Editorial: No es la religión, es la intolerancia

El gran problema es querer imponer a otros valores fundamentalistas

Miles salieron a las calles a protestar el cruel ataque a la revista.

Miles salieron a las calles a protestar el cruel ataque a la revista. Crédito: EFE

@LaOpinionLA

La matanza de París cometida por extremistas musulmanes no es el problema de una religión, sino el producto del fanatismo fundamentalista y de la intolerancia, características que no pertenecen exclusivamente a una creencia.

Los asesinos de los periodistas y caricaturistas de Charlie Hebdo impusieron con las armas una interpretación de la ley islámica, matando a quienes se burlaron de Mahoma. La intolerancia los llevó a enojarse y a asesinar a gente que no comparte sus mismos valores. El fanatismo religioso los llevó a querer imponer sus valores con la violencia que invalida las ideas y las creencias.

Es lamentable que esta tragedia permita atacar el colectivo de una religión, especialmente una que tiene las mismas raíces que el cristianismo y el judaismo. El islamismo pasa por un momento de interpretaciones conflictivas con resultados mortales y aberraciones extremistas, como es el precario califato de Isis. Lo que no se puede hacer es leer literalmente el Corán con el fin de llegar a la conclusión de que el islam es una religión de odio. Muchos pasajes de la Biblia si fueran tomados literalmente no pasarían esa prueba. Mucho menos lo harían las cruzadas del medioevo en que los nobles cristianos y la iglesia cometieron las peores crueldades en nombre de la fe.

Es muy sencillo declarar que esta es una guerra de civilizaciones, un combate de religiones. Esto ayuda a separar los buenos de los malos. Pero la intolerancia y el fundamentalismo religioso tiene más que ver con la condición humana que con una interpretación divina.

El fanatismo ataca a los no creyentes con violencia, pero también a musulmanes moderados e ilustrados que anhelan una religión de paz y tolerante, no la aberración integrista que hoy sufre el mundo islámico desde Argelia hasta el extremo oriente.

La religión tiene un espacio privado y público que debe ser respetado. Cada uno cree que su Dios o espiritualidad es la verdadera, pero no por eso debe ser impuesta a balazos ni por gobiernos que no entienden la diversidad religiosa y moral y las anulan para sojuzgar a todos. Esa es la intolerancia y el fanatismo que no usa armas sino leyes basadas en una religión excluyente incompatible con la democracia plural.

La amenaza a la libertad de fe y expresión no tiene religión. Lo peligroso es el miedo a la diferencia, la intolerancia y el fundamentalismo que hace perder de vista la diversidad de la naturaleza humana y el pensamiento. Esa es la tiranía que convierte en enemigo al que no piensa como uno


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