Del árbol caído todos hacen leña: cómo impacta a latinos la apertura de más campos petroleros en California

La Dra. Rosana Esparza es defensora de los derechos ambientales y gerontóloga y vive en Kern County.

Campo petrolero de South Belridge, Kern County, California

Campo petrolero de South Belridge, Kern County, California Crédito: Dra. Rosana Esparza | Cortesía

¿Ha visto el sol últimamente? ¿O respirado profundamente en la calle? Si vive en California, la respuesta es no. Lo que ha visto es una esfera naranja sobre una espesa niebla de humo tóxico, un recordatorio del precio que estamos pagando por ignorar la crisis climática.

En esta pesadilla, Donald Trump —quien se las da de ser un “gran ambientalista”— trata de empeorar nuestros problemas con un plan para abrir un millón de acres de terrenos públicos en California a explotaciones petroleras antes del fin de año.

Los incendios avivados por la crisis climática han devastado 3.1 millones de acres en California, lo cual contribuye a la ya grave contaminación atmosférica en el Valle Central. Aquí vivimos en lugares que han violado las normas de limpieza del aire durante décadas y los residentes no podemos salir libremente de nuestras casas sin antes consultar la calidad del aire o comprar sistemas de monitoreo portables.

El Valle Central tiene la peor calidad de aire del país debido a las abrumadoras explotaciones petroleras y gasíferas. Los residentes somos más vulnerables al asma y otras enfermedades respiratorias, además de males coronarios y ataques cerebrales. Y ahora enfrentamos una amenaza aún peor debido a COVID-19, porque sabemos que las personas expuestas a mala calidad de aire son más susceptibles de morir de este virus.

Ignorando estas amenazas, la administración Trump planea vender arrendamientos para perforar en 4,000 acres en Kern County, incluyendo áreas cercanas a comunidades llamadas “receptores sensibles”, como la latina, la cual forma el 50% de la población. En estos barrios han vivido latinos y otras comunidades vulnerables durante generaciones, no porque deseen estar justo al lado de residuos tóxicos, y contaminación sonora y lumínica, sino porque no tienen otra opción.

Como gerontóloga interesada en el desarrollo de la expectativa de vida y la salud ambiental, sé bien que la proximidad a campos petroleros y gasíferos acarrea adversos impactos en la salud. Expandir aún más las explotaciones de combustibles sucios sería devastador para estas comunidades.

Los defensores de la salud pública, profesionales médicos, grupos ambientalistas y excursionistas, junto con el Estado de California, se oponen a la decisión de la administración de abrir aún más terrenos públicos a estas explotaciones. Los terrenos públicos deben pertenecer al público, no a las corporaciones petroleras que enferman nuestros pulmones y destruyen la atmósfera de la que todos dependemos.

Los incendios arden y el público se enferma debido a la codicia sin fin de la industria de combustibles fósiles. Mientras la niebla y cenizas tóxicas llueven sobre nosotros, ha quedado absolutamente claro que hay que buscar un mejor camino.

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