Editorial: El FMI, el combustible para crisis como la de Ecuador

La crisis de Ecuador es ejemplo más actual del impacto de las políticas del organismo internacional

El ajuste económico en Ecuador puso fin a 40 años de subsidios a las gasolinas y el diesel.

El ajuste económico en Ecuador puso fin a 40 años de subsidios a las gasolinas y el diesel.  Crédito: Getty Images

El Fondo Monetario Internacional (FMI) fue creado hace 75 años para ser el bombero que apague el fuego de una crisis financiera nacional.  En lugar de ello, sus recetas económicas a menudo fueron el combustible para las explosiones sociales en los países que se acogen a sus recetas.

La crisis por la que pasa Ecuador es ejemplo más actual del impacto de las políticas del organismo internacional. Las protestas y la violenta represión han llegado al punto de que el presidente Lenin Moreno trasladó la sede del gobierno nacional de la ciudad de Quito hacia la más conservadora Guayaquil.

Ecuador enfrenta el estancamiento económico, con un déficit fiscal y gasto público elevados y una alta deuda externa. Su Producto Bruto Interno creció sólo 0.3% en el segundo semestre. Moreno acaba de obtener acceso a créditos del FMI por valor de 4,209 millones de dólares y otros 6,000 millones de otros entes financieros. A cambio, el FMI hizo la usual exigencia de “modernizar” la economía ecuatoriana. En otras palabras, cortar aún más el gasto público, flexibilizar el mercado laboral y abrir la economía.

El “paquetazo” de ajuste en principio incluye la reducción salarial y de beneficios para el sector público, reducción de aranceles a ciertos productos de importación y eliminación del subsidio al combustible.

Esto último fue la chispa que encendió las protestas,  primero de los transportristas y después de la comunidad indígena. El diesel se elevó en más del 120% al eliminarse un subsidio gubernamental cercano a los 1,300 millones de dólares.

El aumento del combustible se traslada a todos los productos básicos que se mueven en camiones. El incremento de precios consume el pequeño aumento en los bonos para los pobres decretado por Moreno. Hizo crítica la ya precaria situación del asalariado público y los sectores más vulnerables.

El “sinceramiento” del costo del servicio e insumo público es un grave problema en la Argentina. Bajo los tres años del gobierno de Mauricio Macri los combustibles se elevaron más del 250%, con la misma teoría de operar sin subsidios. En este caso, se llevaron estos aumentos a todos los servicios públicos. El balance del gobierno de Macri es una deuda de 50,000 millones de dólares con el FMI, una inflación galopante y una impopularidad que posiblemente le cueste la reelección en pocos días.

Los ajustes del FMI buscan una normalización imposible de lograr. Las economías caen en una recesión que, hoy menos que nunca, no atraen esas inversiones que supuestamente hacen despegar sus economías. Los capitales buscan ganancias rápidas, no tienen la paciencia para inversiones productivas a largo plazo. Nadie quiere invertir en medio de una recesión.

Las recetas recesivas del FMI tienen un historial de fracasos. Cuando una economía está en problemas necesita liquidez. Así salió Estados Unidos de la Gran Recesión. Aquí no se aplicó la fórmula del FMI. No se le puede cortar el oxígeno a quien necesita aire y esperar que así se mejore.

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