Las 5 preguntas de una controladora
Primero aclaro: no se trata de encasillar a nadie con etiquetas ni adjetivos. Se trata de identificar esas actitudes que muchas mujeres tenemos, aceptarlas y cambiarlas para que nuestra vida sea más feliz? y de paso, la vida de los demás. Las mujeres controladoras están prácticamente en todos lados, especialmente entre mujeres que son madres y entre mujeres que son? (piensa un poco, seguro imaginas quiénes)? suegras (¡adivinaste!)
Pero un momento, no se ofenda nadie: todas tenemos un poco de controladoras. Un amor que ofrece sobreprotección, el temor de que la persona amada sufra o se equivoque, o incluso la inseguridad que escondemos en un rincón de nuestro ser, puede sacar a flote a la controladora que llevamos dentro. Por eso mamá nos sugiere dulcemente que sigamos sus consejos al pie de la letra, o nuestra querida suegra nos brinda free-advice sobre cómo tratar a su amado hijo o cómo educar a nuestros hijos.
Una mujer controladora vive en la ilusión de que tiene todo bajo control. Y dentro de esa fantasía, siempre que las cosas no salen como imaginaba, se pregunta:
- ¿Cómo es que no se dan cuenta que tengo razón? Una mujer controladora asume que tiene fórmulas correctas para enfrentar los problemas y que bastará con dar instrucciones a los demás para que todo salga perfecto. Cuando sale mal, a pesar de sus fórmulas, es culpa de los demás.
- ¿Qué tiene de malo exigir? Al asumir que sus fórmulas son correctas, prácticamente exige que sus instrucciones sean obedecidas al pie de la letra. Y esa exigencia puede incluso tener tonos violentos.
- ¿Tolerancia a la qué? Algo que realmente enoja a una controladora es la frustración, porque implica asumir que las cosas no siempre (generalmente) salen como imagina.
- ¿Por qué no hacen como yo digo? Una controladora está convencida -y trata de convencer a los demás- de que todo estaría mejor si siguiéramos sus sugerencias.
- ¿Por qué no pueden tener todo bajo control? En su fantasía de que puede guiarlo todo, una controladora no se explica cómo el resto de las personas no pueden ordenar, disciplinar, manejar o conducir una situación. Casi nunca considera diferencias ni circunstancias particulares de cada quien, y está tan ocupada en ver cómo los demás se equivocan que no nota sus propios errores.
Si haces un examen honesto seguro te habrás hecho estas preguntas a ti misma en más ocasiones de las que te gustaría aceptar. La clave para soltar a nuestro fantasma controlador está en respetar y confiar en los demás.