‘Odiseas de estudiantes con vivienda insegura: obtener un título cuando no se tiene casa’

Serie de artículos escritos por estudiantes de periodismo de CSUN

Andrea Reynoso sueña con ser maestra.

Andrea Reynoso sueña con ser maestra.  Crédito: Kim García | Cortesía

Nota del Editor: José Luis Benavides

Los artículos de esta serie, “Odiseas de estudiantes con vivienda insegura: obtener un título cuando no se tiene casa”, son el resultado de una colaboración entre Ethnic Media Services (EMS), el diario La Opinión y El Nuevo Sol; la publicación multimedia bilingüe del programa de periodismo en español de la Universidad del Estado de California en Northridge (CSUN). El proyecto, apoyado por una beca de la Fundación James Irvine, estableció un espacio de sala de redacción virtual donde la fundadora de EMS, Sandy Close, se reunió regularmente durante un período de nueve semanas con cinco estudiantes de CSUN y yo [José Luis Benavides], su profesor de periodismo y mentor.

La serie tiene la intención de ponerle rostro a las impactantes estadísticas sobre la falta y la inseguridad de vivienda entre estudiantes universitarios de California. La falta de vivienda afecta a uno de cada cinco estudiantes de colegios comunitarios, uno de cada diez estudiantes en el sistema de la Universidad del Estado de California y uno de cada veinte estudiantes en el sistema de la Universidad de California. La vivienda insegura (por ejemplo, no tener suficiente dinero para pagar el alquiler o dormir en el sofá de los amigos) afecta al 60 por ciento de los estudiantes de colegios comunitarios y al 32.8 por ciento de los estudiantes en el sistema de universidades estatales de California.

¿Por qué es importante tratar estos temas?

Esta colaboración entre medios étnicos y estudiantes universitarios de periodismo bilingüe y bicultural es importante por varias razones. En primer lugar, permitió que se pagara a estudiantes con recursos limitados para que trabajaran con periodistas profesionales en un proceso de capacitación y un entorno propicio, donde se les brindó apoyo para desarrollar un proyecto de principio a fin, lo cual no es una tarea fácil en medio de la pandemia.

Además, EMS estableció un cronograma riguroso y un espíritu de colaboración que permitió a los estudiantes establecer un grupo sólido y cohesivo donde todos cooperaron para producir artículos en lugar de competir.

En tercer lugar, les dio a los estudiantes acceso a otros periodistas profesionales y fuentes de información a los que de otro modo sería difícil acceder como estudiantes de periodismo.

Y cuarto, les dio a los estudiantes la oportunidad de ver su trabajo publicado por el principal periódico en español de su ciudad, lo que les permitirá compartir sus artículos con sus familias.

–Dr. José Luis Benavides, profesor de periodismo y creador del programa de periodismo en español de CSUN

Primero de seis artículos:

Cuando una casa no es un hogar

Por Kimberly García

Andrea Reynoso es una joven universitaria que desde muy temprana edad aprendió a convertir los retos en motivación para salir adelante. Ni el divorcio de sus padres, la inestabilidad de un hogar, situación de indigencia o un estatus migratorio irregular han sido obstáculos lo suficientemente grandes para detenerla.

A sus 27 años, Reynoso cursa la maestría en Cal State University, Northridge y dice que no descansará hasta convertirse en profesora de estudios étnicos de preparatoria.

“Una casa no es lo mismo que un hogar”, expresa la joven, pero espera que cuando sea maestra, pueda inspirar a los estudiantes lo suficiente para que puedan ver más allá de los retos que les presenta la vida y hacer todo lo necesario para terminar sus estudios universitarios.

Desde temprana edad, Reynoso vio la escuela como un lugar seguro en una niñez turbulenta. “Cuando eres pequeña, no entiendes el trauma en el que vives. El trauma es lo que te hace o deshace como adulto”, reflexiona.

Romper el ciclo

Aunque tenía una casa con padre, madre y hermanos varones, la joven nunca lo sintió como un hogar debido a las constantes discusiones. Cuando su madre y su padre se divorciaron, ella y sus hermanos acabaron viviendo con su padre.

No fue hasta su último año de la preparatoria, al matricularse en la universidad, cuando se enteró de que su estatus migratorio era irregular y por tanto no cumplía los requisitos de ayuda financiera para la universidad.

No obstante, Reynoso no dejó que eso la detuviera y solicitó con éxito el amparo del programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) en 2012.

Una de las lecciones que no olvida la joven estudiante, fue la experiencia que vivió con una de sus maestras, quien a pesar de estar luchando contra el cáncer, la profesora llevó a sus alumnos a visitar universidades y los inspiró a “romper el ciclo generacional y educarme sin importar el sacrificio”.

Experiencias como las de su profesora, fueron las que le ayudaron a no desistir de sus objetivos, aunque en muchas ocasiones estuvo a un paso de hacerlo.

Como  única niña en la familia, se esperaba que ella cumpliera el papel de mamá en la casa de su padre: cocinar y limpiar al mismo tiempo que iba a la escuela.

Además, en esos momentos la familia había sido desalojada del tráiler (vivienda móvil) en el que vivían, así que entre todos  tuvieron que arreglárselas para finalmente encontrar un apartamento. En ese momento, Reynoso contaba con tres trabajos, y gracias a su buen crédito pudo contribuir a obtener la vivienda y pagar parte de la renta. Al mismo tiempo, ella empezaba sus estudios en un colegio comunitario.

Toda una odisea

Cuando Reynoso ingresó finalmente a CSUN, se despertaba a las 5:40 de la mañana y tomaba dos autobuses para ir a la escuela y al trabajo como supervisora de un programa extraescolar antes de hacer los quehaceres de la casa. Los fines de semana, trabajaba como mesera y limpiaba casas.

“No podía dedicar ni un día para mí”, explicó. Amaba a su familia, pero sabía que nunca tendría el espacio para convertirse en la mujer que ella quería si seguía ese ritmo de vida.

Fue por eso que cuando la propietaria de una de las casas que limpiaba le ofreció una recámara sin costo a cambio de hacer las tareas del hogar, Reynoso no lo pensó dos veces y dejó pasar la oportunidad.

“María siempre me ayudaba: me compró mi primer iPad para la escuela, y me dijo: ‘Esto es un regalo. Solo tienes que acabar la universidad’”, dijo la joven.

Con un cuarto para ella sola por primera vez en su vida, Reynoso pudo concentrarse en sus estudios y graduarse. No se arrepiente de nada. Sus padres hicieron lo que pudieron para darle un hogar, subraya, pero ninguno de ellos estudió más que la secundaria y los dos sólo hablaban español.

“Me daban ganas de llorar por no haber tenido el apoyo paterno durante la universidad, pero ¿a quién le iba a llorar?”, expresa.

La mamá de Reynoso, María Salazar, dice que lo único que lamenta fue no estar lo suficientemente presente en los momentos que más la necesitó su hija.

“Siempre iba a recogerla tarde de la escuela. Yo trabajaba tarde y ella me esperaba durante horas después de que acabara la escuela”, platicó la madre.

Reynoso quiere ser profesora de estudios étnicos de preparatoria, donde podrá inspirar a estudiantes enseñándoles lo que ella llama “la parte morena de la historia”. Hoy en día, trabaja como supervisora de un programa extraescolar en la misma escuela primaria donde ella estudiaba.

Debido a que en junio pasado la pandemia hizo que se cancelara su ceremonia de graduación con dos carreras, estudios liberales y estudios chicanos, dice que sus padres no saben mucho de lo que significa para ella haber llegado hasta este punto. Pero por el momento se concentra en su próxima meta: obtener el título de maestría y las credenciales de enseñanza.

La futura maestra no descarta tener una familia, ser un verdadero apoyo para sus hijos y por supuesto, poderles dar en un hogar estable.

“Si de verdad tengo hijos, nunca los haré pasar por ningún trauma”, expresa. “Quiero un futuro mejor, un sistema de apoyo mejor, más comunicación y más cariño”.

Aunque sus padres nunca se reconciliaron, su deseo más profundo es tener un hogar estable —lo que anhelaba cuando estaba creciendo—.

“un bello hogar, a mi nombre, en vez de rentar aquí y allá, en los anexos traseros de las casas”.

Estos artículos se publicarán en La Opinión del 4 al 9 de enero. También los puedes leer en internet en Laopinion.com y en inglés en elnuevosol.net.

(Traducción Patricia Ramos)

Kimberly García

Kimberly García estudia periodismo televisivo en la Universidad del Estado de California en Northridge con una especialización de periodismo en español. Le apasionan los problemas que rodean a las comunidades latinx. La representación en los medios siempre ha sido muy importante para ella. La representación latinx es necesaria ahora, más que nunca. En su tiempo libre, puede encontrarla ayudando a su comunidad o pasando tiempo con su familia. Nació y creció en el Valle de San Fernando, rodeada de cultura y música. Su pasión por el periodismo guía la forma en que cuenta las historias de su comunidad.

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