Trayvon y el racismo

Las multitudinarias protestas en contra de la absolución de George Zimmerman por la muerte de Trayvon Martin se volvieron a repetir el lunes por tercer día seguido en varias ciudades del país.

Las multitudinarias protestas en contra de la absolución de George Zimmerman por la muerte de Trayvon Martin se volvieron a repetir el lunes por tercer día seguido en varias ciudades del país. Crédito: AP

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El 13 de julio de 2013 seguramente pasará a la historia no sólo como la fecha en la que George Zimmerman fue absuelto del asesinato de Trayvon Martin sino como un día infausto en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos.

Pese a los avances logrados por los afroamericanos para terminar con la desigualdad que por años los condenó a un estatus de segunda clase, la exoneración de Zimmerman es un triste recordatorio de que el camino para lograr una verdadera justicia racial es todavía largo y está lleno de obstáculos.

Durante las dos semanas de comparecencias del juicio nos quedó claro que Zimmerman, un individuo deseoso de ser policía, decidió tomar la justicia por su propia mano la noche del 26 de febrero de 2012 cuando, al ver que Trayvon caminaba por su vecindario bajo la lluvia, le pareció sospechoso y empezó a perseguirlo.

Pese a que al dar aviso a las autoridades, éstas le ordenaron que no lo siguiera, Zimmerman desobedeció y esto dio lugar a un altercado con Trayvon, quien lo confrontó al darse cuenta de la persecución. La pelea terminó cuando Zimmerman disparó a quemarropa contra el joven afroamericano.

Para el jurado que escuchó los testimonios de ambos lados, pesó más la versión del abogado de Zimmerman, quien argumentó que el aspirante a policía se vio obligado a disparar en defensa propia por los puñetazos que le había propinado Trayvon.

Las seis mujeres que integraron el jurado le dieron menos importancia a la otra cara de la moneda: que la pelea se originó, en primer lugar, porque Zimmerman se dejó llevar por sus prejucios raciales y percibió como “sospechoso” a Trayvon solamente por el hecho de ser afroamericano y llevar un suéter con capucha. El muchacho no había cometido acción ilegal alguna. Simplemente se dirigía a la casa de su padre, después de haber ido a comprar unos dulces.

Muchos analistas consideran que el jurado se inclinó a favor de Zimmerman debido a que la fiscalía fracasó en su trabajo de demostrar, más allá de cualquier duda razonable, la culpabilidad del vigilante. Y agregan que, si en lugar de buscar la condena por homicidio en segundo grado lo hubieran acusado de homicidio involuntario, el veredicto hubiese sido diferente.

Es posible que tengan razón, pero lo importante ahora es que el mensaje enviado a la sociedad con la exoneración de Zimmerman es aterrador: básicamente nos dice que cualquier persona que perciba a otra como sospechosa puede perseguirla y, en un momento dado, confrontarla con un arma y matarla sin que haya consecuencias.

Las lecciones que nos deja esta tragedia son muchas, entre ellas que es indispensable retomar el diálogo para combatir por todos los medios posibles la violencia causada por las armas de fuego. Debemos aceptar también que, por más que tratemos de ocultarlo, el racismo en este país es un mal que está lejos de haberse erradicado y que es tarea de todos luchar contra él.

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