Los debates presidenciales son ‘puro teatro’

Expertos dicen que la apariencia, pronunciación y gestos de los candidatos han ganado importancia frente a temas más importantes

Un actor vestido como Abraham Lincoln posa junto a figuras en cartón de los candidatos a la presidencia Mitt Romney y Barack Obama en Kentucky.

Un actor vestido como Abraham Lincoln posa junto a figuras en cartón de los candidatos a la presidencia Mitt Romney y Barack Obama en Kentucky. Crédito: AP / Eric Gay

La apariencia y la actuación teatral de los candidatos, especialmente en los debates presidenciales, tiene tanta o más importancia para atraer votantes que las políticas que proponen, indicaron hoy expertos.

“Dice mucho acerca de nuestra cultura el que prestemos tanta atención al vestuario, los gestos y los estilos de cabellera de los candidatos presidenciales, y a su actuación en situaciones muy teatrales como los debates”, señaló Michael Lempert, un antropólogo lingüista en la Universidad de Michigan.

Lempert es coautor, con el antropólogo de la Universidad de Chicago Michael Silverstein, del libro “Creatures of Politics- Media, Message and the American Presidency”, que acaba de publicar Indiana University Press.

En el libro, los autores hacen la disección de la construcción y presentación del “mensaje” de un candidato presidencial que se revela mediante un personaje cuidadosamente coreografiado, compuesto de apariencia, estilo de oratoria, gestos, y una biografía pública bien empaquetada, todo lo cual tiene tanta influencia como lo que el candidato realmente diga.

Lempert y Silverstein, según un boletín de la Universidad de Michigan, consideran que la fascinación pública con este “mensaje” es una variación del voyeurismo predatorio que caracteriza la obsesión de la cultura contemporánea con las personas famosas.

“Es, realmente, la TMIzación de la política”, dijo Lempert, en una referencia al sitio TMZ.com de internet que cubre y divulga la vida y obra de las celebridades en el mundo del espectáculo.

“Nos hemos habituado a esto -añadió-. Básicamente hemos llegado a contar con la caracterización de los candidatos que este sistema ha inventado para que nos ayude a entender cuál candidato deberíamos apoyar”.

“Como sociedad sabemos que esto ocurre y ahora es la norma”, añadió Silverstein. “Pero seguimos teniendo cierta sensación de incomodidad porque las técnicas de mercadeo que habitualmente se aplican sólo a los productos ahora se den por sentadas en el empaquetamiento de los candidatos presidenciales”, afirmó.

Esta incomodidad se expresa en nuestra demanda por una discusión racional “de los problemas”, y por las preguntas de los comentaristas acerca de si los candidatos que vemos son “reales” o “auténticos”.

“La política electoral siempre ha involucrado la presentación al electorado de un candidato con imagen pública”, aseguró Lempert.

“Pero las tecnologías de comunicaciones actuales y el crecimiento de las consultorías profesionales y el mercadeo político han amplificado la competencia por ser real, o porque se le vea como real”, añadió.

Como resultado, “no sólo tenemos debates, sino también discusiones interminables sobre los debates”, comentó.

En lugar de que los debates brinden una oportunidad para la discusión de los problemas, son una forma de teatro que permite que los espectadores le tomen la medida a los candidatos mediante su apariencia, su pronunciación, su uso de gestos, e incluso sus equivocaciones.

Lempert ha pasado cientos de horas analizando los gestos de los candidatos, incluido uno que usa a menudo el presidente Barack Obama- un gesto de aprehensión precisa con el cual aprieta el pulgar y la punta de su dedo índice para indicar que comunica los puntos detallados de un asunto acerca del cual sabe mucho.

En su primer debate con Mitt Romney, Obama no usó este gesto tan a menudo como lo ha hecho en el pasado. Solo el 1 por ciento de sus gestos manuales incluyeron la aprehensión precisa, en tanto que estuvo muy por encima, el 14 por ciento, en la mayoría de sus debates en 2007 y 2008.

“La última vez que lo vi pareció que Obama ha perdido su precisión -bromeó Silverstein-. Pronto veremos si la ha recuperado”.

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