas víctimas que huyeron de la violencia del crimen organizado encontraron un momento preciso para dar el primer paso contra el miedo a ser asesinados aún de este lado de la frontera: crear la organización Mexicanos en el Exilio para ganar el asilo en Estados Unidos y la indemnización y justicia en su país.

Uno a uno se les ve llegar hasta una casona estilo colonial que sirve como cuartel secreto de la reunión fundacional del grupo integrado por 160 víctimas de la violencia a las que el gobierno norteamericano permitió el ingreso con posibilidad de refugio porque si hubieran permanecido en México hoy serían cadáveres.

Son perseguidos por el crimen organizado porque no se callaron ante las intimidaciones, secuestros y extorsiones, por denunciar abusos de criminales o militares o por tener la “mala suerte” de ser parientes de presuntos involucrados en la mafia.

Para integrar Mexicanos en el Exilio, la mayoría viajó hasta aquí muchas horas desde otros estados de la Unión Americana donde encontraron paz y anonimato, aunque lejos de su tierra que expulsó entre 2008 y 2012 al mayor número de exiliados por razones de seguridad de su historia: más de 250,000 según la Universidad de Ciudad Juárez, 115,000 del fronterizo Chihuahua.

Esta velada y muchas que seguirán tienen el propósito de que los miembros pasen de ser víctimas a activistas para lograr las demandas básicas de refugio, justicia e indemnización, explica el abogado Carlos Spector, articulador del proyecto y defensor sin remuneración.”Lo único que les pido a cambio es que ayuden a otros a dar la cara, a perder el miedo y exigir sus derechos”, detalla.

“Ellos perdieron todo: les quemaron casas, les mataron a seres queridos, los dejaron sin nada y además se les acusó, como si merecieran lo que les paso”, explica con la paciencia de un activista acostumbrado a perseverar para cosechar.

En los últimos meses logró el refugio para seis personas de las familias Reyes y Jurado, involucrados en a dos casos emblemáticos de la impunidad, de la persecución criminal, social y hasta política en México.

Cipriana Jurado y sus dos hijos fueron blanco de amenazas y hostigamiento por denunciar el feminicidio y los abusos del Ejército en un trabajo conjunto con Josefina Reyes, activista asesinada el 3 de enero de 2010, y hermana de Saúl, la segunda víctima del total de seis asesinados en la familia.

Spector explica que lo más difícil de la defensoría es convencer a los jueces norteamericanos sobre el perfil de esta oleada de migración forzada: no entienden, por ejemplo, el concepto de “venganza de sangre”: o sea, que pueden matarte sólo por ser familiar de quien quieren vengarse.”Queremos que se corrija el prejuicio que hay en las cortes contra los mexicanos: no puede ser posible que nieguen el 98% de las peticiones de refugio que se hacen aquí”, explica.

Spector es un norteamericano de origen chihuahuense que inició su trabajo con exiliados políticos en EEUU desde los años 70 como sociólogo. Una década más tarde, estudió derecho para defender a migrantes políticos. “En este tema la ley no es el fin, sino el medio”.

Así protegió a chilenos que huyeron de la dictadura de Augusto Pinochet y a centroamericanos que llegaron por cientos, desbandados de la guerra civil en los 80. Los mexicanos que pedían asilo político eran los menos.

Tenían tres razones para no hacerlo: o eran recluidos en centros de inmigración durante años o eran militantes de izquierda que por razones ideológicas no se acercaban a los estadounidenses o porque las posibilidades de ser aceptados eran casi nulas: en los últimos 100 años sólo 1,384 mexicanos han tenido cobijo como refugiados en estas tierras.

Pero hoy es diferente, “se trata de supervivencia”, dice Saúl Reyes, quien encabeza el nacimiento de Mexicanos en el Exilio. Reyes habla en la sala de la casona donde se encuentran los jefes de familia de los exiliados todavía asustados: algunos miran al piso con la mirada extraviada, en sus pies todavía traen el polvo de sus muertos y el recuerdo de un sistema en el que muchas veces hablar de criminales y gobernantes es lo mismo.

Los pocos que hablan son aquellos que previamente han salido a las calles de El Paso. A clamar justicia frente al consulado mexicano. Aquellos que se plantaron frente a la sede diplomática hace unas semanas para llamar la atención sobre las miserables condiciones de vida que se unen al miedo.

Los mexicanos que esperan el estatus de refugiado se alimentan por ayuda de familiares, templos o vecinos solidarios. No pueden trabajar porque las autoridades norteamericanas permitieron su entrada, pero no les dio permiso de empleo hasta que defina su situación legal.

No se apuren, cuando tengan los papeles nos desquitamos trabajando-, dice uno de los miembros que mantiene el anonimato.

Algunos ríen, otros aplauden el optimismo. Poco a poco la unidad por la tragedia común aleja la depresión, la desesperanza y la psicosis.

Las razones por las que el gubernamental servicio de Protección de Mexicanos en el Exterior les ha negado la atención son desconocidas. Este diario solicitó una entrevista sobre el tema al cónsul general de México en El Paso, Jacob Prado, pero sólo respondió vía correo electrónico que “bajo ciertas condiciones” es posible brindar “apoyos económicos extraordinarios” a mexicanos “en indigencia” en el extranjero.

No aclaró cuáles son tales condiciones ni por qué presuntamente ha ignorado a Mexicanos en el Exilio (según versiones de éstos), si es deber de la diplomacia brindar “la orientación y asistencia consular a todos los connacionales que la solicitan”, como reiteró por escrito.Las víctimas por causas relacionadas a la violencia se han tenido que “rascar con sus propias uñas” -aquí y en todo EEUU- desde los asuntos legales hasta la ayuda psicológica por la muerte de seres queridos y la pérdida de todo su patrimonio.

Esa noche en la casona de El Paso es simbólica porque, además de formalizarse como grupo, conocieron a 25 psicólogas mexicanas que ofrecieron voluntariamente dar terapia a las familias vía internet, a través del servicio gratuito de teleconferencias Skype.”Somos expertos y queremos ayudarles”, se escucha decir a una terapeuta desde la pantalla de la computadora que servirá de guía para las comunicaciones y que por ahora es la única tecnología con la que cuenta el grupo.

Leticia Calderón, activista y analista de temas migratorios del Instituto Mora, en la Ciudad de México, ha sido el enlace para este fin y la integración del grupo a las redes sociales.

En medio de la sala y frente a la organización explica además sobre la importancia de tener una página web que pronto será un medio de comunicación con el exterior, y la importancia de capacitarse: entre los jóvenes hay por lo menos 10 con posibilidades de ir a la universidad.”Ustedes van a fortalecerse”, dice de cara a media docena de niños que juegan en el piso, aparentemente ajenos a la conversación, aunque presentes en esta parte del juego de la vida que a su corta edad les tocó correr.

En esta nota

exilio México violencia
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain