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Padre soltero logra residencia al probar el sufrimiento que causaría la deportación en sus hijos

Le lleva casi dos décadas obtener estatus migratorio, y nunca imaginó que su hija menor sería un factor clave para salir de las sombras

Héctor Solís con su hija Karen, ya respira tranquila tras obtener su residencia permanente en EE UU. (Paulina Herrera/cortesía)

Héctor Solís con su hija Karen, ya respira tranquila tras obtener su residencia permanente en EE UU. (Paulina Herrera/cortesía) Crédito: Cortesía

Héctor Solís, un padre soltero que durante 29 años, vivió en las sombras, obtuvo su residencia en Estados Unidos, de la manera que menos imaginó, a través de su hija menor, quien sufre de dislexia y necesita de cuidados especiales.

“Ya como residente, me siento muy contento y con más tranquilidad. Viví muchos años aterrado pensando en una deportación. He estado a cargo de mis tres hijos desde que me separé de su madre”, dice Héctor, quien emigró a Estados Unidos a los 16 años de edad, huyendo de la violencia en su natal Oaxaca, México.

“Dejé mi pueblo San Andrés Yaa, en la sierra de Oaxaca y entré por San Ysidro. Llegué a Los Ángeles sin saber nada. Empecé a trabajar en la costura, y poco a poco conocí el sistema estadounidense. Después trabajé como 10 o 12 años en la serigrafía hasta que uno de mis hermanos, me metió a trabajar en una cafetería en Santa Mónica”. 

Fue ahí donde se hizo barista, y desde entonces trabaja preparando cafés en la misma cafetería donde le dieron la oportunidad.

Héctor Solís con su hija Karen. (Paulina Herrera/Cortesía)

Paralelo a su vida laboral, Héctor se casó y se hizo padre de tres hijos: Armando, Evelyn y Karen. “En 2005, me separé de mi esposa, y los dos hijos mayores quisieron venir a vivir conmigo, pero la menor, como era muy pequeña no me la pude traer, hasta que ella a los 9 años dejó a su madre y se quedó con nosotros a vivir”.

Su hija menor Karen, quien ahora tiene 16 años, sufre de problemas de dislexia, ansiedad y necesita atención y tratamientos especiales.

Así que saberse indocumentado y a cargo de sus tres hijos y sobre todo de la menor que requiere mayores cuidados, Héctor vivía todo el tiempo con miedo. Por eso empezó a buscar vías para arreglar su situación migratoria.

“Me habían dicho que por el tiempo podía arreglar mis papeles, pero cuando fui a  ver un abogado, me dijo que ni le moviera”.

Sin embargo, en enero de 2016, fue a ver al abogado en migración Sergio Siderman para una segunda opinión.

Héctor Solís al lado de su abogado Sergio Siderman, quien lo acompañó en su viaje para obtener la residencia. (Paulina Herrera/Cortesía)

De inicio, el abogado solicitó asilo para Héctor cuando el oaxaqueño le platicó que tenía miedo de regresar a Oaxaca por un incidente que sufrió y lo motivó a salir de México.

“Cuando tenía 15 años, me detuvieron y secuestraron en la capital de Oaxaca. No recibí ninguna ayuda de la policía porque pensaban que era extranjero”, narra Héctor.

Un año después de ese incidente, decidió emigrar a los Estados Unidos.

Cuando le negaron su solicitud de asilo, el 17 de diciembre de 2016, su abogado Siderman inició el proceso conocido como Cancelación de la Deportación 42B, que da la residencia permanente a los indocumentados, cuando tienen un hijo menor de 21 años, un cónyuge, padres, padrastros o madrastras, que son ciudadanos estadounidenses y que están enfermos severamente y dependen de ellos.

Fue hasta enero de 2018 cuando el Servicio de Ciudadanía y Servicios de Migración (USCIS) respondió a la petición 42B y le concedió una entrevista.

En marzo de 2018, un oficial de USCIS lo refirió a la Corte de Inmigración en Los Ángeles. 

En julio de 2018, asistió a su primera audiencia ante un juez y presentó su caso.

En octubre de ese mismo año, acudió a una segunda audiencia donde presentó mayores evidencias, a petición del juez. 

En noviembre  de 2020, su abogado entregó documentación solicitada por USCIS para justificar el impacto que la deportación de Héctor significaría para sus hijos. 

En agosto de este año, tuvo una tercera audiencia y el juez falló a favor de Héctor, al considerar que había suficientes argumentos para que permaneciera en Estados Unidos.

Héctor Solís con su hija Karen. (Paulina Herrera/Cortesía)

Con ese fallo, el abogado logró probar que los tres hijos nacidos en el país y de quienes Héctor obtuvo la custodia completa, sufrirían de manera extrema si fuera deportado, en particular su hija menor.

El abogado Siderman dice que Héctor cumplió con los 4 requisitos que exige el proceso 42B: 10 años de residencia en el país, no delitos graves, buena conducta y tener a un familiar cercano, residente o ciudadano de EE UU con un problema de salud serio, como es el caso de su hija menor.

Héctor recuerda que llevó evidencias al juez como las terapias que su hija Karen recibe en la escuela y el hospital.

Presentó reportes escolares que demostraron una mejoría en su comportamiento y educación, a partir de que estuvo a cargo de ella.

Además pudo probar que su madre no volvió a tener contacto físico con su hija menor desde el 2013.

Karen recibe clases bajo un plan de educación individualizada por parte del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD) debido a su condición descrita como dislexia aguda.

El abogado Siderman proporcionó en la corte de inmigración reportes del LAUDS y de Los Angeles Child Guidance Clinic sobre el cuidado que Karen requiere y que su padre provee.

Héctor Solís feliz con su residencia y su hija Karen. (Paulina Herrera/Cortesía)

Normalmente la residencia a través del proceso de 42B, es otorgado por los jueces a los indocumentados en casos en los que tienen a un familiar cercano estadounidense con una enfermedad severa y dependiente de ellos 100%.

“Determinar el grado de la severidad de la condición depende del presidente de EE UU en turno. En la actualidad, bajo el presidente Biden, los fiscales no pelean tanto el nivel del daño”, dice el abogado.

Ya con su residencia, Héctor de 43 años, dice que su sueño es abrir su propia cafetería.

Sus hijos ya tienen 24, 20 y 16 años. Su hijo mayor ya trabaja y su hija Evelyn quiere ser maestra.

“Quiero seguir trabajando para apoyar a mi hija menor a que vaya a la universidad. Quiere estudiar arte”.

Y admite que está feliz no solo por su residencia sino al ver el progreso de su hija Karen, quien fue un factor clave para que él obtuviera su residencia en EE UU.

“Antes de vivir conmigo, no quería ir a la escuela. En la actualidad, se levanta temprano para ir a clases, le echa muchas ganas y va a los programas Después de la Escuela”.

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