No tan claro como el agua

El agua potable es un recurso fundamental que exige una regulación clara que la proteja de la contaminación. Es lamentable que este principio básico cuente con una oposición incapaz de poder complementar la seguridad del agua limpia con el interés empresarial.

Esa es la actitud asumida por la mayoría de la Cámara de Representantes que en esta breve sesión legislativa votó en contra de que la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) aclare una norma federal sobre su jurisdicción para garantizar que la Ley de Limpieza del Agua se cumpla.

Esta ley fue aprobada en 1972, siendo posteriormente enmendada varias veces. Dos decisiones de la Suprema Corte en 2001 y 2006, limitaron el alcance de los reguladores federales, dejando sin claridad la autoridad del EPA sobre la vías acuáticas intermitentes. En marzo, el EPA estableció una norma como aclaración a los fallos judiciales, ampliando en 3% el número de casos en su área con humedales, como pantanos y esteros, además de corrientes y arroyos. Según la Casa Blanca, estos integran un sistema de ríos, lagos y reservas que abastecen de agua potable a más de 115 millones de estadounidenses.

El voto de esta semana en la Cámara Baja es precisamente para dejar en la confusión lo que debería ser muy claro tanto para agricultores, empresas y todo aquel que bebe agua. Sin embargo, es más fuerte el antagonismo conservador hacia el EPA, una agencia creada por el republicano Richard Nixon a través de una orden ejecutiva.

Hay una oposición rabiosa en el Congreso a que el EPA vigile cuestiones de medio ambiente como la emisión de gases contaminantes. El cuidado del aire que se respira y del agua que se bebe no deberían causar una gran división. El Congreso debería hallar un equilibrio donde se reconozca la importancia de proteger lo básico para la vida y el interés económico de una sociedad de consumo. No obstante, no hay negociación posible para los opositores del EPA.

La fiebre anti regulatoria de muchos legisladores quiere eliminar el EPA a toda costa. Como no lo pueden hacer, tratan de despedazar su poder enfrentándolo en cada momento con el sector privado, como si fueran enemigos acérrimos irreconciliables.

Siempre se habla de la claridad regulatoria como una pieza fundamental para un ambiente empresarial adecuado. Hoy esa claridad, que incluso permitiría una demanda si se está en desacuerdo con la regulación, tiene como enemigos a quienes dicen querer salvar de la confusión al sector privado.

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