El desgarrador diario de una adolescente que se suicidó
Sara Green tomó el alambre que se usa para encuadernar libretas y lo enredó alrededor de su cuello
Sara Green tenía 17 años cuando fue internada en una unidad especial de salud mental en Inglaterra. Mientras estaba allí se suicidió. La joven tenía un largo historial de problemas de salud mental, que comenzaron cuando tenía 11 años.
Pero le encantaba escribir y en sus diarios relató cómo fue la lucha que estaba viviendo. “Lloré muchísimo hoy. Y sé que mañana será peor”, escribió. Durante la elaboración de una serie sobre salud mental, la BBC tuvo acceso a sus diarios.
Fueron difundidos como un reflejo de la angustia que pueden sentir algunos pacientes jóvenes cuando son atendidos en centros para adultos.
Autolesiones
Antes de ser internada había sido víctima de acoso en el colegio e, igual que muchos adolescentes, se autolesionaba para mitigar su sufrimiento.
“No me aceptan en la escuela. Hay un límite en el número de insultos que una persona puede soportar. Me odian por lo que soy, pero lo cierto es que me odio a mí misma. No entiendo cómo he dejado que me afecte tanto lo que me hacen”.
También había desarrollado trastorno obsesivo compulsivo. A pesar de ello, logró resultados excelentes en sus exámenes y esperaba ir a la universidad.
En 2011, tres años antes de morir, tomó una sobredosis de antidepresivos. Su familia la descubrió a tiempo y fue referida a una unidad de terapia para jóvenes como paciente voluntaria. Eventualmente fue dada de alta. Pero sus problemas no habían cesado.
“Quiero decirles la verdad sobre cómo han empeorado las cosas. No estoy bien. Por dentro estoy destrozada”.
Tal como cuenta Insight, una organización independiente de ayuda legal que está asesorando a la familia Green, Sara siguió autolesionándose y en 2013 tomó otra sobredosis.
Entonces fue internada en una unidad para adultos en una clínica privada a 160 kilómetros de distancia de su casa.
Se esperaba que estuviera allí por un corto período de tiempo, pero permaneció nueve meses.
En su diario Sara describe lo mucho que extrañaba a su familia y el dolor de estar tan lejos de su casa.
“Quiero irme a casa. Sólo espero el momento en que mamá y Stacey puedan visitarme porque no poder verlas me ha hecho sentir mucho peor“.
A pesar de los esfuerzos del sistema de salud mental, no fue posible encontrar un lugar para Sara en una clínica más cerca de su casa. Y sus obsesiones empeoraron aún más.
“Lo que ha pasado es que ahora pienso mucho más en el suicidio que cuando llegué a este lugar. Y en este momento estos (pensamientos) son cada vez peores”.
En un mes Sara trató de estrangularse en ocho ocasiones. En marzo de 2014 Sara fue encontrada en el suelo de su habitación, con un alambre utilizado para encuadernar libretas en el cuello. Pese a los intentos del personal y de los servicios de emergencia no fue posible revivirla.
La investigación oficial sobre las causas de su muerte, realizada en abril de 2015, fue muy crítica de la forma como la clínica manejó su caso.
El médico forense concluyó que Sara no tenía la intención de morir. Declaró que no había sido un suicidio sino una autolesión provocada por el empeoramiento de sus ansiedades debido al prolongado preíodo que pasó en una clínica para adultos y tan lejos de su casa.
La clínica aseguró que cambiaría sus procedimientos y aprendería las lecciones.
“Sara estaba asustada porque sabía lo que estaba ocurriendo.”, le dijo la madre de Sara a la BBC. “Por eso esto tan difícil, porque ella sabía que no podía hacer nada al respecto. Y nadie pudo hacer nada al respecto“.
Tratamientos especiales
El caso de Sara no es único.
Los servicios de salud mental, tanto en Reino Unido como en otros países, parecen estar fallándole a niños y adolescentes.
Según Inquest, tan sólo en Inglaterra, desde 2010 han muerto nueve jóvenes mientras están internados en unidades de tratamiento psiquiátrico.
El caso de Sara ha puesto de manifiesto la necesidad de crear sistemas de tratamiento dirigidos específicamente a los jóvenes, cuya vulnerabilidad es muy distinta a la de los pacientes adultos. Y Sara lo dejó registrado en su diario.
“No quiero ser yo… quiero ser libre… necesito un remedio para curar este dolor … sé que sonrío, pero hace tiempo que no soy feliz”.