Una reforma correcta

El senador Rubio hace bien en recordar que el camino a la reforma es largo y difícil

Marco Rubio.

Marco Rubio. Crédito: AP

Inmigración

Gracias, Marco Rubio. El panorama que se les está presentando a los estadounidenses sobre la rapidez y facilidad con que el Congreso aprobará la reforma migratoria es puro color de rosa. Es necesario estar en la realidad y el senador de Florida se encargó de recordarnos eso.

Si una persona hubiera comenzado, hace sólo unos meses, a prestar atención al debate de la inmigración, podría pensar que es sólo una cuestión de unir a ambos partidos —lo que implica que los republicanos convenzan a sus miembros nativistas, quienes piensan que los inmigrantes están cambiando la cultura, y que los demócratas se enfrenten con sus correligionarios de los sindicatos, quienes creen que los inmigrantes privan a los trabajadores estadounidenses de puestos de trabajo.

La verdad es que estamos hablando de una larga y difícil lucha. Poderosos intereses tratarán de que el acuerdo fracase. Uno puede cansarse, frustrase y, simplemente, darse por vencido.

Examinemos el historial de Washington. Han pasado 27 años desde que el Congreso aprobó una importante reorganización del sistema de inmigración, con un camino a la ciudadanía para los que estaban viviendo en el país ilegalmente. Han pasado 12 años desde que George W. Bush inició el debate actual sobre una reforma migratoria integral. Y han pasado seis años desde que el Congreso estuvo cerca de aprobar un acuerdo de ambos partidos, que combinaba seguridad en las fronteras y una categoría legal para los indocumentados con lo que, tradicionalmente, ha sido la piedra de la discordia: trabajadores invitados para las industrias estadounidenses, que deben llenar, como solía decir Bush; los “puestos de trabajo que los estadounidenses no desean realizar”.

Y ahora, los medios, los grupos de defensa de la inmigración y el establishment político quieren hacernos creer que ambos bandos se han unido y han llegado a un acuerdo en sólo cinco meses. Ése es el tiempo transcurrido desde que los republicanos recibieron una paliza de los electores hispanos en la elección de noviembre.

Rubio, por ser parte integral de las deliberaciones del Senado sobre este asunto, ya que es miembro del “Grupo de los ocho”, no lo cree. Y está instando a la población a que tampoco lo crea.

Mientras otros miembros del “grupo” —como los senadores Lindsey Graham, de Carolina del Sur, y Charles Schumer, de Nueva York— fueron a los programas de charlas del domingo a fin de anunciar lo que, supuestamente, es un acuerdo entre las empresas y los sindicatos sobre los trabajadores invitados, y prometieron revelar ya la semana próxima la legislación real que llama a una reforma migratoria integral, Rubio emitió una declaración por medio de su oficina recordando a todos que no ha habido un acuerdo final.

Y eso es muy cierto. Hay un largo camino que recorrer antes de llegar a la ceremonia de la firma en el Jardín de Rosas. Las dificultades están en los detalles. Y mucha gente no puede leer el marcador porque ni siquiera sabe qué juego se está jugando.

A pesar de la histeria en los programas radiales, las advertencias en las páginas editoriales y las correspondientes opiniones de los expertos, la clave del debate migratorio nunca fue convencer a renuentes republicanos a aceptar el camino a la ciudadanía. Fue, en cambio, convencer a renuentes demócratas —especialmente aquellos de los estados amigos de los sindicatos, como Wisconsin, Ohio, Pennsylvania y Michigan— de que aceptaran la idea de traer miles de trabajadores invitados.

Grupos como la AFL-CIO dicen apoyar la reforma migratoria, pero no hay ninguna prueba de que sus bases hayan modificado su opinión de que debemos deportar inmigrantes ilegales y no, hallar maneras de que permanezcan legalmente en los Estados Unidos. Los sindicatos son como los políticos. Hay que ignorar lo que dicen y concentrarse en lo que hacen. Y lo que han hecho los sindicatos últimamente es insertar todo un frasco de píldoras de veneno en la negociación. Ya sea pidiendo jornales más altos para los trabajadores invitados, o incluso sugiriendo que toda estipulación para la reunificación familiar se extienda a las parejas del mismo sexo, los sindicatos y otros elementos de la izquierda parecen tener la intención de frustrar la reforma migratoria antes de que ésta despegue. Y si se les echa la culpa a los republicanos, aún mejor.

Los asistentes de Rubio afirmaron que el senador no estaba retirando su apoyo a la reforma migratoria ni sugiriendo que no podría llegarse a un acuerdo. Dijeron que él sólo quiere asegurarse de que sus colegas se tomen su tiempo y sigan el proceso normal, que incluye audiencias públicas y enmiendas de otros senadores.

Una vez redactada, la propuesta de ley comenzará su trayectoria legislativa en el Comité Judicial del Senado. En días recientes, pareció que el presidente Patrick Leahy, demócrata por Vermont, quiso procesar la legislación por la vía rápida para evitar inconvenientes.

Pero, como toda práctica en una democracia representativa, habrá inconvenientes. Es tarea de nuestros líderes resolverlos. No fingir que no existen.

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