Familiares por fin se reencuentran

La Caravana de Madres Centroamericanas "Una década de esperanza" recorre el país desde el pasado viernes

Leonila Guerra y su hermano Oswaldo se abrazan luego de 17 años.

Leonila Guerra y su hermano Oswaldo se abrazan luego de 17 años. Crédito: Movimiento Migrante Mesoamericano.

MÉXICO.

Se internaron en dos pueblos recónditos de México para pasar desapercibidos, evitar la deportación y hacer una vida nueva, lejos de la pobreza de Centroamérica y, aunque en este país no había gran diferencia en la calidad de vida, hallaron su hogar.

Oswaldo Guerra se enamoró hace 17 años de una mexicana en Coatzacoalcos, Veracruz (sureste), cuando pretendía llegar a Estados Unidos. Yanel Acosta volverá a ver su madre Mariadelmi Navarro en el poblado que lo acogió: San Sebastián Tenochtitlan, Hidalgo.

Guerra y Acosta no se comunicaron con los suyos porque no tenían teléfono y, con el paso del tiempo, no sabían si la familia se había mudado o si otros dramas de la inseguridad y la pobreza los habían golpeado. Y así se fueron los años hasta que los padres y hermanos, hartos de esperar, vinieron a buscarlos a México.

“Estos encuentros dan mucho ánimo a las madres”, afirma Rubén Figueroa, del Movimiento Migrante Mesoamericano, que encabeza la Caravana de Madres Centroamericanas “Una década de esperanza” que recorre el país desde el pasado viernes.

Desde 2005, cuando la organización M3 comenzó a contabilizar a los centroamericanos extraviados en este país, con sus padres que vienen a buscarlos, suman 200 reencuentros de hondureños, guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses. El año pasado fueron 12.

Los encuentros son cuestión de paciencia. Hace meses que Figueroa fue a buscar a Guerra después de que, a través de la página de Facebook del M3, una mujer lo contactó para decirle que conocía a “uno que había perdido el contacto con la familia” .

En San Sebastian Tenochtitlan, el migrante grabó un mensaje explicando las razones de su ausencia y así fue como en Comoayagua, Honduras, los hermanos supieron de él. Ya no lo vieron sus padres pues murieron.

A pesar de que el recuentro de Guerra con su madre no se materializó, Leonila, la hermana de éste, transmitió toda la alegría al hijo ausente en un emotivo encuentro

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