Por qué EEUU está perdiendo su superioridad militar frente a Rusia o China
La superioridad militar de Estados Unidos se ha visto erosionada hasta un nivel peligroso, advierten expertos independientes seleccionados por el Congreso del país, quienes alertan que la seguridad nacional se enfrenta a su mayor riesgo en décadas.
Un panel de expertos publicó un implacable y serio análisis sobre la estrategia de Defensa Nacional del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
“El rol global que Estados Unidos ha jugado durante muchas generaciones se apoya sobre la base de un poder militar inigualable (…). Hoy, no obstante, nuestro margen de superioridad se ha visto minado en importantes áreas”, señala el informe.
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“Existen -insiste el estudio- desafíos urgentes que deben ser atendidos si Estados Unidos quiere evitar un daño duradero a su seguridad nacional”.
El Congreso solicitó a la Comisión para la Estrategia de la Defensa Nacional que realizara un estudio independiente e imparcial sobre la estrategia de defensa del gobierno de Trump.
Fue presidido por Eric Edelman, un exfuncionario del Pentágono durante el ejecutivo de George W Bush, y el admirante Gary Roughead, ex jefe de operaciones navales.
Ambos son personas conocedoras del presupuesto de defensa, así como expertos en los pasillos del Pentágono.
“La seguridad y el bienestar de Estados Unidos se enfrentan a su mayor riesgo en décadas”, señala el informe.
“La superioridad militar de Estados Unidos se ha erosionado hasta un nivel peligroso“.
La amenaza china y rusa
La llegada del presidente Trump a la Casa Blanca coincide con un giro en las prioridades militares del país: lejos de las operaciones contra la insurgencia y la guerra contra el terror y más centradas en un potencial conflicto contra sus principales competidores, como China o Rusia.
Incluso aquellos competidores no principales, como Irán o Corea del Norte, están presentado nuevos y peligrosos desafíos.
Las implicaciones son enormes para el ejército estadounidense.
En lugares como Irak o Afganistán, por ejemplo, han estado operando en ambientes sin ninguna amenaza aérea a las fuerzas estadounidenses, y ningún desafío importante (aparte de la geografía) a sus comunicaciones, como el uso del GPS, etc.
Mientras tanto, potenciales adversarios -como China y Rusia- han estado estudiando al ejército estadounidense y continúan modernizando sus fuerzas armadas, reforzando sus ventajas tradicionales al mismo tiempo que exploran nuevas vías para contrarrestar la fuerza de Estados Unidos en áreas en las que ha sido dominante.
De hecho, la intervención rusa en la guerra en Ucrania demostró el extraordinario poder destructivo de la artillería rusa, ligada a sus sofisticadas capacidades de combate electrónicas, tanto para encontrar, fijar y destruir armamento ucraniano como para esconder la ubicación de las fuerzas rusas.
En muchas de estas áreas, Estados Unidos tiene mucho que hacer para ponerse al mismo nivel.
Eso significa readaptarse y reequiparse, pero es mucho más que eso. Requiere un esfuerzo masivo para impulsar la innovación y avanzar con tecnología clave: inteligencia artificial, redes de banda ancha de nueva generación, etcétera, que pueden proveer un elemento crucial de superioridad en una batalla futura.
Este informe suena como una advertencia. Si se le tuviera que dar una nota a los planes existentes del Pentágono, tras la lectura del documento yo le daría un aprobado pero no mucho más. Muchas buenas intenciones y cierto sentido de los grandes desafíos, pero planteamientos dudosos sobre cómo afrontarlos, y básicamente sin recursos suficientes para llevar a cabo la tarea.
Hay más de 30 recomendaciones detalladas.
Aquí presento algunas de las más importantes, resumidas y seleccionadas para dar una imagen del alcance del informe:
- Centrar el gasto en las acciones de EE.UU. y sus aliados contra China en Asia y contra Rusia en Europa
- Reducir el riesgo de la peligrosa dependencia de componentes importados desde el extranjero, por ejemplo, de China
- Mantener la presencia militar de Estados Unidos en Medio Oriente, incluso después de derrotar a Estado Islámico
- Ampliar las fuerzas estadounidenses para que puedan luchar dos guerras, ya que actualmente solo son capaces de afrontar una
- Proveer más tanques, misiles de largo alcance y artillería
- Crear más unidades de ingeniería y de defensa aérea
- Expandir la flota submarina de la Marina y ampliar sus fuerzas de transporte marítimo
- Proveer a la fuerza área de Estados Unidos de lo que necesite: en resumen, más de todo
- Mantener los cuerpos de la Marina en su actual número, no menos
El informe frena la grandilocuencia con la que el presidente Trump ha presentado su estrategia nacional de defensa. Pero este no se trata de un documento revolucionario, ya que comparte la visión estratégica que define el pensamiento del Pentágono.
Destaca los puntos donde los planes oficiales están pobremente fundamentados o son incoherentes. Es una llamada a un mayor gasto pero también a un gasto más coherente. Y recalca de forma muy útil la magnitud de la tarea.
Es descomunal.
El ejército estadounidense no es de ninguna manera una fuerza vacía.
Pero introducirse en el negocio de armamento de alta tecnología será caro. Las habilidades tradicionales tendrán que ser reaprendidas. Los nuevos desafíos, analizados y redirigidos.
El informe de la comisión contempla que Estados Unidos permanecerá como un gran actor militar alrededor del mundo en Europa, en Asia Pacífico y en Medio Oriente.
Diplomacia
Pero algunos de los problemas fundamentales yacen fuera del área militar: en la industria y en la amplia esfera de la diplomacia. El largo periodo de dominio militar de Estados Unidos durante la Guerra Fría se basó en una extraordinaria base científica e industrial con la que nadie podía rivalizar.
Los avances de investigación aeroespacial y otro tipo de tecnología relacionada con el sector militar se fundieron lentamente en la vida civil.
Hoy las cosas son muy diferentes. Es la investigación civil -en computación, electrónica y áreas cruciales como la inteligencia artificial- la que está impulsando el progreso tecnológico. Y Estados Unidos -aunque es un poderosos jugador- no está solo.
China, en concreto, está invirtiendo grandes recursos en las tecnologías que un día podrían darle la ventaja en un campo de batalla del siglo XXI. La globalización ha entrelazado las economías china y estadounidense de maneras que podrían ser perjudiciales para la seguridad estadounidense.
Se necesita que el dinero se invierta de manera más efectiva también. Los programas de adquisición de armamento necesitan ser más rápidos y más eficientes, el camino de los avances tecnológicos a la militarización más rápidos y menos institucionalizados. El gasto de Estados Unidos supera el de sus mayores rivales militares pero aún así no consigue lo que debería por lo que gasta.
También está el aspecto diplomático.
Estados Unidos no se entrena para luchar solo, sino con aliados. El presidente Trump se ha centrado en un solo aspecto de esta relación: el reparto de responsabilidades, la necesidad de que los países de la OTAN en particular gasten más en su defensa colectiva.
Pero Trump se ha alineado y ofendido a sus aliados por la manera en que lo ha hecho.
La Alianza Atlántica en sí misma se ha debilitado políticamente, incluso si más fuerzas estadounidenses han sido desplegadas en Europa para reforzar sus defensas contra el resurgir de Rusia.
Las relaciones de la alianza pueden recuperarse una vez que la era Trump acabe.
A nivel político, necesitan ser alimentadas, y a nivel militar se han de tomar pasos para asegurar que los avances de Estados Unidos en tecnología no dificultan que las fuerzas aliadas operen al lado de las unidades estadounidenses.
¿Nueva mentalidad?
Quizá el gran desafío que presenta este informe es su llamado a que Estados Unidos adquiera un enfoque en seguridad de “todo el gobierno”.
Tanto Rusia como China, destaca el documento, tienen estrategias que integran todas las herramientas del poder nacional. Estados Unidos necesita tener lo mismo.
Sin duda, esto es importante en un momento en que el espectro de desafíos aumenta.
Ya no vivimos en un mundo donde hay una clara distinción entre la paz y la guerra. El espacio entre estos absolutos está lleno de una variedad de desafíos y escollos: operaciones de información, asesinatos políticos, ciberataques y actividades militares por parte de fuerzas o proxies cuya identidad solo se aclara con el tiempo (piensen en las tropas rusas operando como “los pequeños hombres verdes” en Crimea).
Afrontar esta nueva y compleja realidad necesita una nueva estrategia, un nuevo pensamiento y nuevas herramientas. Pero también requiere una nueva mentalidad por parte del gobierno y eso puede ser lo más difícil de conseguir.
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