COVID-19: Familia pierde a la madre y dos hermanos en pocas semanas

Todos se contagiaron, pero solo la matriarca y dos de sus hijos adultos mueren por la pandemia

En diciembre pasado,Raúl Guerrero con su esposa Aida Cuamatzi y sus hijas Celeste y Natalie. (Cortesía Aída Cuematzi)

En diciembre pasado,Raúl Guerrero con su esposa Aida Cuamatzi y sus hijas Celeste y Natalie. (Cortesía Aída Cuematzi) Crédito: Cortesía

En cuestión de semanas, la pandemia de COVID-19 arrasó con la familia Guerrero, a quien le arrebató a la matriarca del hogar y a dos de sus hijos adultos. Ahora, completamente devastados, solicitan de tu ayuda para los inesperados gastos funerarios. Dos cuentas en el sitio GoFundMe han sido abiertas para ayudarlos: In Memory of Raúl Guerrero; y Raul Guerrero Family.

Inés Castillo falleció a los 70 años de edad, el 30 de diciembre. Alejandro Guerrero, su hijo de 48 años perdió la vida el 16 de enero; mientras que el menor de sus hijos Raúl Guerrero de 44 años, murió el 3 de febrero. 

“La primera persona que se enfermó en la familia, fue mi suegra Inés. Ella empezó a sentirse mal el 19 de diciembre. Se quejaba de que le dolía el cuerpo y cuando le faltó el aire, se la llevaron al hospital”, cuenta Aída Cuamatzi, esposa de Raúl.

“Desconozco si mi suegra tenía alguna condición crónica. Lo que sí sé, es que tenía meses con problemas en las encías”.

Raúl Guerrero celebró su último cumpleaños con sus dos hijas, Celeste y Natalie.(Cortesía Aída Cuamatzi)

Todos se infectaron

Inés falleció el 30 de diciembre. 

“En la casa de mi suegros en el área de Exposition Park de Los Ángeles, viven como 8 personas. Todos se infectaron de COVID, pero ella es la única que murió. Nosotros vivimos en un departamento que es parte de la propiedad, pero es independiente”, explica.

Alejandro vivía aparte en otro lugar, pero iba a visitar a su madre. “Él comenzó a sentirse mal a finales de diciembre, y murió el 16 de enero en el hospital”.

A la matriarca del hogar, Inés, le sobreviven su esposo Raúl Guerrero Sr.; dos hijas, Martha y Rocío; cuatro nietas y dos nietos. A su cuñado Alejandro, sus dos hijas Beatriz de 24 años y María de 21 años.

Aída platica que tanto ella como su esposo Raúl se enfermaron de COVID. “Él padecía de diabetes y tos crónica. Yo le noté una tos más profunda días antes de que le confirmaran que tenía COVID. Le dio mucha fatiga y calentura de más de 100″.

Inés Castillo y sus hijos Raúl y Alejandro fallecieron en semanas a causa de COVID. (Cortesía Aída Cuamatzi)

Sin nada qué hacer

El antecedente reciente de la muerte de su madre por coronavirus, hacía que Raúl sintiera mucho miedo de ser internado. “Cuando el 8 de enero no podía casi respirar, se lo llevaron al hospital. ‘Ya me voy. No sé qué va a pasar’, me dijo al despedirse. Un día después lo entubaron, y ya no volvimos a hablar”.

A Aída, el COVID la atacó muy leve. “Me pegó dolor de estómago. Me sentía muy cansada, pero una semana después, me recuperé”.

Platica que cuando Raúl estuvo en el hospital, hubo días en los que su doctora le informaba que se encontraba estable, pero un día le avisaron que sus riñones estaban destruidos y que su cuerpo ya no resistía.

“Cuando me dijeron si autorizaba que le dieran resucitación en caso de paro cardiaco, decidimos que ya era tiempo de dejarlo descansar en paz”, dice con tristeza, aún sin comprender cómo fue que su esposo se contagió. “Él se protegía al 100% cuando iba a su trabajo”.

Raúl Guerrero, un excelente padre y defensor de la educación de los menores. (Cortesía Aída Cuamatzi)

Excelente padre

Ricardo Hernández, ex vicepresidente de la Asociación de Padres de Familia de la escuela Charter Equitas Academy en Pico-Union, confiesa que se puso a llorar cuando se enteró que  el COVID no solo se llevó a su amigo Raúl sino a su madre y a su hermano en el lapso de un mes.

“Él quería mucho a su familia. Recuerdo una vez cuando éramos parte de la mesa directiva de padres de la escuela, él era presidente y yo vicepresidente, le pregunté que cómo era posible que trabajara tanto, y todavía tuviera tiempo de estar con sus hijas, llevarlas a la escuela y recogerlas”.

Raúl le compartió que trabajaba de noche en seguridad para hacerse cargo de sus niñas durante el día cuando su esposa acudía a su trabajo, ayudarlas con sus tareas, verlas crecer y alistarse para ir a la universidad.

“Quiero que mis hijas vayan a la universidad, se gradúen y tengan buenos empleos para que no tengan que lidiar con dos jornadas de trabajo como yo. En ese momento supe que era un papá muy especial como ningún otro, y que su sueño se iba a cumplir algún día”.

Ricardo describió a Raúl como un presidente de la Asociación de Padres muy demandante, pero a cambio era muy colaborador y peleaba por lo que creía. “No aceptaba un ‘no’ por respuesta”.

Raúl Guerrero con su familia. (Cortesía Aída Cuamatzi)

Necesitan de tu ayuda

A Raul le sobreviven su esposa y sus dos hijas, Celeste de 10 años y Natalie de 7 años. Él y Aida llevaban 16 años de casados. Raúl nació en el municipio de Amecameca en el estado de México. Se ganaba la vida como agente de seguridad.

Yo no les escondí nada a las niñas. Les dije de una manera sencilla que su padre ya no estaba con nosotras, que él peleó hasta donde pudo contra el virus, pero su cuerpo ya no pudo más”, dice Aída.

Confiesa que con la muerte de su esposo, se ha convertido en el principal sostén de sus hijas. “Me preocupa mucho su futuro”, confía.

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