Maquillar la realidad

México no debe ocultar su presente, esa no es la mejor estrategia para cambiar o mejorar las cosas

El presidente Enrique Peña Nieto, formó un séquito de propaganda desde que llego al poder.

El presidente Enrique Peña Nieto, formó un séquito de propaganda desde que llego al poder. Crédito: Archivo / Notimex

Al grano

Cuando comencé a ser corresponsal de noticias de Univisión en Colombia, pasé de ser un reportero con relativo respeto y cierto futuro en los medios de comunicación a un paria antipatriota, en el momento en que me revelé contra quienes obligaban o sugerían esconder la verdad.

Transmitir noticias a nivel internacional era hablar mal del país y fui condenado a la picota pública hasta el punto que, quienes me identificaban en la calle me insultaban y algunos hasta intentaban lincharme. Tuvieron que pasar muchos años, telenovelas de narcos y prostitutas y otros periodistas colombianos volverse reconocidos a nivel internacional, para que aceptaran que mi trabajo fue el de un reportero mostrando la realidad de un país que superaba a la ficción.

México atraviesa por una etapa similar. Desde que llegó al poder el presidente Enrique Peña Nieto, formó un séquito de propaganda que se propone maquillar y ocultar la violencia para hacerle creer a la opinión nacional e internacional que el Partido Revolucionario Institucional –PRI—, ha traído de nuevo la tranquilidad y controla eficazmente la seguridad.

A raíz de este encubrimiento de la verdad, muchos mexicanos, sabiendo que en el pasado algunos miembros del PRI tuvieron pactos con narcotraficantes, conjeturan que se está gestando un acuerdo con el propósito de reducir la violencia.

Según lo que percibo al hablar con algunos mexicanos, es que estarían dispuestos a hacerse los de la vista gorda si hay alianzas, por debajo de la mesa, con tal de vivir tranquilos.

En las calles de Ciudad de México el rumor crece. Comentan que el gobierno de Peña Nieto está en pláticas con Joaquín “El Chapo” Guzmán y otros dicen que con Los Zetas. Las leyendas urbanas en vez de favorecer una real disminución de la violencia, lo que logran es generar más incertidumbre.

Hacer un pacto con el diablo para conseguir la paz sería cometer un gran error. Si esos rumores propagados adrede, en cocteles políticos y tertulias de intelectuales, son ciertos, México estaría cediendo ante el crimen.

Recuerdo que en Colombia se negoció subterráneamente con Pablo Escobar para cambiar la constitución y eliminar la extradición hacia los Estados Unidos, lo que le hizo creer a ese criminal que tenía poder suficiente de manipular y adueñarse de la conciencia de mis paisanos y atemorizar a través del narcoterrorismo como arma de presión.

La paz verdadera no se consigue yendo derrotados, amedrentados y acorralados a la mesa de conversaciones. La paz se logra cuando una de las partes prácticamente ha sido vencida y tengo entendido que los mexicanos no lo están, aunque las fuerzas del mal parecieran mostrar lo contrario.

Maquillar y ocultar la realidad de un país no es la mejor estrategia para cambiar o mejorar las cosas. Lo único que logran los gobernantes es su propia satisfacción ególatra, mientras el pueblo sigue sufriendo el peligro de salir a la calle y morir o quedar herido por una bala perdida, ser asaltado, secuestrado o extorsionado.

Los mexicanos no comen cuento fácil y exigirán al gobierno ser transparente y honesto. Confiemos en que la prensa no guarde silencio cómplice y diga la verdad.

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