Hay que prepararse para las elecciones
Quienes no pueden votar tienen un papel para motivar y respaldar al elector más cercano
En el capítulo 17 del evangelio de San Lucas, Jesucristo advierte a la gente que deben prepararse para lo que está por suceder. Me suenan en mis oídos su aviso mientras que contemplamos la posibilidad de Donald Trump en la Casa Blanca, mientras que tanta gente nuestra sigue con sus vidas diarias como si no hubiera ningún peligro. Aquí pueden leer como Jesucristo advirtió al pueblo en aquella época de la antigüedad:
“Comían, bebían y se casaban hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y los destruyó a todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: Comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban. Pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos.”
La amenaza de Trump, a la cual Cruz hace eco, de deportar a 11 millones de indocumentados y como 1.5 millones de “soñadores”, de quitarles su ciudadanía a cinco millones de niños nacidos en los EEUU con madres y padres indocumentados, y de erguir una muralla para separar para siempre nuestras familias, es un concepto cercano a lo del diluvio de Noé. No obstante la gente sigue bebiendo y comiendo, comprando y vendiendo, sembrando y edificando.
¿Acaso hay alguien que está construyendo un arca?
Estoy enterada que millones de indocumentados y residentes legales no tienen el derecho del sufragio. Es una sensación horrible sentarnos y ver como otros votan en una elección que nos impactará tan seriamente. Aun así tenemos tareas que cumplir. En los Estados Unidos hay 26 millones de latinos que son elegibles a votar. Aquellos votantes son nuestros protectores.
También son miembros de nuestras familias, o hasta nuestros hijos, vecinos y compañeros de trabajo. Pero millones de ellos no se van a inscribir a votar ni votar, al menos que los que tenemos tanto en juego en estas elecciones les recordamos, y seguimos recordándoles.
Los residentes permanentes legales, los indocumentados, los soñadores y jóvenes que aún no cumplen los 18 años para calificar los a votar, representan un ejército de voluntarios altamente motivados para inscribir y movilizar los votantes.
“Voten por mí, por nosotros, pues nosotros no podemos votar”.
Cuando los latinos nos apoyamos unos a otros, sin y con papeles, católicos, protestantes y evangélicos, ancianos y jóvenes, inmigrantes o personas con raíces de generaciones de profundidad en el suelo norteamericano, empezaremos a fomentar la unidad necesaria para cambiar este país para el beneficio de todos.
Las elecciones que nos aproximan pueden conllevar grandes peligros pero también mucha seguridad si millones de latinos participan en números proporcionales a su potencial