La gran disyuntiva republicana
Hace unos días, en un foro con The Wall Street Journal, el ex gobernador de la Florida y potencial aspirante a la nominación presidencial republicana, Jeb Bush, afirmó que para tener éxito un candidato debe estar preparado para perder la primaria, a fin de poder ganar la elección general “sin violar tus principios”.
Obviamente Bush habló en sentido figurado, retando a su partido a ser práctico si pretende volver a pisar la Casa Blanca.
En las primarias republicanas, sobre todo en los dos pasados ciclos electorales 2008 y 2012, los aspirantes suelen irse a la derecha del más derechista para apelar a la base ultraconservadora y alzarse con la nominación, aunque eso suponga oponerse a asuntos que hayan defendido. El mejor ejemplo fue John McCain en 2008 cuando dijo que votaría en contra de su propio proyecto de reforma migratoria. El problema viene después, cuando pasada la primaria, ese nominado republicano tiene que apelar a los otros sectores de votantes requeridos para ganar la elección general: independientes y minorías, como los electores hispanos, entre otros. En 2012, al nominado republicano Mitt Romney le pasó lo mismo tras abogar por el concepto de autodeportación en las primarias.
Bush fue un gobernador ampliamente conservador en la Florida y a quien se le tacha de moderado, sobre todo por sus posturas en favor de una reforma migratoria que ofrezca una vía de legalización para millones de indocumentados. Su postura lo distingue de otros potenciales aspirantes de su partido y, sin duda, lo destaca del extremismo asumido por el Partido Republicano en el Congreso, enfrascado en bloquear la acción ejecutiva del presidente Obama.
Mientras Bush pondera su decisión, la pregunta obligada es si el ex gobernador de Florida, casado con una mexicana y con posturas migratorias moderadas, sobreviviría una primaria republicana sin violar sus propios principios.
Hasta ahora, los esfuerzos republicanos por atraer el voto latino son nulos. La semana pasada, la respuesta republicana de la Cámara Baja de mayoría republicana a la acción ejecutiva no fue llevar al pleno el proyecto de reforma migratoria que ya aprobó el Senado, el S.744, o someter su propia versión, sino aprobar un proyecto para bloquear la directriz. Fue un gesto para aplacar a los antiinmigrantes que al menos en este Congreso no tenía posibilidad de aprobación en el Senado aún demócrata y, aunque lo tuviera, la Casa Blanca advirtió que lo vetaría.
De cara a 2016, ¿querrá el Partido Republicano perder la primaria para ganar la general? Esa es la gran disyuntiva republicana