La peripecia griega

Se espera un rifirrafe entre Bruselas y Atenas para tener una política que aún pueda salvar el euro

El nuevo primer ministro griego, Alexis Tsipras.

El nuevo primer ministro griego, Alexis Tsipras. Crédito: EFE

Esta antiquísima palabra que ya se menciona en La Ilíada y La Odisea refleja en el mejor de los sentidos el drama griego luego de la fulminante victoria de la coalición de izquierdas, Syriza, el pasado domingo 25 de enero, que ha convertido a Alexis Tsipras en el nuevo primer ministro del país heleno.

Syriza es un acrónimo griego de “Synaspismós Rizospastikés Aristerás”, que significa Coalición de Izquierda Radical, un cóctel político de ecologistas, socialistas extremistas, anarquistas, comunistas, trotsquistas, maoístas y otras agrupaciones anti-sistema unidas por su férrea oposición a los dictados de la Unión Europea (UE) y a la política de austeridad ordenada por el Banco Central Europeo (BCE), que ha terminado aumentando el desempleo y ha dejado en bancarrota la economía de Grecia, debido a la onerosa deuda pública que con 316 mil millones de Euros (unos 356 mil millones de dólares al cambio actual) alcanza el 176 % del Producto Interno Bruto (PIB) de la nación balcánica.

El caso de Grecia no es aislado, pues en varios países europeos se consolidan movimientos políticos atípicos, que debido al desprestigio de la clase política tradicional, han cobrado auge. Tal es el caso del movimiento “Podemos”, en España, que se perfila como una de las principales fuerzas políticas a futuro o del partido de los Verdes, en Alemania, que ya ha sido miembro de gobiernos centrales en el país germano.

La contradicción entre Bruselas y Atenas es debido a las políticas económicas, pues mientras Syriza quiere mitigar la austeridad y reestructurar la deuda pública, y en el mejor de los casos renegociarla, la UE sostiene que Grecia debe de honrar sus compromisos y respetar los tiempos impuestos. Ello incluye las compras a gran escala de la deuda pública de Grecia anunciada por el BCE hace diez días, que tiene un impacto decisivo en el gobierno alemán, toda vez que Alemania es prácticamente el principal sostenedor de la moneda común de la UE, el Euro.

Para la UE el triunfo de la izquierda radical en “Hélade”, nombre antiguo de Grecia, es otro quebradero de cabeza adicional que viene a sumarse a la crisis que mantiene con Rusia, incluyendo varias sanciones y boicots económicos a las exportaciones rusas, debido a la participación del Kremlin en la crisis de Ucrania, país virtualmente dividido entre los prorrusos anexionistas y el gobierno ucraniano prooccidental que busca su ingreso a la UE.

Sin embargo el país heleno no está para tafetanes, pues el martes 27 de enero, luego del anuncio de la formación del gobierno de izquierdas, el índice general de la bolsa de Atenas (Athex), cayó en más del 5 %, debido al compromiso electoral del nuevo gobierno de reestructurar la deuda y renunciar a la política de austeridad impuesta por la UE a Grecia.

Se espera en este terreno un rifirrafe entre Bruselas y Atenas para consensuar una política que aún pueda salvar la moneda única, el Euro, y esa aspiración, convertida cada vez más en sueño utópico, llamada Unión Europea.

La joven izquierda griega está simbolizada por el primer ministro Alexis Tsipras quien, sin corbata y la camisa abierta, por ser ateo, no juramentó sobre la Biblia y depositó flores en el monumento a los partisanos comunistas que combatieron a los nazis alemanes durante la Segunda Guerra Mundial

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