Críticia de cine: ‘Oblivion’, un futuro que podría haber sido mejor
'Oblivion', el nuevo filme de Joseph Kosinski, director de 'Tron: Legacy', protagonizado por Tom Cruise y Morgan Freeman, si bien representa una nueva muestra de la brillantez visual de su cineasta, carece de ritmo y un guión bien estructurado
Un día, el director Joseph Kosinski hará una película simplemente extraordinaria.
De hecho, si el cine se midiera exclusivamente en la belleza y el poder de las imágenes, sin necesidad de que los diálogos y la historia “interrumpan” el devenir del relato, este cineasta, también arquitecto, ya contaría con un par de filmes memorables: Tron: Legacy, que supuso su debut hace tres años, y Oblivion, que se estrena hoy.
Desafortunadamente, aún nadie ha dado con la fórmula perfecta para eliminar libretos en el proceso de creación de un largometraje, por lo que, especialmente en el caso de Oblivion que ha sido clasificada PG-13, las deficiencias narrativas, que no visuales, de Kosinski resaltan de forma más que evidente.
El problema está en que el filme surge de un relato corto del director quien, a mediados de la primera década del siglo, lo escribió con la intención de convertirlo en su primera película.
La dificultad para hacer del proyecto una realidad le llevó a crear una novela gráfica con la historia de Jack (Tom Cruise), un encargado del mantenimiento de una serie de drones que, en el futuro, mantienen un ojo de alerta en la situación de la Tierra tras un apocalipsis surgido tras una guerra entre humanos y extraterrestres.
Jack vive con Victoria (Andrea Riseborough) en una plataforma que es un ejemplo de diseño futurista, mientras sueña una y otra vez con una misteriosa mujer que termina siendo Julia (Olga Kurylenko).
Su súbita aparición y la presencia de más humanos como los guerreros liderados por Beech (Morgan Freeman), que residen en una inmensa cueva y forman su propia resistencia contra los alienígenas abrirán las puertas a una situación que no sólo resultará confusa para Jack, sino también para los espectadores…
Lo dicho: Kosinski envuelve cada uno de los planos de Oblivion como si se trataran de su última oportunidad para demostrar su impronta visual, elegante, sofisticada y estilizada.
Lo mismo sucedía en Tron: Legacy, que contaba con la ventaja de unos personajes algo más carismáticos.
Por mucho que Tom Cruise se esfuerce en hacer de su Jack un héroe a regañadientes (y Cruise sabe cómo hacer eso muy bien) y por mucho que el director insista en considerar más importante el diseño estético que la coherencia argumental y el ritmo narrativo, Oblivion termina sufriendo el mal de la indiferencia.
Ni la breve aparición de Morgan Freeman o la presencia desaprovechada de Zoe Bell (Django Unchained) y Nikolaj Coster-Waldau (Mama) como miembros de la resistencia animan la función, que, eso sí, se beneficia de un trabajo fotográfico distinguido del chileno Claudio Miranda (ganador del Oscar por Life of Pi) y de una partitura musical fascinante y efectiva de M.8.3 y Joseph Trapanese.
Oblivion es uno de esos largometrajes que uno desea haber admirado más, porque elementos para ello los tiene, y muchos.
Sin embargo, cojea en su función principal: entretener sin respiro.