Frida Kahlo, ahora vista por su ropa
Artista japonesa dedica libro a la mexicana
MADRID, España. La poética de la artista japonesa Miyako Ishiuchi reproduce el dolor, la creatividad y la apasionante personalidad de la mexicana Frida Khalo a través de la fotografía de algunas de sus prendas, recientemente descubiertas, que dibuja uno de los más originales y dulces retratos de la pintora.
El libro Frida by Ishiuchi (Editorial RM), que ahora ve la luz, recoge entre sus páginas imágenes de ortopédicos corpiños cuajados de vivas ilustraciones, zapatos de distinta altura que sortearon los efectos de la polio o faldas estampadas y bordadas con vivos colores, que, desde la ausencia, retratan a Kahlo (1907-1954).
Miyako Ishiuchi, reconocida fotógrafa con una trayectoria marcada por la realidad fragmentada, documenta las prendas descubiertas en la casa de la pintora en 2004, que permanecieron ocultas casi medio siglo en un baño, cerrado tras la muerte de la pintora por instrucciones de Diego Rivera.
“El cuerpo de Frida se habituó a su débil condición física. Sus vestidos fueron los instrumentos que utilizó para arroparlo”, comenta la artista japonesa en el prefacio del libro.
Con luz natural y una cámara analógica, la artista instaló su set de fotografía en el patio de la que fue la casa en que nació, vivió y murió Kahlo, La Casa Azul, que ahora hace las veces de su museo y donde reposan sus cenizas.
Sin retoque, ni postproducción, las fotografías que aparecen en “Frida by Ishiuchi”, bañadas por una tenue luz dorada, no tienen trampa ni cartón, salen directamente del ojo de la artista.
A través de los detalles de prendas -un pequeño roto, un tacón más alto que otro, una falda hasta los tobillos-, Ishiuchi retrata los testimonios que en ellos dejó la enfermedad de la polio y el accidente de tráfico que sufrió a los 18 años.
La belleza de las faldas del traje de tehuana (atuendo de mujeres de Oaxaca que solía llevar) contrastan con el dolor de su camisón de hospital y la crudeza de sus muchos corpiños de yeso, que ella misma pintaba con alegres motivos o con combativos símbolos comunistas.
Entre todos los objetos y prendas, llama la atención un lápiz para ceja, que la mexicana utilizó para destacar aún más su reconocible línea cejijunta; o los primorosos encajes y lentejuelas de uno de sus trajes más elegantes.
La mayoría de las prendas son sedas y algodones ya que su delicado cuerpo no podía cargar con telas pesadas: “Frida se vio obligada a convivir con la debilidad de su piel, carne y entrañas”, reseña la artista japonesa, que a través del detalle emprende un peculiar viaje a través del tiempo.
Pero las prendas que aparecen en esta obra, junto a varios objetos personales como joyas y maquillaje, no solo hablan del dolor que sufrió a lo largo de su vida, también de su particular estilo que la ayudaría a convertirse en uno de los iconos más presentes del siglo XX.
“Frida era consciente del poder de la vestimenta para construir y expresar su personalidad”, argumenta en esta edición Circe Henestrosa, comisaria de la exposición que vio la luz tras el descubrimiento de estas prendas, y quien sostiene que la mexicana adoptó el traje tradicional tehuano “para estilizar su figura y construir su identidad mediante la discapacidad, la etnicidad, la moda y el vestido.”
Enferma, dolorida, sensual, coqueta o combativa, todas estas facetas de la extraordinaria artista que fue Frida Kahlo han quedado impregnadas en su ropa como si de una de sus obras se tratara. “Me pinto a mí misma porque a menudo estoy sola y es el tema que mejor conozco”, solía decir.