Centroamericanos entre la espada y la pared

En todo el año fiscal 2013, la patrulla fronteriza en Texas capturó a 115 mil centroamericanos, mientras que sólo en los primeros siete meses del año fiscal 2014 capturó a 100 mil

Los gobiernos de Honduras y Guatemala siguen defraudando horrorosamente a sus ciudadanos. De paso, quizá el de México también. Es una manera de explicar por qué aumentó el número de migrantes que cruzan la frontera con Texas de octubre a la fecha, en relación con cuántos la cruzaron entre octubre de 2012 y septiembre de 2013. El 70 % de los migrantes detenidos en Texas son centroamericanos; el resto, mexicanos—un contraste con Arizona, donde los centroamericanos son el 20 %, según un informe de la Patrulla Fronteriza que cita la agencia de noticias EFE.

Otra razón es que los migrantes que prefieren recorrer una distancia menor y/o intentan cruzar la frontera sin ayuda de un coyote optan por entrar por Texas, en lugar de California, Arizona o Nuevo México, de acuerdo con activistas citados en la prensa. En Arizona, donde las condiciones agrestes del desierto dificultan el ingreso a EE.UU., las capturas de indocumentados se redujeron en un 24 %. Pero aumentaron en Texas aunque enfrentan mayores peligros en la parte de México que colinda con ese estado: Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y el sureste de Chihuahua.

En todo el año fiscal 2013, la patrulla fronteriza en Texas capturó a 115 mil centroamericanos, mientras que sólo en los primeros siete meses del año fiscal 2014 capturó a 100 mil. De estas cifras, el grupo predominante son los hondureños, un 40 por ciento. Es lógico que la mayoría, si emigra por motivos económicos, no pueda pagar las cifras que cobran los coyotes y que alcanzan los miles de dólares. Algunos, cuando llegan al norte Guatemala, sólo llevan la ropa que tienen puesta, y acuden a mendigar en una estación de buses para comer y continuar el viaje. No es inusual escucharles explicar que los asaltaron en el camino.

Es en el norte guatemalteco que algunos coyotes establecen quiénes son los migrantes que viajan por cuenta propia, para avisar a los traficantes del lado mexicano, y saber a quiénes van a secuestrar al detener los autobuses, para pedir rescate, obligarlos a traficar droga, o venderlos a las redes de tratantes de personas.

Los guatemaltecos son cerca del 36 % de los capturados en Texas, una cifra que también aumentó en relación con el pasado año fiscal. El resto son salvadoreños, pero la cifra va en descenso—al menos en la frontera con Texas.

El desplazamiento de niños y adolescentes migrantes (la mayoría, sin el acompañamiento de familiares) por la frontera aumentó en un 300 %, porque sus madres decidieron enviarles a EE.UU. para alejarlos de la violencia pandillera en Centroamérica, según reportes de prensa que citan a la Universidad de Arizona.

De aproximadamente 2009 data el caso de un adolescente guatemalteco que cayó en manos de los Zetas, y por quien su familia pagó unos $5 mil para rescatarle con vida. Este muchacho presenció el asesinato de otros migrantes que no pudieron pagar el rescate, y sufrió la desdicha de un amigo de infancia (con quien viajaba) que trasladó droga de México a EE.UU. para evitar morir, pero fue capturado y condenado a una larga sentencia de cárcel.

Otros no viven para contar el cuento. Apenas en julio, México repatriará los restos de ocho hondureños hallados entre los restos de 49 personas que los Zetas abandonaron en una carretera de Nuevo León (colindante con Texas) hace dos años. La identificación se dificultó porque los cuerpos estaban decapitados y carecían de extremidades. El hecho se conoció como la masacre de Cadereyta.

Las atrocidades que ocurren a los migrantes en México se han difundido lo suficiente como para que, quienes viajan, sepan a qué se arriesgan. Aun así, emigran. Lo hacen porque no encuentran oportunidades en sus países para salir adelante, porque sus gobiernos les han fallado. El número masivo y creciente de migrantes hondureños, guatemaltecos y mexicanos que dejan su país, aun cuando es doloroso separarse de sus familias, es un síntoma obvio, gigante, y con letras mayúsculas de que algo anda TERRIBLEMENTE MAL en la región.

El año pasado, el presidente de EE.UU., Barack Obama, pidió a los gobiernos centroamericanos hacer el esfuerzo de mitigar las razones de la migración, como una medida preparatoria hacia la reforma migratoria. Pero los migrantes (actuales y en potencia) se están quedando sin el pan y sin la torta. Y, en cuanto a su petición, Obama estaba y sigue arando en el mar.

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