Hijos de deportados reciben regalos de navidad… ¡patrocinados por otros migrantes!

En los últimos años el número de deportaciones de mexicanos se mantiene en un promedio de entre 15,000 y 16,000 mensuales, esto es, alrededor de entre 500 y 600 diariamente

Isaiah Urbina soñaba con un regalo especial de Navidad.

Isaiah Urbina soñaba con un regalo especial de Navidad. Crédito: Gardenia Mendoza | Cortesía

MEXICO.- La vida del pequeño Isaiah ha sido un sinfín de historias relacionadas a la migración, desde su nacimiento en Carolina del Norte —de madre estadounidense y padre mexicano — a su vida reciente en México y hasta el regalo de Navidad que este 2020 recibió de manos de Tania Sandoval, una mujer que se convirtió por una tarde en su benefactora desde el estado Virginia al regalarle unos patines.

“Lo hago de todo corazón”, dijo Tania Sandoval en entrevista telefónica poco después de seguir un evento que transmitió en vivo la organización de repatriados New Comienzos en la capital mexicana a través de Facebook Live para dar fe de la entrega del regalo a Isaías y otros hijos de deportados. “Estamos muy agradecidos por esta muestra de ayuda en la distancia”, reviró Indalesio Urbina, el padre del muchacho.

La idea de la organización de repatriados New Comienzos para estos días navideños en medio de la pandemia y otras crisis fue que los hijos de personas recientemente deportados no sufrieran por no tener un juguete o comida. “Convocamos a toda la comunidad de retornados y aliados y la idea tuvo muy buena respuesta”, dijo Israel Concha, fundador y dirigente.

Isaiah, Esmeralda, Antonio, Pia, Julia y Estela. En total siete niños fueron patrocinados por una persona en el proyecto que llevó el nombre de Angel Tree. Otras 70 familias recibieron juguetes durante un recorrido alrededor de la zona conocida como Little L.A, donde se concentran muchos deportados en situación de calle. Recibieron patinetas, bicicleta, muñecas, maquillajes de niñas, nenucos, spiderman, Hulks, dinosaurios, gomitas, juegos de té, peluches…

Shunaxy (de beige) enla entreg de los regalos
Shunaxy (de beige) enla entreg de los regalos (FOTO: Gardenia Mendoza/Cortesía)

“Se trata de que nos ayudemos entre la comunidad binacional, repatriados, migrantes allá, gente solidaria aquí”, observa Concha. “Los que acaban de llegar tienen más necesidades, pero por el COVID-19 hay muchos otros afectados y el Gobierno ha retirado todos los programas que había para ayudar a los repatriados”.

En los últimos años el número de deportaciones de mexicanos se mantiene en un promedio de entre 15,000 y 16,000 mensuales, esto es, alrededor de entre 500 y 600 diariamente.

Desde Virginia, Tania Sandoval, 38 años, ha observado este fenómeno a través de redes sociales con preocupación y empatía porque ella pudo vivir la misma suerte de no ser que su mamá pudo regularizar su situación migratoria y hoy es una traductora de español en un hospital del poblado de Rockinham, donde vive con sus tres hijos, un militar de la armada y dos menores de edad.

“Quise involucrar particularmente a mi hija de 16 años en el proyecto de Angel Tree porque creo que es importante en su formación como persona y por sus raíces”, detalla en entrevista con este diario.

Aquel día que se decidió por sorteo quién sería el beneficiario de cada niño, fue la hija menor de Tania Sandoval quien se enlazó por zoom hasta la CDMX y quien supo el nombre del chico al que le enviarían el regalo: Isaiah.

Isaiah urbino quería unos patines y Tania pidió a los activistas de New Comienzos que le ayudaran a comprarlos. Ella hizo el depósito del dinero y esperó para mirarlo a distancia.

El 22 de diciembre fue el evento a puerta cerrada al público. Sólo los niños y sus padres, algunos organizadores y beneficiados que hoy viven en la capital mexicana estuvieron presentes. En la euforia del toma y daca se cruzaron caminos y donadores, los que iban a dar a unos dieron a otros. Al final los niños estuvieron felices.

Allí estaba Estela Amelí Estrada con toda su inocencia y simpatía de tres años, vestida con un abrigo rojo de cuello afelpado en blanco y el cabello trenzado, ajena a las complejidades de la deportación de sus padres. Feliz porque logró su sueño de tener un “gigantesco” juego de té que le dio Shunaxy Estrada, su ángel de 31 años.

Estela Estrada.
Estela Estrada. (FOTO: Gardenia Mendoza/Cortesía)

Shunaxy no es repatriada ni mucho menos. Tiene algunos familiares en EEUU y algunos primos que trabajan en empresas trasnacionales de quienes aprendió el gusto por el inglés. Escuchándolos, se hizo el reto de aprender el idioma y una vez que lo logró se involucró en el mundo de los call centers, donde conoció a la comunidad de repatriados.

Empresas de atención telefónica tienen en los mexicanos deportados bilingües un grupo cautivo de capital humano para otras compañías que requieren servicios en inglés, principalmente estadounidenses. Cientos de retornados han pasado por este perfil de empleos y en tiempos recientes formaron una cooperativa para autoemplearse: Work Force.

Actualmente Shunaxy Estrada trabaja ahí y es voluntaria de New Comienzos donde se enteró del proyecto de Angel Tree. “Esta comunidad regresa a su país y muchas  veces no tiene un abrazo cálido, sufre con un idioma distinto, una cultura diferente que no los voltea a ver”, advierte. “Mi familia me ha enseñado a dar si tienes qué compartir y por mi parte a los repatriados quiero decirles que no todo es tan malo, que hay rayos de esperanza, y más aún para los niños”.

ISAIAH

Hasta no hace mucho y durante varios años, Isaiah estuvo a punto de ser dado en adopción por el Departamento de Seguridad Social de su país. Fue después de que su padre fue deportado y la madre se quedó con dos niños y un sinfín de cuentas por pagar en Carolina del Norte.

“Me quedé desprotegida y no sabía qué hacer”, le dijo ella a Indalesio cuando le llamó por teléfono a la Ciudad de México para decirle que el hijo que habían tenido ambos estaba a punto de ser dado en adopción.

Aquella mala racha comenzó en 2010. Después de varias infracciones de tránsito, Indalesio Urbina fue requerido en una corte y de ahí saltó al centro de detención migratoria desde donde peleó durante un año para quedarse. “Yo quería estar allá porque mi hijo era muy pequeño (casi recién nacido) pero en ese lugar uno está como en prisión y por eso mejor firmé para que me enviaran a México”.

Durante 20 años, no había vuelto a su país. Tuvo que acoplarse a éste, nuevamente. En ires y venires para sobrevivir, se le fue el tiempo. Cuando se dio cuenta habían pasado cuatro años y enviaba dinero para su hijo a Estados Unidos, a quien veía crecer en fotos. Por ahí se enteró que su ex mujer tenía una nueva relación sentimental, que tuvo dos hijos más y que andaba en malos pasos.

“En algún momento alguien le vendió un coche robado, la detuvo la policía y el departamento de seguridad social le quitó a los cuatro hijos, incluyendo a Isaiah”, recuerda Indalesio Urbina.

Eso fue en 2016. Indalesio también tenía una nueva pareja, un hogar estable con una mujer que conoció en el metro de la CDMX, entre los vagones de la Línea 1 que atraviesa la ciudad de sur a norte. Juntos decidiron pelear por el niño. En México tendría una familia, la doble nacionalidad y la atención del padre cuyo interés en el pequeño nunca decayó y tenía como prueba los recibos de depósitos bancarios con los envíos de dinero a Estados Unidos.

Ildanesio y su familia después de que Isaiah recibió los patines.
Ildanesio y su familia después de que Isaiah recibió los patines.

No fue un asunto sencillo. Fueron dos años de pelear, documentar, de sin sabores, de pedir ayuda al consulado de México en Carolina del Norte. De audiencias vía internet, de esperanza y desosiego hasta Isaiah estuvo en México, listo para una nueva etapa de su vida. Fue un caso excepcional: regularmente los padres deportados no ganan la batalla de la custodia y los niños terminan en los Foster Care, con familias a las que les paga el gobierno por cuidarlos.

Los primeros meses en la escuela fueron muy difíciles. Apenas masticaba el español y tenía problemas de hiperactividad, retaba a sus compañeros y a la profesora. “Finalmente tuve que cambiarlo porque la maestra optó por decirle a los otros niños que ignoraran a Isaiah y eso no ayudaba”, recuerda. “Ahora habla el español medio mochito, pero ahí va”.

Así llegó al evento de Angel Tree, con su espanglish afilado y un perrito con gorro rojo en los brazos que soltó para recibir su regalo desde Virginia pero con el calor de México.

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