El 2020 nos brindó lecciones sobre desastres. Prevengamos otro

Es necesario un refuerzo para las viviendas de California

Una de las casas después del terremoto en Northridge. / foto: FEMA.

Una de las casas después del terremoto en Northridge. / foto: FEMA. Crédito: Cortesía

El 2020 fue un año sin igual. La horrible pandemia del COVID-19 había cobrado la vida de más de 25,000 californianos al culminar el año (y de miles más desde ese entonces), y los históricos incendios forestales hicieron evidente los efectos del implacable cambio climático. Aun así, por más difícil y mortal que fue el año pasado, la cruda realidad es que el 2020 pudo haber sido peor si un terremoto hubiera azotado el estado durante aquellos momentos difíciles.

Los científicos indican que el riesgo de que ocurra un terremoto dañino en nuestro estado es inminente.

Las múltiples fallas sísmicas en el Sur de California como las de San Andrés, Santa Mónica, Hollywood, Newport-Inglewood,entre otras, contribuyen a ese riesgo.Un recordatorio de dicha vulnerabilidad es el terremoto de San Fernando, o Sylmar, de 1971 que dejó a unas 2,000 personas heridas, 65 muertos y miles de familias desplazadas de sus hogares.

Hoy, un sinfín de hogares—nuestros refugios durante la pandemia, donde estamos a la espera de nuestro turno para vacunarnos—no podrían ser lo suficientemente fuertes para resistir el próximo terremoto dañino.

Más de un millón de casas en California, son particularmente vulnerables a sufrir daños causados por los terremotos ya que fueron construidas antes de 1980, cuando los códigos antisísmicos modernos no habían sido instaurados a nivel estatal.

Así como los ancianos son más susceptibles al COVID-19, las casas antiguas que tienen un semisótano o espacio de rastreo, también son más débiles y vulnerables a desplomarse de sus cimientos durante un sismo.

Pueden destruirse o sufrir daños que pueden requerir de muchos años y cientos de miles de dólares en reparación. Daños como tal se produjeron durante el terremoto de magnitud “moderada” de 6.0 en Napa en 2014.

Una casa con daños severos podría dejar a los residentes desplazados, quienes tendrían que permanecer en albergues de emergencia, hoteles, o con familiares o amigos, ya sea por meses o hasta años.

O tendrían que buscar otra vivienda permanente. Considerando que muchos californianos no cuentan con una cobertura de seguro contra terremotos, y que nuestro estado ya sufre de escases de vivienda asequible, podría tomar mucho tiempo para que los residentes se recuperen financieramente.

Muchas personas creen que el gobierno los amparará si su hogar resulta dañado durante un terremoto.

Pero no es así. La asistencia gubernamental, si es que está disponible, es extremadamente limitada.

Afortunadamente existe una solución para las casas antiguas y vulnerables: un refuerzo antisísmico sencillo. Para muchas casas, un reforzamiento básico cuesta entre $3,000 a $7,000—y hasta el mismo propietario lo puede realizar. En primer lugar, puede ayudar a prevenir que sufra un daño devastador.

La labor consiste sencillamente en apuntalar las paredes del semisótano de la casa y empernándolas al cimiento?un proyecto que se puede realizar en un par de días. Aprende más sobre los tipos de casas vulnerables y cómo reforzarlas en www.StrengthenMyHouse.com.

Muchas comunidades en California tienen altas concentraciones de casas antiguas y vulnerables: Más del 80 por ciento de las unidades residenciales en el condado de San Francisco y casi el 75 de las casas en el condado de Los Ángeles fueron construidas antes de 1980. El fortalecimiento de las casas antiguas y vulnerables, a larga escala, en estas comunidades, será necesario para desarrollar una inmunidad amplia—resultando en una comunidad sísmicamente resiliente.

No podemos prevenir que suceda el próximo terremoto, ni podemos predecir cuándo ocurrirá. Pero sí podemos “aplanar la curva” del sufrimiento y la pérdida que genera un terremoto. El refuerzo antisísmico de una casa antigua es como ser vacunado contra el COVID-19—un refuerzo fortalece significativamente la inmunidad del hogar para prevenir un daño sísmico catastrófico. Y a diferencia de la vacuna contra el COVID-19, no es necesario esperar en fila para realizarlo.

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