Organizaciones combaten la inseguridad alimenticia en el sur de Los Ángeles

Familias latinas y afroamericanas reciben cajas de comida y tenis nuevos para niños y adultos

El pastor William D. Smart Jr. (c), director de Hurting and Hungry Charities  y los voluntarios.

El pastor William D. Smart Jr. (c), director de Hurting and Hungry Charities y los voluntarios. Crédito: Jorge Macías | Impremedia

Sentado al volante de su camioneta, Noé Camero, un hombre deshabilitado para trabajar, cerró sus ojos y sus manos en señal de agradecimiento a los dirigentes y voluntarios de la organización caritativa Hurting and Hungry Charities del  área de Leimert Park.

Camero acababa de recibir por parte de la organización una caja de comida, tenis nuevos para él y su hija Kairy Abigail.

“Que Dios me los bendiga; gracias por este regalo”, dijo Noé, un guatemalteco de 65 años que acudió al llamado de la obra benéfica que lidera el pastor William D. Smart Jr., miembro de la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur del Sur de California.

Noe comentó que desde hace nueve años fue deshabilitado para trabajar, debido a una rara enfermedad que no supo explicar.

Brigida Cruz llena papeleo para recibir la ayuda en Hurting and Hungry Charities del área de Leimert Park.

“Ya no trabajo y apenas vivo de mi pensión”, dijo. “Me dan $1,041 mensuales y eso apenas me alcanza para sobrevivir y ayudar a mi hija con su escuela”.

Noé es apenas uno de miles de latinos que están sufriendo de inseguridad alimentaria, misma que se acrecentó durante la pandemia del coronavirus.

De hecho, desde antes de la pandemia, el Banco Regional de Alimentos de Los Ángeles ha visto que se triplicó el número de personas que reciben alimentos cada mes, de 300,000 a 900,000, según datos oficiales del organismo.

La demanda de asistencia alimentaria sigue siendo increíblemente alta y creemos que el impacto económico de la pandemia durará muchos meses y posiblemente años, ya que la recuperación llevará algún tiempo, como vimos con la Gran Recesión”, declaró Roger Castle, director de desarrollo del Banco Regional de Alimentos, a La Opinión.

Castle indicó que la inseguridad alimentaria aumentó significativamente en distintas comunidades.

“Antes de la pandemia, las encuestas mostraban que 1 de cada 5 personas necesitaban ayuda. Ese número aumentó casi de la noche a la mañana a 1 de cada 4. Vimos personas que nunca habían necesitado asistencia alimentaria acudir a nuestras agencias asociadas y a nuestros centros de distribución de emergencia”, afirmó.

El hambre afecta a todos

“Yo apenas tengo una semana de regresar a mi trabajo”, dijo Mikeal Wahhab, empleado de una tienda de ropa, quien acudió al lugar de Leimert Park para pedir tenis para él y su esposa Antoinette, y para sus hijos Kyra, Karina, Luther y Lenise.

Noé Camero agradece los pares de tenis que le obsequiaron para él y su hija.

“No tengo dinero todavía para poder comprarles zapatos nuevos y ellos han regresado a la escuela”, dijo este hombre, quien, además de la necesidad de comida, se esfuerza para abandonar lo más pronto posible el albergue de la ciudad de Inglewood.

Mikeal, su esposa y sus cuatro hijos han vivido por más de medio año en el albergue. Él perdió el empleo durante la pandemia y los desalojaron del departamento donde vivían. Antoinette es ama de casa.

“No pude pagar los $750 mensuales que nos cobraban y tuvimos que irnos  a vivir al refugio”, contó a este diario.

El pastor William D. Smart Jr., dio a conocer que, a través Hurting and Hungry Charities, la organización pudo conseguir unos 350 pares de tenis nuevos para niños, adolescentes y adultos, mismos que fueron donados por la compañía Von Dutch, una empresa que fabrica gorras, ropa, accesorios y calzado.

“La campaña de la gente pobre y que sufre data de 1978; hemos estado haciendo  tareas como esta porque sabemos que hay un problema de hambre; la gente viene con nosotros porque podemos ayudar a aliviar este problema y tenemos que seguir haciéndolo”, añadió. “No podemos dejar que ningún niño afroamericano ni latino se vaya a dormir con el estómago vacío”.

El pastor aseguró que los latinos y afroamericanos representan a las familias de más bajos recursos y de las que sus necesidades de alimentos son mayores.

“Desafortunadamente la gente de color se ve afectada siempre en todas las estadísticas negativas, ya sea alimentación, falta de vivienda, salud, tasa de homicidios…y todo  lo que afecta a nuestras comunidades de manera devastadora”, dijo el pastor William D. Smart Jr.

El banco de alimentos estima que una de cada cuatro personas en el condado de Los Ángeles experimentan inseguridad alimentaria, definida como la incertidumbre para obtener alimentos, de acuerdo con la organización Ayuda en Acción.

Otra de las familias con necesidad es la de Brígida Cruz, una mujer de origen mexicano que trabaja en un hospital haciendo la limpieza.

“La comida ya está muy cara y en la marketa todo subió de precio”, se quejó Brígida, residente en la ciudad de South Gate. “Imagínese, mi esposo [Dairo] y yo tenemos que sacar adelante a cuatro hijos y los salarios no alcanzan”.

Cajas de comida y frutas fueron repartidas en el área de Leimert Park a familias latinas y afroamericanas.

Ella ganaba un promedio de $800 a $1000 semanales antes de la pandemia, pero ahora le han reducido muchas horas de trabajo, y a su esposo “le pagan muy poco”. Él también trabaja en la limpieza, pero obtiene la mitad de lo que gana ella.

Sin embargo, Brígida agradeció la caridad recibida.

“A veces no hay suficiente cereal, leche, pan o agua, pero esta ayuda es bienvenida”.

De la misma forma se expresó Elmer Canias, un guatemalteco de 53 años, quien vive en North Hollywood y recibió ayuda con comida para sus dos hijos y su esposa Claudia.

“Yo vivo la realidad; tengo un salario que no me alcanza para comprar una casa, pero me siento bendecido porque en todas partes me encuentro con gente buena, y doy gracias a las personas que me han regalado una caja de comida”.

Roger Castle coincidió con el pastor William D. Smart Jr., al expresar que la inseguridad alimentaria afecta de manera desproporcionada a las poblaciones de alto riesgo y desatendidas, incluidas las personas y familias de muy bajos ingresos, los adultos mayores, las comunidades de inmigrantes y las comunidades de color.

“La pandemia afectó a estos grupos con especial dureza. Para aquellos que ya estaban luchando por sobrevivir, la pandemia empujó a muchos más hacia la pobreza”, destacó.

El Banco de Alimentos respondió a esta crisis proporcionando alivio específico del hambre a las comunidades desatendidas a través de nuestras distribuciones directas y nuestra red de más de 700 agencias asociadas”.

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