Deportados en Tijuana con pocas opciones

Manuel Ramírez, de 52 años es uno de los cientos de deportados que vive en un albergue al aire libre en Tijuana, Baja California. (Jacqueline García)

Manuel Ramírez, de 52 años es uno de los cientos de deportados que vive en un albergue al aire libre en Tijuana, Baja California. (Jacqueline García) Crédito: Jacqueline Garcia | Impremedia/ La Opinion

Manuel Ramírez intentaba soportar el dolor y molestia de su rodilla izquierda mientras limpiaba su herida abierta el domingo por la tarde. Él dijo que hace unos dos meses tuvo una cirugía y no ha sanado.

Todo lo contrario. Su rodilla esta hinchada y parece necesitar cuidados médicos. Pero Ramírez, de 52 años no puede pedir este servicio rápidamente. Él vive en una casa de campaña en un parque de Tijuana en Baja California, México. Tras 49 años de vivir en Estados Unidos—17 de ellos en la cárcel—Ramírez fue deportado a México en el 2016.

“Tenía 3 años cuando mis padres me llevaron a Estados Unidos”, dijo Ramírez hablando inglés. “Llegamos a vivir a Whittier y después me mudé a Arizona”.

Secándose las lagrimas que valientemente intentaba contener, Ramírez dijo que no se arrepiente del crimen que cometió y su estuviera en la misma situación lo volvería ha hacer.

“Maté a mi suegro porque me enteré que estaba abusando de mis dos hijas”, contó Ramírez poniendo pausas. “Cuando yo me enteré fui a la policía, intenté poner la demanda y no me hicieron caso”, añadió aseverando que fue cuando tomó la justicia en sus manos.

Desafortunadamente sus hijas perdieron comunicación con él. Ahora ellas tienen 34 y 29 años.

El originario de Jalisco dijo que estuvo en varias prisiones federales del país y en una de estas en el 2008 los agentes de seguridad le propinaron una paliza rompiendo su rodilla. Lo curaron y le pusieron placas de metal para que la pudiera mover.

Manuel Ramírez, de 52 años es uno de los cientos de deportados que vive en un albergue al aire libre en Tijuana, Baja California. (Jacqueline García)

Diez años después se lastimó la rodilla de nuevo. Ramírez dijo que vivía en un hotel en Tijuana y trabajaba para un Centro de llamadas (Call Center) cuando fue golpeado por unas personas que le robaron su dinero.

Fue llevado al hospital donde nuevamente tuvo una operación. Pero con la falta de un techo donde vivir y sin dinero para el sustento, la recuperación de Ramírez ha sido en las calles de la transitada ciudad.

“Un día pasando por aquí vi que había muchas casas de campaña y me acerqué y aquí me dieron un lugar”, dijo Ramírez quien desde hace aproximadamente un mes se instaló en el albergue al aire libre Campamento Ángeles Sin Fronteras.

‘Firulais es mi compañero’

A unos pasos de la casa de campaña de Ramírez, Antonio Nolasco estaba limpiando su casita. A su lado su perro fiel a quien el le llama Firulais.

“Me lo encontré chiquitito, estaba todo desnutrido y le aventé un poco de comida y desde entonces comenzó a seguirme”, dijo Nolasco, originario de Michoacán, México. “Ya llevo con él un año y medio y no me deja. Hemos caminado hasta dos o tres horas [de distancia] y sabe como regresar a casa. El es mi compañero”.

Nolasco, de 53 años, dijo que vivió en Santa Ana, California con su esposa y sus dos hijos hasta el 2009 cuando fue deportado.

“Llegaron al trabajo y nos deportaron a varios”, dijo Nolasco. “Al principio intenté regresarme de nuevo pero me volvieron a cachar [agentes de inmigración] y me dijeron que si lo volvía a intentar me iban encerrar por 10 a 20 años”.

Antonio Nolasco, de 53 años, es otro deportado que vive en una casa de campaña con su perrito Firulais. (Jacqueline García)

Entonces Nolasco decidió regresar a su natal Michoacán para ver a sus padres y después de un tiempo regresó a Tijuana.

“Mi esposa viene a verme a veces, mis hijos no. No quiero que me miren en esta situación”, dijo Nolasco asegurando que su esposa es ciudadana americana.

Su trabajo consiste primordialmente en limpiar carros en la línea entre la frontera Tijuana/San Ysidro.

Nolasco dijo que el augura que el 2019 va a ser su año. “Quiero regresar a Estados Unidos. Estoy cumpliendo con la prohibición de los 10 años y mi esposa va a comenzar el tramite”, dijo Nolasco esperanzado. “Para mi la familia esta en primer lugar y la tranquilidad y el trabajo. A mi siempre me ha gustado el trabajo”, aseveró.

Sin rumbo fijo

Andrés Hernández, de 68 años, es uno de los principales ayudantes de los organizadores en el albergue. Con libreta en mano hace apuntes importantes como la cantidad de casas de campaña y personas alojadas así como nuevas logísticas del trabajo que se puede realizar en el futuro cercano.

Hernández también tiene su casita de campaña en el albergue y vive ahí desde que lo establecieron hace poco más de un mes.

“Yo viví en Los Ángeles como por 12 años y tenía un taller de electrónica, ahí en la 7 y la Main”, dijo el originario de Jalisco. “Pero en el 98 fui deportado y a Guadalajara ya no quise regresar. Aquí [en el norte] hay más oportunidades”, aseveró.

Andrés Hernandez se encarga voluntariamente de ver que todo en el albergue al aire libre este bien. Él también tiene su casita de campaña ahí. (Jacqueline García)

Desde entonces Hernández se ha convertido en un viajero sin rumbo pero con mucho positivismo.

“Yo tengo un título de ingeniería de la universidad de Guadalajara”, contó. “Solo estoy esperando poder conseguir un préstamo para comenzar un negocio aquí y tener otra vez mi taller de reparaciones”.

Hernández dijo que él ya no ve un futuro en Estados Unidos donde se quedaron su esposa y sus tres hijos pero rara vez mantiene comunicación con ellos.

No mueren las esperanzas

El Campamento Ángeles Sin Fronteras fue establecido hace poco más de un mes y tiene espacio para unas 250 casas de campaña, dijo Sergio Tamai, organizador del albergue.

“Este es un albergue que pusimos sin recursos, todo es voluntario y nosotros mismos nos organizamos”, dijo Tamai. “Aquí hay aproximadamente 500 hombres y mujeres pero sabemos que si lo organizamos bien podemos albergar hasta 800 personas”.

Tamai dijo que las personas del albergue viven de las donaciones. Algunos hombres tienen la oportunidad de conseguir algunos trabajitos que les ayuda a solventar algunos gastos.

Él dijo que en el albergue hay de todo; mexicanos que huyen de la violencia de sus estados, pero sobre todo los deportados cuya única opción es quedarse en el albergue al aire libre ya que no cuentan con familiares en México.

Tamai dijo que el objetivo principal del albergue es que el gobierno les permita obtener permisos para lavar carros y de reciclaje para que los hombres puedan tener medios de empleo.

“Queremos que la policía deje de molestarlos y que los ayude. Nosotros aquí siempre mantenemos bien limpio para demostrar que si quieren salir adelante”, aseveró Tamai.

 

“Este artículo fue escrito con el apoyo de una beca de periodismo de la Gerontological Society of America, Journalists Network on Generations y AARP”.

En esta nota

desamparados
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain