Navidad nostálgica para inmigrantes que llevan décadas sin ir a su tierra

Extrañan no sólo a su familia sino las tradiciones como las fiestas tradicionales, la comida, sus pueblos, la convivencia con amigos y conocidos; llevan el peso de no visitar sus pueblos durante décadas

Everardo Pérez y su esposa Verónica no han pasado la Navidad con sus familiares por varias décadas. /AURELIA VENTURA

Everardo Pérez y su esposa Verónica no han pasado la Navidad con sus familiares por varias décadas. /AURELIA VENTURA Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinion

Juan Méndez lleva una carga muy fuerte en su corazón que se hace más grande durante Navidad. Y no es para menos, hace 33 años que dejó su pueblo Villa Hidalgo de Yalalag en Oaxaca y  no ha regresado. “Allá tengo hermanas y a mi mamá de 70 años. Lo que más me gustaría es poder abrazarlos”, dice Juan Méndez.

La verdad que es muy triste para los inmigrantes que no tenemos papeles, no poder ir a nuestra tierra en Navidad y convivir con la familia. No se diga cuando han pasado tanto años. A mis hermanos todos los días les hablo, y a mi mamá le voy hablar esta tarde’”, dice Méndez quien se gana la vida como cocinero.

Aunque se tienen uno al otro, y a sus hijos como esta pequeña Zirel, Juan Méndez y Reynalda Díaz se sienten muy tristes de tener años de no poder viajar a México a pasar la Navidad en sus pueblos con familia y amigos. (Araceli Martinez/La Opinión).
Aunque se tienen uno al otro, y a sus hijos como esta pequeña Zirel, Juan Méndez y Reynalda Ríos se sienten muy tristes de tener años de no poder viajar a México a pasar la Navidad en sus pueblos con familia y amigos. (Araceli Martinez/La Opinión).

Su esposa Reynalda Ríos lleva 15 años de no ir tampoco a México. “Extrañamos mucho a la familia pero también las tradiciones de nuestro pueblo como la posada al aire libre donde todos llevan un plato de comida tradicional, y uno puede comer lo que quiera. Por ejemplo en la Nochebuena, toda la gente se reúne en la casa del vecino que recibe al Niño Dios y rezamos, comemos, bailamos, cantamos”, comenta.

Dice que en esta época navideña extraña su tierra natal, la unión de familia y amigos y hasta el aire que se respira en su pueblo. “Anhelo mucho recorrer los pasos andados durante la niñez”, comenta.  Díaz dice que espera poder ir la próxima Navidad, ya que acaba de obtener un permiso de trabajo debido a que como tiene una hija que es sordomuda, logró un alivio migratorio.

Hace 16 años que Marú Galván, una incansable activista de la Coalición por los Derechos de los Inmigrantes de Los Ángeles (Chirla) que no ve a su mamá Virginia Sánchez ni a su hermana y hermano. “Ni siquiera tengo fotos en papeles de ellos”, dice. Galván, un inmigrante del Distrito Federal.  Aunque tiene a su esposo y a sus dos hijas en Los Ángeles, echa mucho de menos a su madre y hermanos durante las fiestas navideñas. “Pero extraño todo en Navidad, mi familia, la comida, todo lo de México”, dice con voz triste, a punto de llorar por la melancolía.

Quisiera poder irme metida en los paquetes de regalos que les envío cada Navidad”, confiesa.

Everardo Pérez llegó a los 18 años a Los Ángeles procedente de la capital mexicana, el Distrito Federal. Ahora tiene 45 años y no ha regresado nunca a su tierra de origen. “Todas las navidades son difíciles. Mi mamá murió hace dos años, y aquí tengo dos hermanos pero allá está toda mi familia, tíos, primos”, expone.

Pérez dice que normalmente en esta temporada lo invade la nostalgia. “Es una tristeza y añoranza por las reuniones familiares en la casa de la abuelita. Se extraña a los amigos también mucho. Aunque uno hace nuevos amigos aquí en los Estados Unidos, no es lo mismo. No es la misma hermandad ni la misma amistad”, anota.

Cuando recién emigró, reconoce que las navidades eran más duras. “Se perdía totalmente la comunicación porque las llamadas por teléfono eran muy caras. Hoy con el Facebook y el Internet se siente menos. Puedes hablar con tus familiares por Skype y los puedes ver. Aunque de todos modos uno extraña mucho en Navidad el olor de su tierra y la casa que dejó. Es bien duro”, admite.

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