El mito del monolito

Una encuesta reciente del Pew Research Center halló que de los demócratas hispanos encuestados, el 52% pensaba que el partido manejaba incorrectamente la inmigración

No debe ser una sorpresa que los hispanos tengan opiniones diversas, y a veces en conflicto, sobre la inmigración; y no constituye una debilidad.

No debe ser una sorpresa que los hispanos tengan opiniones diversas, y a veces en conflicto, sobre la inmigración; y no constituye una debilidad. Crédito: Getty Images

“Gerardo Lamas, el portavoz oficial de todos los hispanos de Estados Unidos, renunció el jueves por la noche,” expresaba con toda seriedad el sitio de noticias satírico pocho.com este mes “‘… Nunca podré complacer a nadie. … La verdad es que es ridículo esperar que una persona pueda hablar en nombre de millones [de individuos] de orígenes, situaciones geopolíticas, castas económicas y culturas regionales diversos,’ dijo.”

No es de sorprender que los bufones de una cultura reiteren cómicamente que la idea de una “comunidad hispana” homogénea es sólo ficción.

Últimamente, parece que la idea principal del “poder de los números” se está resquebrajando.

Están los que creen que el presidente Obama hizo lo correcto al retrasar una acción ejecutiva para los inmigrantes ilegales hasta después de las elecciones de mitad de período. Y hay otros que están enfurecidos porque el presidente se retractó de sus palabras, y ahora han perdido toda su fe en él.

Están los que creen que la única manera en que los hispanos van a obtener el poder político que anhelan —el suficiente para que los líderes de los partidos no los ignoren cuando las cosas se ponen candentes- es participar en cifras históricas en cada elección, hasta que los candidatos los tomen en serio. Pero también están los que dicen que es necesario un boicot en los comicios, para castigar a los demócratas por no ser más valientes con respecto a los asuntos migratorios.

Hasta los que están sólo ligeramente interesados en los detalles de la política, pero a quienes les importa el panorama general, deben quedar advertidos: Ya no se aprecian las opiniones matizadas en los asuntos de la inmigración.

Según los miembros del movimiento de los “soñadores” —muchos de los cuales están pidiendo la legalización y ciudadanía final prácticamente de cuanto inmigrante ilegal está en el país, e incluso la de algunos que ya han sido deportados– uno está o bien ” a favor” de los inmigrantes o si no, es un fanático, xenófobo, lleno de odio.

De hecho, si uno es hispano y no está dispuesto a tirar la toalla con respecto a la idea de que habrá una reorganización de la inmigración, llevada a cabo por ambos partidos –o no está preparado para considerar la noción de abrir la frontera sur a todo el que necesite asilo económico– bueno, quizás, en realidad, ni es hispano.

Aunque los íconos hispanos Dolores Huerta, co-fundadora de Campesinos Unidos de Estados Unidos, y el líder sindical Eliseo Medina han sido incluidos en un grupo de apologistas de Obama no muy admirados, nadie se ha enojado lo suficiente para denunciarlos públicamente diciendo que no son “verdaderamente” hispanos.

Sin embargo, según el investigador de Latino Decisions, Gabriel Sánchez, el Fiscal General de Nuevo México, Gary King, que se presenta como candidato a la gobernación contra la gobernadora en ejercicio, Susana Martínez, parafraseó a Huerta y criticó a su adversaria al decir: “‘Ella [Huerta] dijo que no se puede salir y votar por alguien para gobernador sólo porque tenga apellido hispano, dijo que hay que mirarlos y descubrir si tienen un corazón latino.’ King declaró después, ‘Y sabemos que Susana Martínez no tiene un corazón latino,'” refiriéndose a su postura de línea dura en cuanto a la inmigración ilegal.

En el artículo de su blog, “La política de la representación latina en Nuevo México,” Sánchez se maravillaba: “Un hombre blanco, no-hispano adoptó el papel de árbitro de la autenticidad hispana, y afirmó que la única gobernadora hispana en la historia de Estados Unidos no es suficientemente hispana de corazón.”

Así son las cosas en la actualidad. Se puede ser uno de “nosotros” o uno de “ellos” —y es infinito el número de personas que lo calificarán a uno de esa manera sobre la base de la opinión que uno tenga con respecto a la inmigración.

Sin embargo, toda esa premisa es una falacia. No hay una idea peculiar, unificada sobre la inmigración que pueda servir como prueba definitoria de la autenticidad hispana de un individuo.

Una encuesta reciente del Pew Research Center halló que de los demócratas hispanos encuestados, el 52% pensaba que el partido manejaba incorrectamente la inmigración. Pero casi un 10% de los encuestados dijo que su insatisfacción surge de que el partido está demasiado dispuesto a permitir que los inmigrantes que viven ilegalmente en Estados Unidos obtengan categoría legal.

No debe ser una sorpresa que los hispanos tengan opiniones diversas, y a veces en conflicto, sobre la inmigración; y no constituye una debilidad. La fuerza de los hispanos está en su diversidad, y les conviene más ser una realidad confusa que un mítico monolito.

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