La comunidad no deja solo a paletero de Pacoima

El septuagenario fue desalojado de su vivienda tras pasar semanas en el hospital; hoy se busca encontrarle un lugar permanente

A sus 73 años, Maximiliano García Vázquez aún vende helados y frituras en el Valle de San Fernando. / fotos: Jorge Luis Macías

A sus 73 años, Maximiliano García Vázquez aún vende helados y frituras en el Valle de San Fernando. / fotos: Jorge Luis Macías Crédito: Impremedia

Eran las 10:30 de la mañana de este viernes, cuando Don Maximiliano García Vázquez ya había cargado por completo su desvencijado carrito con helados y frituras, que son delicia de los niños.

Desde la intersección de San Fernando Road y el bulevar Van Nuys tuvo que caminar más de una milla para encontrar a su primer cliente del día: María Landeros, quien le compró un helado de chocolate para su nieta de 3 años.

Don Max, como le llaman de cariño, se santiguó. Hizo la señal de la cruz en su frente para agradecer por su primera venta y continuó su caminata por la banqueta hasta llegar a la calle Dronfield, esquina con el bulevar Van Nuys.

Hace tiempo, en esa misma intersección, fue asaltado por unos hombres que también lo golpearon para robarle el dinero de la venta.

“No me acuerdo en que año fue pero también me hirieron con una navaja en el cuello”, recordó. “Me estaba desangrando… Alguien llamó a la policía y luego me llevaron en una ambulancia al hospital”.

Max tuvo que ser sometido a una delicada operación quirúrgica en el Hospital General de Los Ángeles.

“Me cortaron el pescuezo… Pero yo ni me di cuenta sino hasta que chorreaba la sangre”, recordó. “Pero mire, yo no le debo nada a nadie aquí, ni en mi tierra”, indicó el oriundo de Huamuxtitlán, Guerrero.

Hoy solo puede mirar de frente y hacia abajo. Si quiere mirar al cielo no puede. Sus venas podrían reventarse.

A Don Max también lo reconocen sus clientes como “el paletero oficial de Pacoima”.

El titulo se lo han otorgado los vecinos del Valle de San Fernando por su caracter honrado y respetuoso, y por la amable atención que ha prodigado a chicos y grandes por las últimas dos décadas.

“Yo lo conozco desde hace varios años; siempre va con su carrito por la calle… Es un hombre muy trabajador”, comentó Ivette Farfán, originaria de Guatemala, quien se encontraba desayunando en el restaurante Mi Pueblito, a donde se entrevistó a Don Max.

“Cuando yo cuidaba a mis nietos siempre les compraba sus paletas a él”, añadió su acompañante Consuelo Brambila, también residente de Pacoima.

Ruth Cruz Núñez le compró a don Max paletas para sus niños, que acababan de salir de clases.

Un joven: su ángel de la guarda

“Muchos lo hemos visto desde nuestra infancia”, comentó Miguel Ángel Talavera, el ángel de la guarda de Don Max, que abrió una cuenta en el portal GoFundMe para que el público en general acudiera al auxilio del hombre septuagenario, quien fue lanzado a la calle por los propietarios del hogar donde rentaba.

Por el momento don Maximiliano, de 73 años de edad, está durmiendo en una camita que le acomodaron dentro de la paletería donde surte su mercancía.

El espacio donde vive don Max es reducido y temporal.

Miguel Ángel, de 24 años de edad y quien es barbero, estaba trabajando desde su casa y observó que Don Max laboraba todos los días en la calle, incluso en días donde la temperatura rebasaba los 100 grados y en medio de la pandemia.

Durante ese tiempo, hablaba con él durante un par de minutos, ya que le compraba una Coca-Cola los días que lo veía por su calle.

“En noviembre de 2020, yo estuve enfermo de COVID-19 por dos semanas, pero cuando me recuperé no veía pasar a Don Max; después me enteréde que había sido hospitalizado y asumí que estaba en cuarentena”, conó el joven.

Pero no. Don Max no se había contagiado de coronavirus. Él sufrió un ataque por presión arterial baja y fue a parar a un hospital de Los Ángeles. Le dieron de alta en febrero de este año y no trabajó casi dos meses.

“Había que ayudarlo para que se recuperara, pero después se dio la situación que le pidieron que desalojara el cuarto donde había vivido”, dijo Miguel Ángel.

Así, el joven samaritano recaudó de forma independiente a la cuenta de GoFundMe un total de $618.33 que le depositó a Don Max.

Él y su novia donaron $150.00 cada uno que se agregarán al actual total de $14,301 de que se logró recaudar hasta el 7 de mayo entre 592 donadores.

Don Juan Talavera, padre de Miguel Ángel alabó que el buen corazón de su hijo por ayudar al prójimo nació cuando el muchacho y sus amigos eran más jóvenes y fueron a comprar una pizza en Little Caesars con monedas, pero no les alcanzaba el dinero.

“Una señora se dio cuenta, hizo la buena obra y les pagó la pizza y ahora él [Miguel Ángel] siempre quiere ayudar a quien más lo necesita”, dijo el orgulloso padre.

Don Max muestra contento los zapatos que le regalaron, junto a él está Miguel Ángel Talavera.

Quiere que se cure su esposa

Don Maximiliano recordó que cuando vivía en su natal Guerrero, México, se desempeñaba como ayudante de albañil y apenas ganaba 60 pesos al día (casi $3), aunque también se iba a los campos a trabajar en la siembra de maíz, frijol y sandía.

“Yo arrimaba el tabique, el cemento y la grava”, dijo. “Y cuando había un coladito también ayudaba y me pagaban 70 pesos [aproximadamente $3.5]”.

El dinero no era suficiente para sobrevivir; tampoco para comer. Así decidió emigrar hacia Estados Unidos hace más de dos décadas, y aunque su vida con pocos recursos no mejoró mucho, sí fue lo suficiente redituable para que pudiera mantenerse aquí y ayudar a su esposa que se quedó en México.

¿Y en qué se va a gastar su dinero?, se le preguntó a Don Max.

“A lo mejor me ayuda para pagar un terrenito porque quiero construirle una casa a mi esposa; vale 300,000 pesos [aproximadamente $15,800] pero solamente hemos pagado 60,000 pesos [$3,000]”, aseguró a La Opinión.

“Pero también he pensado en pagar los gastos de doctores para mi esposa que no se alivia de la artritis y quedarme yo con un poquito solo para mi comidita”.

Sin embargo, lo que Don Max agradece de todo corazón es su nuevo par de zapatos tenis nuevos que le regalaron los dueños del restaurante Mi Pueblito.

“Están muy bonitos, pero primero quiero acabarme los que tengo”, dijo Don Max, quien camina a diario un promedio de seis millas. “Y también me da mucho gusto que me quieran”.

“Nosotros sabemos lo que es trabajar duro todo el día, caminando y empujando un carrito”, comentó Alan Vásquez, uno de los propietarios del establecimiento. “Y para que haga su trabajo más cómodo, Don Max necesita un buen par de tenis”.

Don Max dijo que está cansado de caminar las calles de Pacoima. Su vista le está fallando y necesita también lentes nuevos; es indocumentado y no tiene seguro médico y por todas las experiencias que ha tenido en Estados Unidos ya piensa en regresar a México.

“Ya me cansé de tanto caminar”, dijo a La Opinión. “A lo mejor allá, en mi tierra, pongo un puestito de venta de chile verde y cilantro, porque para trabajar ya no la hago, y de albañil tampoco, pues ya no puedo cargar el bote”.

Llegaron las 11:40 de la mañana. Había llegado a Fenton Primary Center de la calle Dronfield para vender sus productos.

Y como abejas al panal, padres e hijos se acercaron para comprarle, y las arrugas de su rostro denotaban la alegría de que sería un buen día de ventas, pero también mostraba el sudor en la frente y el agotamiento físico.

A pesar de todo don Max sale a trabajar a diario. / fotos: Jorge Luis Macías.

Evento de fin de semana

Este domingo, desde las 2:00 p.m., en el Humphrey Park se organizará una compra comunitaria en beneficio de Don Max. Si quieres ayudar acude al lugar ubicado en la cuadra 12560 Filmore Street, Pacoima 91331.

Si no puedes ir al evento del domingo, visita GoFundMe AQUí.

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