La Casa para Pobres Desamparados necesita ayuda urgente

La pandemia disminuyó el apoyo de organizaciones al asilo en medio del desierto; ahora el Hermano Pablo solicita de la buena voluntad de la gente para poder cubrir las necesidades básicas de decenas de adultos mayores que no tienen quien vea por ellos

La Casa para Pobres Desamparados A.C. está en la Rumorosa.

La Casa para Pobres Desamparados A.C. está en la Rumorosa.  Crédito: Agustín Durán | Impremedia

En medio del desierto con los rayos del  sol de mediodía sobre sus espaldas y sus brazos a un ritmo apresurado para que no se seque la mezcla de tierra, cemento y agua, el Hermano Pablo se detiene por un momento y entusiasmado indica que el muro que ahora construye será de un consultorio para que los adultos mayores  en la Casa para Pobres Desamparados A.C. puedan ser atendidos.

El asilo del que es fundador desde 1999 cuida a 35 personas, todas con problemas de salud, algunos paralíticos, otros  invidentes; algunos quedaron solos y sin familia, otros fueron abandonados por su familia y  otros van de paso y buscan a su familia. La gran mayoría han llegado al ocaso de su vida sin un ingreso, sin un hogar, enfermos  y sin alguien que vea por ellos.

Es por eso que el Hermano Pablo con todas sus carencias acelera el paso de la construcción. Es una tarea titánica para un solo hombre en medio del desierto en el poblado de la Rumorosa, a media hora de Tecate, a unas  tres horas de Los Ángeles. Especialmente cuando no hay certeza de un financiamiento fijo para el proyecto, pero eso no es un obstáculo para el Hermano y sigue trabajando.

Hermano Pablo prepara la mezcla.

“Ahorita lo que más necesitamos es material de construcción, madera y un poco de dinero para pagar por la mano de obra”, explica medio sofocado.  Entre sus objetivos se encuentran ampliar el asilo para proveer salud y terapia a los desamparados; además de iniciar el proyecto de un centro de ayuda para mujeres.

Pensar que no se van a realizar esos proyectos es imposible. En 1999 el Hermano llegó solo a ese poblado desértico con solo 100 dólares en la bolsa, pero consiguió el terreno, fincó varios cuartos que sirven de recámaras, cocina, baño y espacios de entretenimiento (TV). Todo para que las personas, muchos de ellos migrantes y deportados, puedan terminar su vida de una forma más digna.

Después de más de dos décadas de servicio, el Hermano Pablo ya perdió la cuenta de las personas que han llegado al asilo, pero se cuentan en cientos.

“Sé que lo vamos a lograr. La gente lo necesita y la buena voluntad de las personas es inmensa”, expresa.

Voluntarios bajan los alimentos donados.

Formado como Misionero Laico Franciscano de la Caridad Descalzo, el Hermano Pablo la hace de albañil, de doctor, de consejero y ayuda en todo lo que el asilo y los desamparados necesiten. Además, tiene que estar en el teléfono buscando donaciones que le permitan conseguir lo básico de medicinas, alimentos, agua y todo lo necesario.

Es por eso que aprovecha la oportunidad para invitar a todas las personas a que se acerquen al asilo para que vean la diferencia que hace en la vida de las personas la participación o donación a la Casa para Pobres Desamparados A.C.

La semana pasada  algunos miembros de ‘Los Niños de la Calle con Wendy Foundation’ llegaron al asilo para ayudar con unos $2,000 en provisiones alimenticias para más o menos todo el mes.

José Luis Trujillo, presidente de la fundación, dijo que debido a la pandemia las condiciones en el asilo se han complicado un poco por la falta de recursos y manos voluntarias.

La fundación visita al Hermano Pablo  por lo menos tres veces al año y en algunas de sus visitas llevan voluntarios para cortar las uñas a los abuelitos, cortar el cabello o hacer limpieza profunda en las instalaciones, pero debido a la falta de apoyo, las necesidades en el asilo solo se multiplican y siguen llegando personas que no tienen a dónde ir.

Una de las recámaras del asilo.

Alberto Romero es uno de ellos.  Fue deportado de Arizona por no tener licencia. Vivió en Tijuana unos años, pero luego de adquirir un virus y quedar paralítico, no hubo quién lo cuidara. Ahora pasa en una silla de ruedas en el asilo solo mirando el desierto.

Romero tiene la esperanza de que pueda ver a un médico que le dé terapia y de esa forma volver a caminar.  Por ahora se desespera y hay momentos en que ya no quisiera vivir, pero la ilusión de volver a ver a sus tres hijos en Arizona, lo mantiene con ganas de seguir adelante.

Agregó que sus hijos no saben dónde está ya que se separó de su mujer en no muy buenos términos, pero pidió que escribiéramos en el periódico el nombre de Alexander Romero Ibarra, quien está en las fuerzas armadas, Abigail de 15 e Isa de 19.

“No me quiero morir sin volverlos a ver”, expresa casi llorando y con la impotencia de no poderse levantar de la silla de ruedas.

Ricardo Cuevas de 56 años vivía en la ciudad de Paramount, en el condado de Los Ángeles.  Siempre trabajó en la empresa de construcción de su hermano, pero en una ocasión la patrulla lo detuvo por una luz rota de su auto y terminó deportado.

Voluntarios hablan con Alberto Romero, quien espera pronto poder ver a sus hijos.

Durante mucho tiempo Cuevas no supo que tenía diabetes, pero cuando se enteró ya era tarde y al poco tiempo perdió la vista. Ahora, sin deprimirse, anda con su bastón por todos lados del asilo. Contrario de otros que necesitan ayuda hasta para asearse, levantarse de la cama o simplemente caminar.

Algunos de los voluntarios que asistieron el pasado fin de semana llegaron del condado de Orange y Los Ángeles. Ellos expresaron que la situación en la Casa para Pobres Desamparados A.C., es muy delicada y lamentan que no pudieron ayudar más por las reglas de seguridad por la pandemia.

Lorena Robles, una de las voluntarias, al final del día dijo que el participar en este tipo de actividades con la fundación no solo la hace sentir bien como ser humano, pero “me hacen reflexionar sobre lo frágil que resulta ser la vida y cómo de un momento a otro puede cambiar. Hoy podemos estar bien, pero mañana uno no sabe”.

El Hermano Pablo dijo que la visita de los voluntarios al asilo es muy positiva porque lejos de lo material y económico que donan, muy importante y lo agradece, el hecho que las personas en el asilo puedan interactuar con alguien de fuera, eso les da esperanza y les inyecta una dosis de energía para hacer menos difícil su realidad.

El Hermano Pablo construye uno de los muros del futuro consultorio.

“Se dan cuenta que no están solos y que alguien fuera del asilo se preocupa por ellos”, expresa el Hermano. “Eso les da ánimo y esperanzas”.

Cómo ayudar

Si quieres participar o ayudar para que el Hermano Pablo pueda seguir con su proyecto ya sea como voluntario o con artículos para el asilo, puedes visitar Casa Para Pobres Desamparados A.C., en Facebook.

Si deseas hacer algún donativo. Puedes comunicarte directamente con el hermano Pablo al 011-52 / 686-233-6941 o llevarlo personalmente al asilo.

Artículos de gran necesidad:

Alimentos, colchones, ropa de cama, artículos de limpieza, cloro, pine-sol, fabuloso, jabón de polvo y de tocador, pasta y cepillos dentales, papel de baño, pañales para adulto, ropa de invierno, trusas, calcetines, comida en general y café.

Los Niños de la Calle con Wendy Foundation están en Facebook o te puedes comunicar con ellos al (714) 635-0130.

El asilo se encuentra en el desierto, en el poblado de la Rumorosa.

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