Activista que vive para las protestas

A los 80 años, María Guardado regresa a las manifestaciones tras enfermedad

De ser el ajonjolí de todas las manifestaciones en Los Ángeles, María Guardado paró unos meses por algo que no estaba en su agenda de lucha social: un cáncer de colon que no se ha ido del todo.

Pero ni eso, ni sus 80 años recién cumplidos, han impedido que la mujer salvadoreña se reincorpore al activismo que la ha llevado por todo Estados Unidos. “Quiero seguir hasta que me muera por la consciencia social que tengo. Es necesario seguir trabajando por la justicia social”, explica.

Guardado ha sostenido miles de pancartas frente a la Casa Blanca, el Ayuntamiento de Los Ángeles y tantos otros lugares de este país, abogando por las víctimas de tortura, los indocumentados, los débiles, los pobres, los que huyen, los que callan, quienes viven en las sombras.

En tres décadas ella ha sumado infinidad de protestas, marchas y conferencias con cualquier cantidad de organizaciones civiles, sindicatos o grupos religiosos. Han faltado oradores, pero ella no.

Sigue luchando, dice, porque ha visto un cambio mínimo a favor de los inmigrantes. “Para mí sigue igual y se ve en que no han querido aprobar la reforma migratoria a pesar de tantas marchas, de tanta presión”, comenta. “Hay principios ideológicos que el sistema capitalista no tiene y no los va a tener si no nos unimos quienes los necesitamos, la clase trabajadora”, insiste.

En su recámara (que un sobrino habilitó para su recuperación en su casa en el Sur de Los Ángeles) hay signos de sus ideales por todos lados: imágenes de monseñor Óscar Romero, fotos de manifestaciones, una calcomanía que exige “mil buses más” y un puño de madera con las siglas FMLN [Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional] y la frase “Viva El Salvador”.

El día de la entrevista ella portaba una playera de color rojo donde se leía: “Hasta la victoria siempre”.

Su primera acción en Los Ángeles fue dar su testimonio como sobreviviente de tortura en 1980. Ese año la secuestró un escuadrón de la muerte y casi la matan a golpes. “Me quebraron la columna, la cadera, el pecho, este brazo, me violaron”, relata y muestra sus brazos, donde aún se aprecian marcas.

El gobierno de EEUU le otorgó asilo político y una pensión por discapacidad física en 1983.

El activismo de Guardado no ha pasado desapercibido: recién se pintó un mural en su honor en Ciudad de México, hace una década se filmó un documental sobre su vida y una organización local impulsa la publicación de sus poemas (tiene unos 50). Cuando le diagnosticaron cáncer, sus compañeros de lucha le tendieron la mano y trataron de enviarla a Cuba, pero los médicos advirtieron que viajar la mataría.

“Todos pensaron que me iba a morir porque me vieron muy mal, pero sobreviví”, celebra.

Hace unas semanas, aún debilitada por el tratamiento para curar el cáncer, asistió al funeral de un activista nicaragüense y a un evento del partido FMLN. Por ahora las marchas están prohibidas.

Uno de sus poemas describe su espíritu inquebrantable: “Yo seguiré por las calles aunque me grites: ¡cállate, cállate, cállate!”.

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