Editorial: Sequía y los inmigrantes

El consumo de agua por parte del sector agrícola refuta la idea que los inmigrantes latinos son la causa de la sequía de California

Un hombre trabaja en la cosecha de fresas en Oxnard, California.

Un hombre trabaja en la cosecha de fresas en Oxnard, California. Crédito: EFE

Una sequía que ya dura cuatro años ha reducido drásticamente la capa de nieve en las cordilleras que proveen a California con la tercera parte del agua que usamos. Es una emergencia.
Después de muchos años de olvidar que ésta es una zona desértica, Sacramento tomó conciencia de la crisis.
En cuestión de semanas, se montaron mecanismos de control y se emitieron ordenanzas de ahorro. Se gastaron millones en reemplazar el césped en las casas por pedregullo y cactus.
El gobernador Jerry Brown fijó metas ambiciosas en la reducción de uso del precioso líquido en zonas urbanas.
Las metas se cumplieron de inmediato y con creces. Ya en el primer mes – y eso que este junio fue el más caluroso de la historia – el consumo bajó en 27%, superando la meta de 25% .
Los logros se debieron a la percepción de urgencia por parte de los residentes, que quisieron contribuir con su granito de arena: redujeron el uso del toilette y la ducha, minimizaron el riego, dejaron de lavar el auto en casa.
Pero la contribución de la comunidad solo puede generar un ahorro limitado, porque la industria agropecuarias – y éstos son los números importantes – utiliza el 80% del agua de California para producir la tercera parte de las verduras y el 65% de las frutas y nueces que se consumen en Estados Unidos.
Cada estadounidense consume 300 galones de agua por semana solo por comer nuestros productos agrícolas.
Según datos de la Universidad de California en Davis, para producir dos aceitunas se usa 1.4 galones de agua; 16 almendras – 15 galones. Un huevo: 18 galones de agua; 3 nueces – 7 galones. Y tres mandarinas: 42 galones y medio.
El agro podría tener que tomar decisiones históricas: sustituir unos cultivos por otros quizás menos lucrativos; intentar cambiar los gustos del consumidor; trasladar los cultivos a otros estados – con probable resultado de más cesantía laboral aquí. Soluciones difíciles y costosas, ojalá no sean inevitables.
Pero estos números son importantes también para refutar una perniciosa opinión, según la cual los inmigrantes latinos son la causa de la sequía de California, porque constituyen la mayoría del crecimiento de su población y porque, bueno, beben agua.
Estas acusaciones defienden y estimulan la creciente hostilidad contra los inmigrantes, en momentos en que los precandidatos presidenciales republicanos se dedican a denigrar a los latinos en general y los mexicanos en particular.
Que son, precisamente, muchos de quienes trabajan en el cultivo de vegetales y frutas en California, desde donde se alimenta a todo el país.

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