Los latinos, argumento vital de sindicatos
Las demandas de la comunidad hispana se han convertido en los últimos años en un argumento vital para los sindicatos que encuentran en el “sí, se puede” un lema para sus reivindicaciones y un reclamo para frenar su pérdida de influencia en el país.
En 2012, la tasa de afiliación sindical en EE.UU. cayó un 2,7 por ciento con respecto a 2011, un descenso que constató la decadencia de estas organizaciones que desde 1983 han visto reducida su presencia en el sector productivo en más de un 19 por ciento, según datos del Departamento de Trabajo de EE.UU.
Esa tendencia refleja el creciente desinterés de la mayoría blanca por entrar en un sindicato, aunque oculta la voluntad de las minorías por unirse para defender sus derechos laborales, algo que es especialmente notable en el caso latino.
Durante los últimos 12 meses, el número de hispanos miembros de un sindicato creció en 156.000, un 8,5 por ciento más respecto al año anterior, mientras que en el total de EE.UU. las afiliaciones cayeron en 400.000 personas.
No es coincidencia que en los estados con mayor porcentaje de población latina (en torno a un 40 por ciento o más), California, Texas y Nuevo México, los sindicatos sumaran integrantes.
Diversas variables explican el deseo de los hispanos a asociarse, desde ganar más dinero hasta obtener un mejor seguro médico, si bien en su raíz radica la esencia del sueño americano, el mismo objetivo que en el siglo pasado consolidó la clase media en EE.UU. respaldada por el asociacionismo.
Basta echar mano de las estadísticas para comprobar qué grupo social se beneficia actualmente más de pertenecer a un sindicato.
El trabajador hispano cobró de media a la semana durante el año pasado 568 dólares, mientras que el negro se embolsó 621 y el blanco 792 (el asiático ingresó 920 dólares de media).
Llama la atención que el sueldo del hispano era un 47,8 por ciento más alto si pertenecía a un sindicato, hasta los 840 dólares a la semana, mientras que la mejoría era de un 20 por ciento de media para los negros y los blancos.
Así, los hispanos aparecen como el colectivo que más puede ganar y, en muchos casos de precariedad, el que menos tiene que perder en una negociación colectiva, por lo que, al igual que en tiempos de César Chávez, el latino aparece como quien está más dispuesto a plantar cara a un sistema que promueve un estilo de vida que no se corresponde con su realidad.
El ejemplo más notable de esta nueva fuerza asociativa es California, el estado con más latinos de EE.UU. (14,4 millones) y donde las afiliaciones crecieron en 2012 en 110.000 personas.
Son los latinos quienes al grito de “sí, se puede” cada año abarrotan las calles de Los Ángeles en las manifestaciones del Día del Trabajo entre banderas de México, El Salvador y Estados Unidos y carteles con peticiones sindicales y políticas, entre las que destaca la reforma migratoria.
Más allá de ideas políticas, lo cierto es que apoyar a las causas de interés para los hispanos beneficia a los sindicatos al atraer a más afiliados, lo que conlleva más poder y capacidad de influir sobre los gobernantes, y también interesa a los latinos, que logran ser escuchados en Washington.
La reciente ceremonia de investidura de Obama evidenció el aumento de la importancia de la comunidad hispana. La juez del Tribunal Supremo Sonia Sotomayor, el poeta Richard Blanco y el reverendo Luis León, que bendijo el acto en español, fueron protagonistas.
Entre los asistentes estuvieron desde famosos como Marc Anthony José Feliciano, Rita Moreno, Antonio Banderas y Eva Longoria, hasta líderes sindicales como Arturo Rodríguez, presidente de La Unión de Campesinos fundada por César Chávez, quien aprovechó el momento para exigir cambios en las leyes migratorias.
En esa misma sintonía está la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por su sigla en inglés), cuya líder en Los Ángeles, María Elena Durazo, acaba de ser nombrada vicepresidenta del Comité Nacional del Partido Demócrata con el propósito de “materializar la reforma migratoria”, según declaró.
Un mensaje que parece calar. En su discurso de investidura, Obama dejó ver su voluntad de meter mano a las leyes sobre inmigración, una promesa incumplida durante su primera legislatura.
El peso demográfico y electoral cada vez mayor de la comunidad hispana y su capacidad de movilizarse es una fuerza de cambio que hoy parece imparable, cuyo efecto ya se nota en los estados con mayor presencia latina y que puede revertir el declive sindical en EE.UU. a medida que esta gran minoría crece en todas partes. EFE