Emprendedores en tiempos de COVID (Parte 2): De los escenarios del teatro saltaron a hacer salas de hospital y mascarillas COVID
Diseñadores de vestuario tuvieron que hacer frente a la pandemia y ahora hacen cubrebocas
MÉXICO – Hasta mediados de marzo pasado, Estela Fagoaga, diseñadora de vestuarios para teatro, opera y musicales, tenía en la palma de su mano una agenda llena de acción y proyectos: estaba en la obra Woyzeck para teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); en puerta, el reestreno de la obra A Ocho Columnas en el Centro Cultural Helénico y un montaje con sus alumnos de tercer año la Escuela Nacional de Arte Teatral.
Iba a participar en la temporada de El Gran Teatro del Mundo que se había estrenado en Guadalajara y tendría una gira en los próximos meses. Pero como la vida da muchas vueltas, al arranque de la primavera todo se esfumó.
El gobierno de la Ciudad de México anunció que, en una escalada para frenar la pandemina por el coronavirus, se cerrarían museos, baños de vapor, gimnasios, cines, deportivos, zoológicos, teatros, templos y eventos masivos de manera temporal hasta el 20 de abril o después si considera necesario.
Fue un balde de agua fría para la capital mexicana y particularmente para el mundo artístico porque en la capital mexicana se producen tres de cada 10 actividades culturales y en otros estados seguirían el mismo camino para impacto de diversos gremios de artistas que generan alrededor de $4,200 millones de dólares y emplean a unas 265, 800 personas, según cifras oficiales.
“Estaban diciendo en redes sociales que, entre los artistas, el quedarse en casa por Covid no es problema, que nadie se está muriendo de hambre, que tenemos la vida arreglada porque no vivimos de los aplausos y eso es indignante: los artistas somos gente como todo mundo y tenemos necesidades, planes y cosas por pagar ”, dijo Estela Fagoaga en entrevista con este diario.
Fagoaga tiene una empresa, Trama y Drama, especializada en diseño, coordinación y producción de vestuario que vive de los espectáculos y, de pronto… ¡se cancelaron todos! y, para colmo, el programa de apoyo de unos 850 dólares para artistas afectados a cambio de sus propuestas en video o redes sociales, sólo incluyó a directores y actores.
Manos a la obra
Trama y Drama empleaba a seis personas hasta el cierre de actividades por la pandemia de COVID 19. Estela Fagoaga no podía despedirlos así como así, porque los vestuarios ya no se diseñarían ni se realizarían por los teatros cerrados. En medio de esos pensamientos, ella sacó cuentas: tenía un taller de costura y un oficio que podría adaptarse a la situación. ¿Qué hace falta en estos tiempos? ¡Cubrebocas!, se respondió sin dudarlo.
Se puso a investigar en internet y leyó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que a diferencia de los cubrebocas de polipropeno N95 (que filtran el 95% de las partículas que están en el aire), los de tela pueden amortiguar: si alguien usa tapabocas y el otro también es mejor a que ninguno lo use.
“Voy a hacer de mis talleres un círculo virtuoso”, concluyó Estela Fagoaga.
Sacó los pedazos de tela que se habían quedado en el olvido, principalmente de algodón por ser la tela más fresca y que permite paso de oxígeno y se puso a cortar y a coser a sus seis empleados mientras ella se empezaba a promover en redes. Así comenzaron los pedidos por decenas, centenas, miles… en la CDMX, en Puerto Vallarta, Querétaro y Cuernavaca.
Cubrebocas de rallitas, de bolitas, de mariposas, flores, de colores encimados caprichosamente, trazos desahogados o el plena yuxtaposición barroca listos para combinarse, “aunque sea para salir a la tiendita” si no hay más.
México tiene un déficit de cubrebocas reconocido por el gobierno. En los últimos días ha tenido que importar desde China e improvisar talleres en las cárceles para fabricarlos y, aún así, es imposible conseguir un cubrebocas N95 en las farmacias.
En los últimos días, Trama y Drama también recibió una solicitud de Los Angeles para sumar en dos semanas alrededor de 6,000 piezas trabajadas además de un contrato para coser bolsas plásticas especiales para guardar cuerpos de los fallecidos por coronavirus por lo que tuvo que pedir apoyo a otros diseñadores y realizadores de teatro para cubrir la demanda.
“Ahora somos 20 personas”
Emilio Rebollar, diseñador de vestuario teatral, entre ellos. “Yo tenía tres proyectos por estrenar y todos se cancelaron. Por ello no dudó en sumarse al trabajo que le ofreció Estela Fagoaga para pagar la renta, sus gastos de alimentación y los de su madre, quien depende de él. Se impuso un horario de ocho horas y en ese tiempo hace entre 50 y 60 mascarillas.
Parece que fue hace siglos cuando vistió a Blanca Guerra, Ludwika Paleta, Tiaré Escanda, Rodrigo Murray; desde que trabajó con Verónica Castro, Natalia Sosa, Lola Cortés en los principales teatros de la Ciudad, incluyendo Bellas Artes. Rebollar suspiera por partida doble: esos recuerdos y su presente. “Estoy agradecido de poder seguir recibiendo algo de dinero y… ¡ya habrá tiempo para el glamour!
Tiempos de cambio
El rumbo de la cultura venía dando tumbos desde el 2019, cuando el presupuesto de la nueva administración al frente del presidente Andrés Manuel López Obrador redujo el presupuesto federal un 3.9% para canalizarlo a algunos de sus programas estrella como Jóvenes Construyendo el Futuro, las refinerías y el Tren Maya.
El cierre de actividades por COVID-19 es su segundo golpe que los artistas consideran casi mortal. La Red de Espacios Culturales Independientes de la Ciudad de México envió una carta al presidente Andrés Manuel López Obrador, a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y a los titulares de Cultura, tanto federal como local, Alejandra Fraustro y Alfonso Suárez del Real.
Solicitaron créditos, la condonación del Impuesto Sobre Espectáculos Públicos (ISEP) y de deudas tributarias a las empresas culturales, que se encuentren al corriente de sus pagos como un plan para mitigar la resaca económica que dejará la cuarentena.
Desde otra trinchera y con otra estrategia, Sergio Villegas, presidente de la Academia Metropolitana de Teatro, quien se había quedado con tres obras en puerta pidió, por su parte, un apoyo diferente a la secretaria Faustro: que lo pusiera en contacto con el sector salud por raro que sonara.
“Nos dimos cuenta de que ninguno de los apoyos para artistas en la pandemia estaba dirigido a las raíces del teatro que son los talleres de escenografía y vestuario y se nos ocurrió que todo nuestro personal de carpintería, herrería, electricidad y automatización (mecánica) podrían servir para la expansión de hospitales Covid”.
Por ello pusieron a disposición de la Secretaría de Salud a sus 10 talleres independientes con 400 personas y con esa premisa, más el enlace institucional de Faustro presentaron el proyecto que en los últimos días dio frutos: los contrató el Hospital 32 del Instituto Mexicano del Seguro Social de Coyoacán para que le construyan una sala de espera para familiares de enfermos COVID-19.
Así se ocuparán cinco talleres mientras otros hacen prototipos de respiradores mecánicos para equipar ambulancias. “Estamos trabajando con una empresa que nos asesora para que se cumplan las normativas sanitarias ya que la creación de máquinas y controles es algo que hacemos para que las cosas se muevan en automático en los teatros”.
El papel de Sergio Villegas es coordinar los talleres y que no decaiga el ánimo entre el papeleo burocrático que hay que cumplir en el sector salud que está empezando a ser más flexible y mirar hacia adentro, a ver que también en México se pueden hacer equipos médicos y salas de hospitales… ¡con gente que hacía teatro!
Del otro lado de la moneda, los artistas saben ahora que pueden ser tan versátiles como siempre. Sergio Villegas dice que todo mundo está participando como mucho arrojo y valor y no hay duda que, cuando la pandemia pase —porque la historia dice que pasará — podremos meditar de cómo la vida puede cambiar el rumbo de la gente en unos cuantos minutos.