Disipar las dudas, atacar los motivos

El condado de Riverside ha lanzado en estos días una campaña pública de vacunación para mover la balanza a favor de la salud pública y la supervivencia.

Mujeres de la Tierra, vacunas

Crédito: Jorge Macías | Impremedia

La campaña de vacunación en Riverside puede convertirse en un ejemplo para el resto del estado

Cuando hablamos de la población no vacunada en Estados Unidos, de aquellos que hubieran podido inocularse contra el COVID-19 pero no lo han hecho, muchas veces los clasificamos en el sector de hombres blancos de mediana edad, habitantes de estados republicanos, y específicamente en los estados del Sur. 

Pero ese cuadro es incompleto. 

En realidad, en todas partes del país, es en las comunidades étnicas, especialmente de latinos y afroamericanos, donde abundan los no vacunados. 

En nuestro mismo condado californiano de Riverside, la mitad de los residentes de estas comunidades aún no se han vacunado. 

Para ser exactos, solo el 45% de los latinos y el 48.9% de los afroamericanos se han puesto las vacunas hasta principios de septiembre. 

Y los latinos constituyen prácticamente la mitad de los 2.5 millones de pobladores del condado, y han sido protagonistas del crecimiento de casi 20% que éste experimentó en la última década. 

El condado tampoco presenta un cuadro uniforme desde el punto de vista geográfico. Así, mientras que la tasa general de vacunación ronda la mitad de la población, en el distrito 4, encabezado por el supervisor Manuel Pérez en la junta de Supervisores, lidera con 75% de los habitantes parcial o completamente vacunados. 

También difieren en cuanto a los centros de población: quienes viven en zonas rurales y trabajan en el campo, están vacunados a una tasa superior a las demás: 94%. 

En contraste, y en el mismo distrito, pobladores de comunidades suburbanas como Coachella, Desert Hot Spring e Indio se están quedando atrás y necesitan que se los convenza a vacunarse. 

El déficit de vacunación plantea un cuadro alarmante, que requiere una acción inmediata y amplia, bien concebida y planificada y mejor ejecutada. 

Porque si bien los efectos y consecuencias de esta negativa son nocivos en cualquier momento, en estos días en que la variante Delta está haciendo estragos, la situación es aún más dramática. 

Afortunadamente, las autoridades del condado de Riverside, con el Sistema de Salud de la Universidad de Riverside (RUHS), han lanzado en estos días una campaña pública de vacunación para mover la balanza a favor de la salud pública y la supervivencia. 

RUHS (https://www.ruhealth.org/) consiste de un centro hospitalario de unas 500 camas en Moreno Valley y unas 60 clínicas comunitarias regionales.  Además, RUHS patrocina y apoya a más de 600 médicos residentes y 200 estudiantes de enfermería provenientes de universidades de toda la región.

Los organizadores tienen delante de sí una tarea ímproba. Difícilmente las autoridades condales puedan penetrar a las comunidades donde abunda la oposición a la vacuna por sí solos. 

Para ello, anunciaron en un comunicado de prensa que contarán con la colaboración de “organizaciones comunitarias, líderes religiosos y medios de comunicación”, en un esfuerzo para que “la información llegue a las poblaciones más vulnerables”.

Sí, los gobiernos cuentan con los medios físicos, materiales para dar por cumplida su misión: presupuestos millonarios, clínicas móviles en todo el condado, personal especializado y millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 a su disposición. Pero necesitan herramientas adicionales que son inmateriales para poder acercarse a quienes aún no se han vacunado, contestar todas sus inquietudes y convencerlos a que protejan sus vidas y las de sus seres queridos. 

Aquí es donde descuellan las organizaciones y los medios de comunicación comunitarios, que después de décadas de ardua labor  se granjearon la confianza de nuestra gente. 

No nos debe sorprender que sean las comunidades pobres, marginadas, inmigrantes, olvidadas las más reacias a vacunarse. Porque no confían en los gobiernos. Y no confían porque no tienen razones para ello. 

Sus temores son muchos, entre ellos que una vez que entreguen sus nombres a los equipos de vacunación, estos lleguen a las autoridades migratorias y los indocumentados entre ellos sean localizados, aprehendidos y deportados. 

Pero no es el caso. 

“No se cuestionará el estado migratorio para adquirir la vacuna. El condado de Riverside se compromete a garantizar que todos los residentes estén seguros, protegidos y confíen en que se prioriza su salud”, prometen. En ese sentido, no hay nada que temer. 

Otra barrera es, lógicamente, la del idioma. Demasiado a menudo madres migrantes han ido con sus niños a recibir servicios de salud sin éxito, porque no hablan inglés y los proveedores de salud no hablan su lenguaje. 

La campaña asegura que su equipo de salud pública es multilingüe y que “está aquí para responder todas sus preguntas en su idioma”.

Eso incluye no solamente traducciones al español, sino también a la lengua tarasco o purépecha, hablado por miembros de esta etnia proveniente del estado mexicano de Michoacán y que abundan en la región. 

Por lo mismo, disipan temores de que la gente trabajadora deba esperar en fila por horas para recibir su vacuna y perder la jornada laboral. Prometen que “solo se necesitan 20 minutos para entrar y salir”. 

A través del sitio https://rivcoph.org/covid-19-vaccine, los interesados pueden recibir información y registrarse para su vacunación. 

La campaña de esclarecimiento en Riverside es, entonces, prometedora. Debemos seguir su curso y analizar sus resultados. No perdamos tiempo. 

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