Madre a quien la residencia permanente le salvó la vida, se hace ciudadana de EE UU

Con la ciudadanía se siente más protegida para enfrentar cualquier problema de salud relacionado con su riñón trasplantado

Lind Cortés obtiene la ciudadanía. (Cortesía Paulina Herrera)

Lind Cortés obtiene la ciudadanía. (Cortesía Paulina Herrera) Crédito: Paulina Herrera | Cortesía

Cuando a Lind Cortés, el oficial de migración le dijo ¡felicidades, has aprobado el examen de ciudadanía!, se soltó llorando y tuvo que leer varias veces el documento que indicaba que al día siguiente, el 5 de mayo, se celebraría su ceremonia de naturalización en la explanada del edificio federal del centro de Los Ángeles.

¿De verdad me voy a hacer ciudadana? le preguntó en más de una ocasión a sus hijos, todavía horas antes de naturalizarse estadounidense. 

Al igual que hace casi siete años cuando se hizo residente de Estados Unidos, Lind desbordaba alegría. Y es que detrás de su certificado de naturalización, se esconde una historia de sufrimiento no solo por los 25 años que vivió en las sombras sino porque la falta de estatus migratorio pudo costarle la vida.

Lind tiene 44 años. Es madre de tres hijos de 23, 21 y 18 años. Nació en Michoacán, México, pero cuando tenía 15 años, su familia la envió a vivir con su hermana al condado de Riverside en California. 

“En 2014, me hice residente permanente”, recuerda. La residencia la obtuvo de una manera que nunca imaginó y prácticamente es lo que la tiene de pie, sana y salva.

“Nunca pensé que mi enfermedad renal, me iba a permitir conseguir la residencia permanente y recibir un trasplante de riñón”, dice.

Lind Cortés logró hacerse ciudadana de EE UU. (Cortesía Paulina Herrera)

Dos años después de hacerse residente de EE UU, Lind recibió el trasplante de riñón que anheló desesperadamente durante nueve años que estuvo sometida a diálisis.

“La residencia permanente era un requisito que me pedían para ponerme en la lista de espera de un donante de riñón”, dice.

De hecho, comparte que antes de ser residente, los hospitales la rechazaban por solo tener Medi-Cal de emergencia. “Se justificaban diciendo que el medicamento después del trasplante era muy costoso”.

Cuando Lind recibió el trasplante de riñón, dice que su vida cambió por completo. “Los doctores me dijeron que sin el nuevo riñón, solo me hubiera quedado un mes más de vida. Yo ya andaba en silla de ruedas. Ya no podía más”.

En la actualidad, explica que su nuevo riñón funciona muy bien, pero tuvieron que removerle el propio riñón que le quedaba, porque le estaba ocasionando muchas infecciones. “Me quedé solo con el riñón trasplantado, pero me siento muy bien y se acabaron las infecciones”.

Lind Cortés con su hija Joanna. (Cortesía Paulina Herrera)

Cómo obtuvo la residencia

Lind recuerda que durante las más de dos décadas que vivió como indocumentada, pasó con mucho miedo a la policía y se la llevaba buscando opciones para arreglar su estatus migratorio. “Pensaba que me iba a morir siendo indocumentada”.

Pero la residencia se presentó por una vía que jamás consideró, a través del alivio migratorio 42B, conocido como la Cancelación de la Deportación.

“Brinqué de la emoción cuando me dieron la residencia. No podía creerlo. ¿Será verdad?” recuerda que se repetía. 

A diferencia de otros inmigrantes, Lind deseaba ser residente no solo para que no la fueran a deportar, sino porque sabía que con la residencia podía conseguir un trasplante de riñón y salvar su vida.

“Con la tarjeta de residencia, solicité el Medi-Cal regular y me pusieron en la lista de espera del Centro Médico Cedars Sinai. Dos años más tarde, en la madrugada del 24 de septiembre de 2016, me llamaron para informarme que tenían un riñón. Dos horas después, me volvieron a llamar para decirme que era compatible y me pidieron que me fuera de inmediato al hospital. Ese mismo día, me hicieron el trasplante”, recuerda.

Lind Cortes con sus hijos Joanna, Armando y Jorge. (Aurelia Ventura/La Opinión)

Cancelación de la deportación

Para calificar para la forma 42B, Cancelación de la Deportación, Lind tuvo que cumplir con varios requisitos, haber vivido en el país al menos 10 años, no tener antecedentes de crímenes serios como violencia doméstica, drogas y robos mayores, y pudo probar que si la deportaban, sus hijos ciudadanos estadounidenses, menores de edad en ese momento, iban a sufrir mucho.

Pero además probó que si la expulsaban a México, podía morir de un fallo a los riñones por no recibir el tratamiento que necesitaba.

La Cancelación de la Deportación de Lind fue aprobada en la corte de migración.

El procedimiento 42B de cancelación de deportación ha permitido que muchos padres ciudadanos indocumentados que tienen hijos ciudadanos o residentes estadounidenses con condiciones especiales que requieren cuidado y tratamiento especial de por vida, puedan obtener su residencia permanente.

Ya como residente, Lind consiguió empleo en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), y es supervisora en una escuela.

Me siento muy feliz y muy emocionada porque con la ciudadanía puedo hacer más, como votar por las personas que no lo pueden hacer”.

El abogado en migración Sergio Siderman ayudó a Lind Cortés en su trámite de ciudadanía, un proceso que inició en febrero del año pasado, pero que se retrasó por la pandemia.

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