Estudiantes universitarios están a veces a un paso de vivir sin hogar

Margot logra salir adelante ante los retos que le han dejado las decisiones difíciles que ha tomado

Margot posa frente a la casa donde alquila una habitación.

Margot posa frente a la casa donde alquila una habitación.  Crédito: Luis Mirón | Cortesía

Serie: ‘Odiseas de estudiantes con vivienda insegura: obtener un título cuando no se tiene casa’

Tercero de seis artículos:

Margot Rowe tiene 23 años, es estudiante a tiempo completo en la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN) y tiene dos trabajos para poder pagar su educación. Cuando salió de casa de sus padres hace nueve meses por la difícil relación con su mamá, tuvo forzosamente que escoger entre seguir estudiando o quedarse sin hogar. Una red de apoyo de amigos cambió su situación.

La mayor de cuatro hermanos, Margot creció en un suburbio mayoritariamente blanco de Simi Valley con padre y madre en casa. Margot no considera a su familia como pobre, pero tampoco la considera afluente.

Las discusiones entre Margot y su mamá empezaron durante sus años de la escuela preparatoria y aunque las cosas mejoraron cuando se matriculó en la universidad comunitaria, las tensiones en casa se intensificaron después de matricularse en CSUN.

“La relación con mis padres no es tan horrible como la de otras personas, pero principalmente mi madre y yo nos peleamos mucho y había veces en que no quería volver a casa”, explicó.

Margot recuerda que uno de sus trabajos fue en Freudian Sip, un café en el campus de la CSUN, donde trabajaba a menudo hasta la una de la madrugada. Al volver a casa solía despertar a su mamá, lo que daba lugar a peleas.  Algunas noches dormía en su coche para evitar armar alboroto e iniciar una discusión.

“Vi el patrón tantas veces que no quería volver a vivirlo ya más, así que decidí marcharme”, indicó la joven.

Tomó la difícil decisión de irse de casa, aunque lo que ganaba ni se acercaba a lo que necesitaría para la renta (unos $600 por mes), los costos de la universidad (unos $4,000 por semestre), transportación y comida.  Aún así, esperaba que independizarse mejoraría la relación con su madre.

“No le dije a mi mamá que me iba hasta tres días antes, y no se lo tomó muy bien”, agregó.

Sin apoyo de sus amigos, Margot dice que se hubiera quedado sin hogar o viviendo en su coche. Justo cuando empezó el confinamiento de la pandemia, se fue a vivir a casa de su mejor amiga. A cambio, compraba alimentos para la familia y hacía tareas domésticas. Vivió en el cuarto de huéspedes de la familia pero no tenía espacio para todas sus pertenencias.

“Solo tenía dos cajas de cosas y vivía de esas dos cajas”, explica.

No obstante, la joven se sentía bendecida por haber tenido esa ayuda. Originalmente, solo se iba a quedar un mes, pero debido a la pandemia ese mes se convirtió en siete meses.

Actualmente, Margot vive con otra amiga y el papá de esa amiga en una casa que rentan. Tiene su propio cuarto y paga unos $600 por mes.

“Ahora, estoy tratando de ver cómo lo voy a hacer más acogedor mientras me mantengo económicamente estable, porque comprar muebles es caro”, dijo.

El mayor desafío de Margot es mantenerse motivada en sus estudios ahora que las clases están en línea, mientras maneja el estrés de todo lo que le ha pasado en los últimos nueve meses.

“Estoy en terapia ahora a causa de esto.  No estar en el campus me ha agotado como si no estuviera ya lo suficientemente agotada. Estoy completamente vacía a estas alturas”, dijo.

Gracias al tiempo que han pasado separadas, Margot dice que la relación con su madre ha mejorado. Ambas han comenzado a reconciliarse. Mientras tanto, gracias a su grupo de apoyo, no ha tenido que escoger entre una educación y un lugar donde vivir.

Estos artículos se publicarán en La Opinión del 4 al 9 de enero. También los puedes leer en internet en Laopinion.com y en inglés en elnuevosol.net.

(Traducción Patricia Ramos)

Luis Mirón

Luis Mirón es un periodista mexicano de la Universidad del Estado de California en Northridge. Su pasión es contar las historias de personas de su comunidad que no tienen voz. En su tercer año en CSUN, busca contar esas historias en diferentes formatos multimedia, como pódcasts, documentales y galerías de fotos. Luis, siendo él mismo un inmigrante, entiende lo importante que es dar voz a los problemas que enfrenta su comunidad latina todos los días. Su pasión por el fútbol lo atrajo al mundo del periodismo, pero a medida que creció como periodista, se enamoró de ayudar a los que no tienen voz en las comunidades de color y compartir su lucha de una manera para lograr un cambio.

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