Testimonios de esperanza se dan a conocer en LA
Pacientes de VIH comparten sus vivencias y le dicen a la comunidad que busque ayuda ya que la enfermedad puede controlarse
César Sotelo cuenta que a los 14 años ingresó a una pandilla, abandonó la escuela y empezó a consumir marihuana. Agrega que solo la pasaba en fiestas.
Pero las malas juntas, no era lo único que lo inquietaba. “Desde chico me sentía diferente a mis hermanos…. No quería aceptar quién era yo por temor y miedo a mi papá, que era el clásico macho mexicano”, cuenta a La Opinión César —quien hoy se identifica como bisexual.
Manifiesta que vivía peleando con sus pensamientos. “Quería aparentar lo que no era y tuve una vida enredada”, dice.
A a los 18 años contrajo matrimonio con una mujer. La relación terminó en separación y retornó a las drogas, esta vez: la heroína.
“Esa droga me tuvo agarrado y no podía salir”, recuerda César. “Jugaba futbol en un equipo de la familia, pero seguí decayendo; recaía constantemente hasta que me encarcelaron tres meses en Lancaster y comenzaron el proceso de mi deportación”.
Sus padres lo trajeron a Estados Unidos desde Guerrero (México) a los 8 años.
César fue deportado pero volvió, se separó y tiempo después inció otra relación con otra mujer por cinco años. Agrega que durante este tiempo mantuvo su trabajo y se apartó de las drogas.
Todo cambió cuando en 2010 se mudó a Los Ángeles. “Aquí fue de donde ‘salí del clóset y viví junto a mi pareja… Me di la oportunidad de vivir lo que sentía”, mencionó.
Cuenta que cuatro años después, la relación se acabó y volvió a las drogas. Su nuevo vicio era el cristal.
Lo usaba cada fin de semana, y luego, casi a diario, hasta que su inestabilidad lo llevó a perder varios trabajos. César cuenta que durante su drogadicción, también tuvo varias parejas y relaciones sin protección.
“Lo más fuerte fue entre 2015 y 2017”, recuerda. “No tenía dónde vivir, pensaba que me querían matar y le hablé a mi hermano para que vinieran por mí a Los Ángeles. Fue cuando me hice los exámenes”.
En agosto de 2017, César fue a una clínica de Santa Barbara y fue diagnosticado con el virus del VIH.
“Mi vida era un descontrol y por eso, cuando me dijeron que tenía VIH no me sorprendió; yo sabía a lo que me arriesgaba con relaciones sin protección y compartiendo jeringas”, dice.
A pesar del diagnóstico y de una trabajadora social, las drogas y las fiestas aún estaban en la vida de César, quien al verse sin amigos y respaldo familiar dijo que llegó al punto de querer morir.
Cuenta que un día, “ocurrió el milagro” porque lo aceptaron como voluntario en un programa de preparación de comida en la iglesia y de ahí hizo el enlace con Bienestar Human Services.
Hoy, a sus 40 años de edad, asiste a un grupo de apoyo. “Llevo un año sin consumir drogas, me siento feliz y contento, me convertí en una persona indetectable del virus del VIH y eso es algo grandísimo para mí”, expresó. “Hoy quiero ser portavoz de que hay vida después del VIH”.
La noche del viernes, César compartió su testimonio con este diario en el marco del 35 aniversario de la organización Bienestar Human Services, quien junto a autoridades del programa Ventanilla de Salud del Consulado General de México en Los Ángeles, celebró el Día Nacional de Concientización del VIH/SIDA.
“Un diagnóstico de VIH/SIDA no es un signo del final de la vida”, declaró Elena Aragón, directora de la ventanilla de salud del consulado. “Todas las personas pueden vivir normalmente con cuidados adicionales”.
“Testimonios de Esperanza” tuvo música de mariachi para celebrar la vida y concientizar a la comunidad latina sobre la importancia de prevenir el contagio del Virus de Inmunodeficiencia Humano (VIH) que podría conllevar en la adquisición del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
En el último reporte del Departamento de Salud Pública del condado de Los Ángeles, en la división VIH y enfermedades de transmisión sexual y la estrategia para 2020 y años posteriores se indica que al menos unas 8,900 personas están infectadas con el VIH y no lo saben todavía porque no se han sometido a una prueba de detección.
“Simplemente el miedo a hacerse la prueba es un estigma que no se ha vencido”, dijo Silvia Valerio, coordinadora de enlace a cuidado médico de Bienestar Human Services del Este de Los Ángeles. “No quieren saber que están infectados”.
Valerio, quien por 22 años ha colaborado con la organización, expresó que muchos creen que es mejor no enterarse porque erróneamente piensan que van a morir y no se dan cuenta un tratamiento no significa la muerte.
“Eso pasaba en los años 1980… Ahora, si la persona recibe tratamiento adecuado, a tiempo y se lleva un estilo de vida saludable se puede vivir una vida normal hasta los 80 años e incluso más”.
Durante el evento se escucharon historias de valor, supervivencia y motivación por parte de Damaris López, César Sotelo, Fernanda Celarie, Sergio Maíz, Kelly Muñoz y Carlos Catano.
“En 30 años hemos logrado llevar servicios de prevención del VIH a la comunidad, que antes no teníamos”, dijo Roberto Contreras, presidente de Bienestar.
“Esta noche [viernes] hemos traído esperanza y les hemos dicho a todas las personas que el VIH y el SIDA son enfermedades crónicas y que no [necesariamente] matan”.
En cifras
- Andrea Kim, jefa de la unidad de VIH y Enfermedades de Transmisión Sexual (STD), dijo que en el condado de Los Ángeles la cifra de hombres y mujeres con VIH fue de 27,993 y de personas con SIDA 23,353 en 2016.
- En relación al género, los hombres representaron 86.8% de casos con VIH y 87.6% con SIDA; mientras que entre las mujeres se dieron 11.6% casos con VIH y 11.% con SIDA.
- Del total en 2016, los latinos representaron el 41.2% de casos de VIH y SIDA; los blancos 30.6% con VIH y 29.2% con SIDA y entre afroamericanos, el 21.4% con VIH y 19.9% con SIDA.
Fuente: Dept. de Salud Pública del condado de Los LA, para el reporte completo visita: bit.ly/2BnIxe9