El recuerdo más antiguo de una deportación

Doña Elisa es una de las primeras víctimas de los programas de deportación masiva que Estados Unidos ha implementado a lo largo de la historia. En 1930, cuando tenía 5 años de edad y a pesar de ser nacida en Estados Unidos, fue expulsada junto con sus padres y hermanos a México, donde vivió en la pobreza, sin oportunidades de progreso ni educación.

Elisa Esqueda Zamarripa, de 93 años de edad. / Jorge Morales Almada

Elisa Esqueda Zamarripa, de 93 años de edad. / Jorge Morales Almada Crédito: Impremedia / La Opinion

LOS ÁNGELES, California.- Los 93 años que doña Elisa tiene de vida le han dejado el rostro todo arrugado, los ojos faltos de brillo, el cuerpo encorvado, una cabellera plateada y un bastón que la acompaña en su lento caminar.

Esas más de nueve décadas también le han desvanecido o borrado muchos de los recuerdos que se almacenan en la parte del cerebro que los científicos llaman hipocampo y que es mejor conocida como memoria.

Sin embargo, doña Elisa aún tiene muy presente uno de los momentos que marcarían el destino de su vida y que le ocurrió en 1930, cuando apenas era una niña de 5 años y vivía en Santa Paula, California.

Hijos de campesinos mexicanos en Casa Grande, Arizona, en 1932. / Dorothea Lange/Biblioteca del Congreso.

Esa imagen del pasado que ha llevado en su mente por 88 años es el de su deportación.

Lo que evoca su memoria, dice doña Elisa en entrevista, es el momento en que ella, su papá, su mamá, su hermanita de 3 años, y otros dos hermanos de 9 y 11, fueron subidos a un tren para ser enviados a la frontera con México.

Su nombre completo es Elisa Esqueda Zamarripa, nació el 20 de julio de 1925, en la desértica ciudad de Phoenix, en Arizona, donde su papá, José Esqueda, se había establecido tras emigrar de México y trabajaba para una compañía de ferrocarriles.

Luego la familia se mudó a Santa Paula, una comunidad en el condado de Ventura, a 70 millas al noroeste de Los Ángeles, donde vivió hasta el verano de 1930, cuando fue víctima del programa de deportación masiva que emprendió el presidente Herbert Hoover.

En 1966 el Consulado de Estados Unidos en Guadalajara le emitió su pasaporte al reconocerle su nacionalidad y pudo regresar a California. / Jorge Morales Almada

Un año antes Estados Unidos había caído en la mayor crisis económica de la historia, la llamada Gran Depresión, por lo que el gobierno acusó a los inmigrantes del sur de ser parte del problema y decidió expulsarlos, creando un ambiente hostil en contra de todo aquel que pareciera mexicano, una situación muy similar a la que se repetiría décadas después con Donald Trump como presidente.

Las secuelas de una deportación

Al ser deportado, José Esqueda regresó con su esposa y sus cuatro hijos a una comunidad rural cerca de San Pedro Tlaquepaque, en el estado de Jalisco, donde se dedicó a trabajar en el mantenimiento de una granja.

Doña Elisa dice que ella y su hermana pronto se adaptaron a aquel pueblo donde los nuevos amigos de la infancia empezaron a llamarlas ‘las pochas’ por haber nacido en Estados Unidos.

La pobreza en esa zona era extrema, la familia arrejuntada en una pequeña choza de la granja, no había electricidad ni agua potable, poco tenían para comer, frijoles, si acaso con tortilla.

Hijos de campesinos mexicanos en Casa Grande, Arizona, en 1932. / Dorothea Lange/Biblioteca del Congreso.

Pero a pesar de las carencias, doña Elisa asegura que vivían felices por estar juntos en familia.

“Por eso me gustaría decirles a los papás y a las mamás que ahora están pasando por esto de la deportación, que no dejen a sus hijos, que se mantengan unidos, porque es muy triste que dividan a las familias”, dijo doña Elisa.

Sin embargo, para doña Elisa esa felicidad tuvo su precio por la pobreza en la que vivían y porque no pudo estudiar.

“Allá no había oportunidades”, comentó. “Yo sólo estudié hasta cuarto de primaria, desde niña tuve que trabajar para ayudar en la casa”.

En 1947, cuando tenía 22 años, doña Elisa se casó con José Zamarripa, un hombre del pueblo que trabajaba por temporadas en los campos agrícolas de Estados Unidos como parte del programa Bracero.

Memorándum del condado de Los Ángeles que avisa de un barco del gobierno de México que zarpará del puerto de San Pedro para que mexicanos sean repatriados./Rockford Public Schools.

Fue hasta 1966 que pudo regresar a California al solicitar ante el Consulado de Estados Unidos en Guadalajara que le fuera reconocida su nacionalidad.

Desde entonces vive en Los Ángeles, donde trabajó en una fábrica mientras su esposo era lavaplatos en un restaurante. Sólo así, dice doña Elisa, fue posible sacar adelante a los 11 hijos que procrearon, porque en México no había oportunidades.

“En aquel entonces la gente se venía en busca de trabajo y ahora lo hacen por la violencia que hay allá. Este presidente Trump debe entender, darle oportunidad a los padres de vivir con sus hijos… Ojalá y que su corazón cambiara”, menciona mientras frota la imagen religiosa que lleva en el pecho, como esperando que el Santo Niño de Atocha le haga el milagro.

La ‘purga migratoria’ en cifras

El primer programa de deportación masiva de Estados Unidos fue a partir de la Gran Depresión, en 1929. La crisis económica de la época había encontrado en los mexicanos al chivo expiatorio, por lo que el presidente Herbert Hoover ordenó expulsarlos del país.

El entonces Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) registró la deportación de alrededor de 82,000 mexicanos entre 1929 y 1935.

Sin embargo, estimaciones de historiadores rondan entre los 400,000 y los 1.2 millones de mexicanos que habrían sido repatriados durante la década de 1930.

Muchos lo hicieron de manera “voluntaria” al tomar sus pertenencias y retornar a México por sus propios medios, según lo narran Francisco Balderrama y Raymond Rodríguez en su libro Una década de traición: la repatriación de mexicanos en 1930’s.

Miles de mexicanos fueron detenidos en redadas que llevaban a cabo departamentos de sheriff y policía para ser enviados a la frontera sur en trenes alquilados por los gobiernos locales.

Balderrama y Rodríguez calculan que el 60% de los expulsados tenía residencia legal o eran mexicoamericanos (hijos de padres mexicanos nacidos en Estados Unidos), como en el caso de doña Elisa que fue una de las primeras víctimas de esa ‘década de traición’.

Otra oleada de deportaciones ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial tras el regreso de los soldados estadounidenses que vieron como una amenaza de sus fuentes de empleo a inmigrantes mexicanos que habían llegado a trabajar en los campos agrícolas gracias al programa Bracero.

Durante el segundo término del presidente Harry Truman, de 1950 a 1953, fueron expulsados del país 2.9 millones de inmigrantes, según datos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS).

La ‘purga migratoria’ de Estados Unidos alcanzó uno de los niveles más altos en 1954, cuando la administración del presidente Dwight Eisenhower (1953-1961) echó a andar la llamada Operación Espaldas Mojadas (Operation Wetback). Sólo ese año más de 1.1 millón de inmigrantes fueron regresados a su país, incluyendo los que eran detenidos en la frontera en su intento de cruce sin documentos, indican los datos oficiales.

A partir de la Operación Guardian (Operation Gatekeeper) en 1994 con el presidente Bill Clinton, la cual empezó a reforzar la seguridad en la frontera, las detenciones de indocumentados (principalmente en el cruce) promediaron 1.45 millones al año hasta el 2000, mientras que las deportaciones subieron de 45,000 a 188,000 en ese período.

Durante el mandato del presidente George W. Bush la media anual de deportaciones fue de casi 245,000 y las detenciones en la frontera o en operativos de ICE fluctuaron en 1 millón por año.

De 2009 a 2016, la administración del presidente Barack Obama registró un promedio de 384,000 deportaciones por año, mientras que los indocumentados que eran detenidos en su intento de cruce o en operativos de inmigración bajó de 582,000 en su primer año de gobierno a 106,000 en el último.

Al llegar Donald Trump a La Casa Blanca con un discurso antiinmigrante y con la promesa de echar del país a 11 millones de indocumentados, en su primer año de gobierno se registraron 226,000 deportaciones, menos que antecesor, sin embargo en ese mismo 2017 aumentaron los operativos o redadas de ICE en varias ciudades del país, lo que elevó en más de 40% los arrestos de inmigrantes en comparación con el 2016.

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