El pecado de la jurado

Un manifestante sentado en el parque Leimert, en la avenida Crenshaw, mientras participa en un encuentro de oración tras conocerse el veredicto que absolvió a Zimmerman de la muerte de Trayvon Martin, en Los Ágeles.

Un manifestante sentado en el parque Leimert, en la avenida Crenshaw, mientras participa en un encuentro de oración tras conocerse el veredicto que absolvió a Zimmerman de la muerte de Trayvon Martin, en Los Ágeles. Crédito: EFE

Sociedad

A fines de 2012, la Corte Superior de California en Orange County me convocó para participar en un proceso penal contra un sospecho de robo de raíces afroamericanas. De un gran número de ciudadanos, fui uno de los jurados pre-finalistas para tomar parte en ese proceso.

El abogado defensor, quien había sugerido mi candidatura, hizo todo lo posible para retenerme como parte del grupo que determinaría un veredicto en el caso. Seguramente entendió o supuso que mis cualidades académicas y experiencias personales en torno a cuestiones de etnia, racismo y otros temas sociales de la vida cotidiana se acomodarían mejor al caso.

Por el contrario, el abogado demandante (fiscal) conjeturó que precisamente esas cualidades profesionales y experiencias personales serían un impedimento para poder realizar un juicio que beneficiaría su posición.

Los tribunales de California dan oportunidad a las dos partes a aprobar u objetar a los jurados que van a tomar parte en el litigio. Por cuestiones de estrategia jurídica, el fiscal decidió liquidar mi nombre de la terna final de los jurados debido a que sintió que mi posición afectaría a sus intereses.

Esta pequeña experiencia personal puede ser utilizada para poner en contexto la falta de tacto profesional y estratégico por parte del fiscalía en el caso Trayvon Martin—George Zimmerman.

El gran pecado original del fiscal o el grupo de abogados que trató de “poner la soga” alrededor del cuello de Zimmerman fue no elegir a un jurado que propusiera imparcialidad en el caso.

Los seis jurados fueron mujeres de “raza” blanca. Ninguna de ellas tenía las vivencias ni la experiencia de un afroamericano en una sociedad estructuralmente intolerante y racista. Lo que es peor, ninguna de ellas tenía conocimiento de la cultura que encierra a toda una población de jóvenes afroamericanos que viven asustados por el simple hecho de tener una piel pigmentada de color negro.

Los comentarios de la jurado B37, en el programa de CNN conducido por Anderson Cooper, son fiel reflejo de una persona del grupo dominante que no es capaz de reconocer esos problemas.

Durante su entrevista, la jurado B37 criticó a Rachel Jeantel, amiga de Martin y testigo “auditivo” del caso –fue la última con quién Martin habló antes de ser ejecutado— por su falta de educación y coherencia en frente de los medios de comunicación. De acuerdo a su perspectiva, la honestidad y credibilidad de Jeantel fue malograda por su falta de expresión ante el público. La Jurado B37 nunca entendió el mundo de la joven negra y de los jóvenes afroamericanos de su edad.

Así, en casos polémicos, entremezclados de problemáticas raciales el mejor jurado es aquel que tenga afinidad con las dos partes. El jurado del caso Martin—Zimmerman estaba inclinado hacia la defensa. No hubo diversidad étnica en el jurado, nunca hubo entendimiento de cuestiones raciales de afectan a la sociedad norteamericana.

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