Una marea de niños
Desde octubre del año pasado a mayo del 2014 se han detenido más de 46,000 menores cruzando la frontera
Inmigración
Se trata de una lacerante realidad que no es nueva. Es una tragedia que se viene cebando desde hace mucho tiempo. Pero que ahora se ha agudizado. Miles de niños venidos de países centroamericanos y de México han cruzado solos la frontera. Es una dificultad que los gobiernos —no sólo el de Estados Unidos- no han podido controlar. Esto incluye a las naciones de origen de los infantes, en especial a México, Honduras, Guatemala y El Salvador.
Muchas veces estos dramas se quedan en cifras. Nos acostumbramos a los hechos y a partir de allí la indiferencia. Por ello, es importante la conmoción que ha causado el caso de Gilberto Francisco Ramos Juárez, un muchacho de 11 años de edad cuyo cadáver fue descubierto en el Valle del Río Grande, cerca de la frontera entre Estados Unidos y México.
Al parecer el chico fue dejado sólo por los “coyotes” –quienes pasan ilegalmente a las personas a Estados Unidos. O bien se extravió. Se encontraba a menos de un kilómetro de la casa más cercana. El muchacho era originario de Guatemala, llevaba un rosario blanco en el cuello, con pantalones vaqueros y botas negras.
Su identificación fue posible porque tenía el teléfono de su hermano —quien vive en Chicago- en la cara oculta de la hebilla del cinturón que portaba. Desde ya, su familia en Guatemala pide alguna ayuda para llevar el cadáver al país.
Con certeza, el caso de Gilberto Ramos no es el último ni será el único. Cifras oficiales estadounidenses reportan que hace 13 años la cantidad de niños que trataban de cruzar el desierto fronterizo al sur de Estados Unidos no superaba la cifra de 6,700 al año. Las proyecciones del gobierno indican que para este año de 2014 llegarían a pasar unos 60,000 menores. Un dato más reciente, que ha sido confirmado: entre octubre de 2013 y mayo de 2014, los patrulleros de la frontera han detenido ya a 46,188 menores de 17 años de edad.
Es cierto que muchas de las causas tienen que ver con las familias. Con la organización, funcionamiento y estabilidad de las mismas. Uno se podría preguntar, especialmente porque se trata de menores ¿en dónde están sus familiares? Y la verdad es que pueden no ser de ayuda. Muchas unidades familiares no pueden convivir dadas las urgencias de la pobreza, las angustias cotidianas de necesidades permanentemente insatisfechas.
Es allí en donde se concentran muchos factores estructurales, añejados desde siempre en México y Centroamérica –región mesoamericana- que han venido extendiendo y profundizando sus efectos. No se tienen mayores oportunidades en este tipo de sociedades. Y la educación pública que podría estar relativamente al alcance de los pobres, no es garantía de poder superar las necesidades. En México existen aún 5 millones de analfabetos, para poner tan sólo un aspecto ilustrativo.
En Honduras y Guatemala las condiciones hacen que estos países se ubiquen –junto a Haití y Nicaragua- entre las sociedades más vulnerables de América Latina y el Caribe. Países que tienen que arrastrar niveles de inequidad significativos; cuyas condiciones de vida, de inseguridad, de prevalencia de desempleo, subempleos de rebusque, y de violencia les hace estar al borde de ser “estados fallidos”.
En la perspectiva de estas naciones no hay mayores esperanzas. La gente podía creer en ciertas transformaciones sociales. Pero se cierran las opciones políticas y los ejércitos represivos y policías sin remilgos a la hora de aplicar torturas, dejaron claro que los privilegios de las acomodadas élites no se discutían.
En el fondo se trata de eso: la presencia de amplios sectores pobres –en Centroamérica promedian, con excepción de Costa Rica, un 52 % de la población. La pobreza tiende a generar más pobres. Se deben tener hijos que cuiden en la vejez. Los sistemas de seguridad social no les dan cobertura.
Y se deben tener bastantes críos, dado que la muerte acecha a la vuelta de cada esquina, en una bala perdida, o en una enfermedad que viene desde la Alta Edad Media y para la cual no alcanza el dinero como medio de acceder ni a medicinas ni a médicos.
Lo atractivo de Estados Unidos, de poder llegar a las grandes ciudades, es la esperanza de tener oportunidades, un empleo, de poder contar con medios que al menos permitan subsistir con un mínimo de decoro. Ni ahora ni nunca, la gente se deja morir fácilmente ni se suicida como primera opción ante las adversidades. Este drama de la frontera es en lo que desembocan las carencias de oportunidades que en las sociedades más injustas son moneda de uso corriente.