Caravaneros: ‘Los niños se nos enferman por este frío que cala a los huesos’

Uno de los niños en el albergue de Tijuana. / Foto: Manuel Ocaño.

Uno de los niños en el albergue de Tijuana. / Foto: Manuel Ocaño. Crédito: La Opinión

Con tan solo 3 meses de edad, el mexicano Luis Durán —hijo de padres hondureños de la tercera caravana— ha sufrido de recuentes resfríos y catarros. En una ocasión le dio fiebre, por el clima que imperaba mientras recorría con su familia la mayoría del territorio mexicano.

“Todavía se nos pone un poco malito porque se le tapa la nariz, es que aquí hace demasiado frío”, platicó a el padre del mismo nombre, nacido en Tegucilgalpa.

Además del bebé, una hermanita de éste —de 18 meses de edad— también se ha enfermado con frecuencia por el frío en el camino a la frontera mexicana con California.

Luis padre dijo que todos en la familia tenido problemas de salud al menos una vez desde que salieron de Honduras, por viajar por un clima que les ha resultado desconocido.

Linda Romero es coordinadora del refugio Movimiento Juventud 2000. / foto: Manuel Ocaño.

Durante la madrugada de este viernes, la temperatura en Tijuana bajó a 35 grados Fahrenheit.

La Rumorosa, la espectacular cordillera de roca que separa a los municipios de Mexicali y Tecate junto con Tijuana se encontraba cerrada por una nevada de unos dos pies de altura, que además cubrió con un manto de hielo la carretera.

“Los niños se nos enferman porque para todos nosotros este frío es demasiado fuerte, llega a los huesos”, dijo Luis padre al recordar que en Honduras básicamente hay dos estaciones del año. Un verano de calor húmedo y un invierno de lluvias y sin frío; excepto en algunas zonas elevadas “donde hace algún friíto, pero en la ciudad eso se ve”.

Así que todos en la familia han padecido en las últimas semanas gripe, tos y catarro. La mamá y el papá a veces dolores por el frío; ocasionalmente alguien alcanza fiebre. Los niños tienen 4, 2, 18 meses y 111 días de edad.

A veces la ropa y la comida no ayudan

Por el momento, se encuentran en el refugio Movimiento Juventud 2000, que este domingo cumple 26 años.

Es un espacio de techo elevado y piso de concreto sobre el que las familias —unas 40— ocupan coloridas tiendas de campaña, con una cocina. Se alimentan y de vez en cuando tienen visita de algún médico que les atiende sin costo.

Pero el alojamiento es temporal, porque sin el apoyo oficial federal que recibían los refugios como el Juventud, el alojamiento tiene que limitarse a menos que, después de unas semanas, las familias aporten un mínimo de ayuda.

La cuota de la que han hablado, pero sin que todavía se cobre a nadie es de unos 30 pesos por día por adulto, esto es casi 1.60 dólares.

En el refugio, las familias armas sus tiendas sobre el contreto./ Foto: Manuel Ocaño.

“Con el frío que ha estado haciendo, ni quiera Dios que nos tengamos que salir, ahí sí nos congelamos”, dijo Luis.

Linda Romero, la coordinadora del refugio, explicó que el clima fronterizo en realidad es desconocido para la mayoría de las familias que llegan a buscar albergue, especialmente para los niños.

“Les da mucho la gripe, tos, fiebre, traen moquito, ojitos llorositos, porque la mayoría vienen de regiones con clima cálido, pero esto no es solo para las familias centroamericanas, también para las mexicanas”, dijo Romero.

Por ejemplo, hay familias de Michoacán y de Guerrero que esperan turno para pasar a solicitar asilo y para ellas el clima también resulta extremo.

“Es como cuando vienen en el verano, de un clima caliente pero no mucho y más bien húmedo, como tropical, y llegan aquí a Mexicali con un clima de desierto con 50 grados centígrados de calor”, explicó.

Dijo que las familias por lo general no visten ropa apropiada para la región fronteriza, porque salen de sus hogares con lo menos posible y las familias centroamericanas en sus países muy rara vez usan ropa abrigada.

También, explicó, la dieta que encuentran en el camino a la frontera es distinta a la que llevaban a sus países de origen, pero además “en su peregrinar tienen que adaptarse y aceptar los alimentos que les ofrezcan, no pueden elegir ni darse lujos, y esto les altera la digestión y a menudo también padecen malestares o enfermedades estomacales, sobre todo los más pequeños.

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