Padre guatemalteco pierde la batalla contra el coronavirus
Su esposa y sus hijas piden a la comunidad donativos para los gastos funerarios
De un día para otro, Luis Fuentes, un inmigrante guatemalteco radicado en Los Ángeles, perdió la batalla contra el coronavirus, dejando a su familia sumida en una profunda tristeza.
Heidy Revolorio, su esposa, también de origen guatemalteco, hizo un llamado a la comunidad angelina para que los apoyen con donativos, y hacer frente a los inesperados gastos funerarios.
La familia ha abierto una cuenta en el sitio GoFundme para recolectar fondos.
“Se me ha venido el mundo encima. Todavía no lo puedo creer. Pienso que de un momento a otro, se abrirá la puerta de la casa y mi esposo va a aparecer. Pero ya han pasado dos días, y eso no sucede. Tengo que hacerme a la idea de que él ya no está”, dice Heidy con la voz entrecortada por el sentimiento de la repentina pérdida.
Esta tragedia familiar se dio muy rápido. A mediados de junio, Heidy empezó con fiebre y escalofríos, y así estuvo durante una semana. “Realmente me curé tomando té con limón y aspirinas”, dice. Nunca confirmó si ese malestar era coronavirus.
Para la tercera semana de junio, ya se sentía bien. Pero fue entonces cuando su esposo Luis empezó con escalofríos y fiebre. “Él siguió trabajando”, explica ella.
Sin embargo, el 2 de julio cuando regresaron de comer de la casa de su mamá, a Luis le empezó a latir el corazón muy fuerte, y se le dificultaba respirar.
“Le di el té con limón, las aspirinas y hasta un vaso de leche. Se calmó y nos fuimos a acostar, pero otra vez se puso mal. Desde temprano, yo le había dicho que lo iba a llevar al doctor, y no quería”, recuerda.
Entrada la madrugada del viernes 3 de julio, cerca de la una de la mañana, Luis empeoró. Heidy llamó una ambulancia. “Los paramédicos sin tocarse el corazón me dijeron fríamente que era coronavirus; y se lo llevaron. No me dejaron ir con él”.
Horas más tarde, a las 11:30 de la mañana del 3 de julio, recibió una llamada telefónica del hospital a donde habían llevado a su esposo. “Me dieron la noticia de que había fallecido después de sufrir tres ataques consecutivos de corazón; y cuando lo trataban de entubar para que pudiera respirar, falleció”.
El 15 de junio, Luis había cumplido y celebrado con gran alegría sus 48 años. “Le partimos su pastel, hicimos carne asada, costillas y guacamole”, dice.
En 1989 emigró de Guatemala a Los Ángeles. En 2005, conoció a Heidy quien ya tenía una hija, Samantha, a quien Luis crio como suya.
“Ya como pareja, tuvimos una hija, Emily que ahora tiene 10 años de edad. Samantha, la mayor, anda en los 23 años. Ya está casada y nos dio una nieta, Leilani”, dice Heidy.
Luis trabajaba como cocinero en un restaurante de Beverly Hills, y le acababa de salir un empleo adicional en mantenimiento.
Llevaba apenas dos semanas que había regresado a laborar al restaurante, cuando falleció.
“Por la pandemia pasamos varios meses sin trabajar. El restaurante donde él trabajaba se cerró; y a mi me despidieron de los cines donde laboraba, limpiando las salas”.
Heidy cuenta que su esposo sufría de diabetes y alta presión.
“Como padre, fue ejemplar y muy bueno. Era un amigo de sus hijas; y para conmigo nunca hubo un maltrato. Era muy juguetón y divertido”.
Dice que cuando apareció el coronavirus, se preguntaban si sería cierto. “Él decía que eran mentiras. Yo le respondía, lo que sea, pero tú no salgas sin mascarilla. Nunca pensamos que nos tocaría”.
Heidy considera que la ausencia inesperada de Luis va a ser muy dura. “Mi hija menor me consuela, y me dice que vamos a salir adelante y a estar bien”.
Pero mientras tanto, está preocupada por la falta de ingresos en su hogar.
Por eso, pide a la comunidad su apoyo para pagar los gastos de la funeraria. “Su muerte nos agarró sin nada de dinero, después de meses de no trabajar por el cierre de los negocios”.
Comenta que quiere despedirse de su esposo y cremar sus restos. “En la funeraria me han dicho que solo podremos velarlo por dos horas”.
Los latinos continúan siendo el grupo más golpeado por el coronavirus en el condado de Los Ángeles. Hasta el jueves 2 de julio, el Departamento de Salud reportaba 107,667 casos de coronavirus desde que comenzó la pandemia. De esos, 3,454 han muerto. El 43% de los fallecidos en Los Ángeles son latinos; y el 93% de todos las víctimas del virus de todas las razas, tenían condiciones de salud preexistentes.
A fin de revertir el repunte de casos de las últimas dos semanas, las autoridades volvieron a cerrar bares, y prohibieron comer dentro de los restaurantes. Solo permiten la venta de comida para llevar, o servir en mesas fuera del restaurante.
Las recomendaciones de las autoridades de salud, siguen siendo el uso de mascarilla al salir de la casa, lavado de manos con frecuencia y convivir lo menos posible con gente fuera del entorno familiar.