“¿Qué estás dispuesta a sacrificar?”

Mientras seguía el curso para emprendedores en NYCHA, la dominicana Cristiana Franco abría junto con su esposo un restaurante en Queens.

Cristiana Franco, dueña de Sabor Restaurant & Bakery en su puesto de Brooklyn Navy Yard -77 Building, Brooklyn.

Cristiana Franco, dueña de Sabor Restaurant & Bakery en su puesto de Brooklyn Navy Yard -77 Building, Brooklyn. Crédito: Mariela Lombard | El Diario NY

“¿Qué estas dispuesta a sacrificar?”. Esta pregunta fue la primera prueba de determinación que afrontó Cristiana Franco cuando tomó la decisión de abrir un restaurante junto con su esposo, Luis Rosario.

Tiempo, los ahorros de la jubilación, un salario por el arduo trabajo de lanzar una empresa en la que tiene que hacer de todo (desde delivery hasta limpiar) y, finalmente, un empleo estable como organizadora de eventos durante meses mantuvo a la vez que puso su empresa y que ayudaba a mantener el hogar mientras hacía el esfuerzo.

Este es parte del listado que aceptó esta dominicana de 53 años antes de inaugurar Sabor Restaurant & Bakery, en Queens a finales de 2015. “Si no estás dispuesta  a un sacrificio, no te molestes, no vas a conseguirlo. Uno no puede decir, hoy no voy a hacerlo porque estoy cansada, siempre hay cosas que hacer y si no se tiene el esquema en la cabeza de que hay que hacer todo, no funcionará”, explica.

En su restaurante la actividad comienza al alba y se cocina, sobre todo, recetas dominicanas y colombianas porque los residentes de este barrio (College Point) son sobre todo de esta nacionalidad. Rosario, que según cuenta su esposa lleva cocinando desde que tenía siete años, es el chef y ella es la que está a cargo de que el local se conozca y tenga un buen servicio.

Hacerse esta pregunta y contestarla con sinceridad es algo que aprendió en el programa Food Business Pathways (FBP) un curso gestionado por NYCHA y el Servicio de Pequeños Negocios de NYC (SBS) con el que se apoya a los residentes de estas viviendas que están interesados en poner en marcha un negocio de comidas. Su esposo y ella llevaban tiempo pensando en abrir un restaurante y ella vio la convocatoria a este curso de gestión de negocios en 2015.

“Traté de entrar en el programa pero no me dieron el chance, así que seguí trabajando”, explica Franco.

Pero poco después se les presentó la oportunidad más clara para iniciar su negocio de comidas y a pesar de no tener el curso se animaron porque como se dijo entonces Franco “si no lo hacemos ahora no lo vamos a hacer”.

“Cuando nos decidimos, de repente, me llamaron para entrar en el programa, se dio todo a la vez”, explica Franco. Ha pasado tiempo pero lo cuenta con la felicidad de quien recibe un golpe de suerte cuando más lo necesita.

“Yo tenía mi trabajo, iba al programa de NYCHA y ayudaba a mi esposo a abrir. Todo a la vez, lo que iba a prendiendo lo íbamos aplicando. Aprendiendo y haciendo”.

Crisitana Franco opera Local Bites con la aseistencia de Liliana Lodoño y Carmen Robles en Brooklyn Navy Yard./ Mariela Lombard.

Franco cuenta esto desde el Edificio 77 del Brooklyn Navy Yard (BNY). Su restaurante, en el que invirtió su 401k (plan de pensiones) y en el que trabajan nueve empleados, ha llevado temporalmente su comida con un coqueto y completo carro a este renovado centro de producción y negocios situado en el antiguo astillero.

Lo ha podido hacer gracias a un programa que se llama Local Bites y está auspiciado por NYCHA, para los estudiantes de Food Pathways, que se rotan cada dos meses en la gestión de este espacio, JP Morgan Chase Foundation, Start Small Think Big y la propia BNY. Desde ese carro de comida ha servido más de un centenar comidas diariamente.

“Local Bites es una parte del centro de Manufacturas de Alimentación en el Edificio 77 y Cristiana y su comida han sido fabulosos”, explicaba David Ehrenberg, presidente de la Corporación de Desarrollo de BNY. “En Navy Yard estamos felices de proveer espacio para que los pequeños negocios aprendan y crezcan. Es algo que se alinea perfectamente con nuestra misión de trabajar con las comunidades vecinas y mejorar el acceso a trabajos para una clase media sostenible”.

A Franco le gusta la idea de estar en uno de los centros de mayor desarrollo económico aunque sea temporalmente. Es algo que según cuenta está ayudando a compensar la caída del negocio provocada por el cierre del Gobierno, algo que se ha notado en sus cuentas por la incertidumbre de la clientela.

Y es temporalmente porque aunque sería su sueño estar en un lugar con alta demanda, no se lo puede permitir. “A la gente le gusta nuestra comida pero no nos podemos permitir las rentas de muchos barrios”. Franco arremete contra la proliferación de locales de zumos vegetales, cupcakes y comida rápida “que son los que pueden pagar el alquiler”. “Yo tengo comida que la gente quiere comer pero no podemos permitirnos estar”, dice antes de enumerar las comidas favoritas que han servido en Local Bites. “Pernil, empanada, arroz… a buenos precios “.

Ella vive en un complejo de NYCHA del Lower East Side y dice que hace años tenían de todo a apenas varias cuadras. “Ahora tenemos McDonalds y Dunkin Donuts, esa es la comida para personas de bajos recursos”, lamenta al recordar que en su restaurante se sirven comidas asequibles para familias y que los negocios que son como el suyo no se pueden permitir estar en el Lower East Side.

Franco y dos ayudantes han llevado todos los días la comida hecha en Queens a este puesto y dice que un lugar como este de Local Bites, en un centro de trabajo grande sería viable. De hecho, está acariciando la idea de que en el futuro haya un food court en la futura sede de Amazon en la que se dé oportunidad a los empresarios como ella. Sabe que con las rentas actuales no podría estar en Long Island City pero “debería haber un local de comidas buenas y asequibles en todos los sitios”.

Liliana Lodoño sirve comidas en el puesto de Local Bites de Sabor Restaurant & Bakery en Brooklyn Navy Yard./Mariela Lombard

Sin nostalgia

Cristiana Franco dice que a pesar de los sacrificios la interacción con la gente es lo que más le gusta de su negocio actualmente y que no tiene nostalgia o echa de menos el trabajo corporativo que dejó.

No obstante afirma que sigue teniendo miedos. “Mi marido sin embargo es muy reposado y siempre busca soluciones, ve lo positivo en todas las cosas, me gustaría vivir un ratito en su cabeza”, dice riéndose.

Con Luis Rosario, su esposo, dice que trabaja bien. Él en la cocina y la misión de ella es atraer a gente al negocio, estar en Internet y dar visibilidad al restaurante. Cuando entran a trabajar se dan un beso como para despedirse y cada uno lleva adelante su trabajo. Por la noche, en la cena, en su casa, hablan de sus cosas, para el negocio ya han tenido tiempo todo el día. Y mañana será otro.

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