El daño de un impuesto regresivo y soluciones alternativas

Consideran que no es la clave para resolver el problema de la obesidad

El impuesto a las bebidas azucaradas no es la solución. (Shutterstock)

El impuesto a las bebidas azucaradas no es la solución. (Shutterstock) Crédito: /Shutterstock

La pandemia actual de COVID-19 ha puesto de relieve una injusticia significativa y dolorosa en nuestra sociedad. Las poblaciones latinas tienen más probabilidades que las poblaciones blancas de contraer COVID-19, ser hospitalizadas y lamentablemente de morir a causa del virus. Estos hechos reflejan otras desigualdades en la atención médica como el aumento en las tasas de diabetes, enfermedades cardíacas y obesidad en las comunidades latinas. Lo sabemos desde hace mucho tiempo, lo veo en mi congregación y todos lo vemos en nuestras comunidades y familias.

Las raíces de estas desigualdades en salud son profundas y las causas son muchas. Son parte del racismo sistémico que impide que algunas de nuestras comunidades avancen. Con esto en mente, debemos evitar soluciones simplistas que dañen a nuestras comunidades y agreguen estrés económico. Uno de esos intentos simplistas es un impuesto propuesto sobre las bebidas azucaradas. Deberíamos oponernos a estos impuestos sobre las “bebidas azucaradas” y reconocer que un nuevo impuesto no es el camino para cambiar. En su lugar, debemos centrarnos en mejorar y reevaluar nuestras prioridades con respecto a los cambios de salud dentro de las personas que viven en nuestros vecindarios.

El implementar impuestos sobre las bebidas azucaradas es un impuesto sobre los comestibles diarios. ¡Piénsalo! ¿Realmente queremos empezar a cobrar impuestos a los comestibles? Todos los impuestos a los alimentos son regresivos, es decir, afectan más a las familias pobres de bajos ingresos porque estas familias gastan un mayor porcentaje de sus ingresos en alimentos. La pandemia afectó duramente a las familias latinas y de bajos ingresos. No deberíamos volver a golpear a estas mismas comunidades con un impuesto que las perjudique más.

Un impuesto a los alimentos regresivo contribuiría significativamente a la inseguridad alimentaria. El Departamento de Agricultura de EE. UU. define esto como “reducción de la calidad, variedad o conveniencia de la dieta”. En lugar de intentar el uso de impuestos como nuestro camino hacia la salud y la nutrición, creo que es más valioso que cambiemos el rumbo de nuestras prioridades y nos centremos en el panorama más amplio: abordar el problema de las disparidades alimentarias. La atención debe centrarse en cómo podemos obtener precios más accesibles para los productos frescos y el acceso a estas cosas al proporcionar estos recursos en el corazón de nuestros vecindarios.

También me preocupa que algunos afirmen que un nuevo impuesto a las bebidas azucaradas, nuevamente, un impuesto que golpea más a las familias pobres, puede ser clave para resolver una crisis de obesidad, particularmente entre los jóvenes. Lo que no admiten es esto: desde 2000, mientras que la obesidad ha aumentado un 33% entre los jóvenes estadounidenses, el consumo de bebidas endulzadas por parte de los jóvenes se ha reducido un 36% en las últimas décadas. Estas tendencias van en direcciones opuestas, mostrando lo absurdo que es atacar la obesidad con un impuesto sobre un solo tipo de producto. (Existen tendencias similares para los adultos). Nuestros jóvenes, adultos y nuestra comunidad ya beben menos bebidas endulzadas y hemos decidido hacerlo por nuestra propia cuenta, sin impuestos.

En lugar de agregar estrés económico a las comunidades minoritarias, debemos brindar educación de salud accesible con énfasis en superar la barrera del idioma al brindar información accesible en español. Asegurar que los productos frescos sean asequibles también es clave, así como brindar acceso a estos recursos en el corazón de nuestros vecindarios. Un programa piloto que hace exactamente esto está en marcha en este momento en Lincoln Heights, El Sereno, Boyle Heights y East L.A. Este programa Beverage Calorie Initiative, está demostrando que la educación funciona. En solo cinco años se han visto una caída del 18% por persona en el consumo de calorías. La educación nutricional funciona y no supone una carga económica para las familias de bajos ingresos.

Estoy de acuerdo en que es crucial que se discuta el cambio con respecto a las condiciones de salud y los resultados, pero creo firmemente que este cambio debe venir desde adentro. Un impuesto regresivo, que impone una carga más pesada a las familias pobres y trabajadoras, no es una solución viable. En lugar de imponer una carga a nuestras comunidades, centrémonos en fortalecerlas y darles los recursos que necesitan y se merecen.

Damaris Garza es presidenta de Church Youth Council en la Iglesia Vida Abundante in Los Angeles. Su padre Leonardo Garza, es el pastor senior de la iglesia.

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